Ramón Ábalo
El rostro humano de la identidad argentina se corporiza con trazos indelebles, paradojalmente, en los trazos oscuros que se van delineando en los juicios que por lesa humanidad se realizan en los tribunales orales federales que se están realizando en gran parte del país contra los responsables directos – fuerzas armadas – como asimismo sus cómplices y mandantes civiles.
Tras casi ocho meses - desde noviembre 2010 a julio del corriente año - en el tribunal oral federal N°1 de Mendoza - este martes 2 de agosto comenzarán los alegatos y a los dos meses llegará la hora de la verdad y justicia en este tramo de los juicios. De acuerdo a lo que se manifestó por parte del tribunal, la estructura de esta parte de los juicios en lo que hace a los alegatos será en forma individual, o sea caso por caso de los 18 que tiene este tramo.
Hasta el momento han dejado su testimonio unos ochenta testigos, de los cuales al menos sesenta han sido víctimas directas, o sea ex presas y presos políticos. Desde el primer testimonio, que fue de Fernando Rule y quienes le siguieron, los diversos acentos que tuvieron sus exposiciones, se destacaron las afirmaciones respecto a la actividad militante que tenían al instante de sus detenciones. Las vertientes políticas e ideológicas quedaron expresadas en cada uno/una de los testimonios: montoneros, ERP-PRT, comunistas, socialistas, guevaristas, o simplemente militantes partidistas. Y gran parte de esta especie de recuperación de identidad - y su legitimación - fue a partir de la prédica, desde siempre, de los organismos de derechos humanos ante los familiares y amigos, de la necesaria recuperación de esa militancia como una forma de presentar ante la comunidad a las víctimas como seres de carne y hueso, imbuidos de ideales que los llevó a emprender una lucha, incluso con el fusil en la mamo, por un mundo mejor enfrentando a un enemigo de la vida y la dignidad de los pueblos. Ideales que eran como una flor en la punta del fusil. La patria sublevada, que decía Scalabrini Ortiz aquel 17 de octubre del 44.
Fue un rompimiento visceral con un discurso aséptico pero inocuo para conmover la conciencia colectiva de la sociedad. Ese enemigo, poderoso en medios y objetivos, recién entonces, pero por la dialéctica de esa historia y sus actores, empezó a percibir la decadencia de su impunidad, que se instaló también, en paralelo en el inconsciente colectivo, visualizándolo como lo que eran: el brazo armado, depredador y asesino al servicio del amo imperial, con el uniforme del cipayismo más deleznable y descalificador humanamente.
Leer todo el artículo
No hay comentarios :
Publicar un comentario