Ramón Ábalo
Las más terribles aberraciones de la irracionalidad de los seres humanos, quedan asentados por los mismos protagonistas de esos costados. En el caso concreto de la dictadura militar, ya, por orden del Ejecutivo nacional último, ha habido una serie de archivos que han tenido, y tienen, expresión pùblica. El último de ellos ha sido el llamado "informe Rattembach" archivado por la dictadura para esconder su asencia necrófila de sus actos, como fue esa aventura descabellada y asesina de jóvenes argentinos.
Los genocidas no tuvieron en cuenta, no percibieron -no quisieron- que en el otro costado de esa era estaban los que asumían la solidaridad con las víctimas, con sus familiares y con la salud ética de la sociedad. Desde siempre fue el documento, la petición, la exigencia de VERDAD y JUSTICIA, y ello quedó plasmado, con rasgos indelebles, en la guarda que se improvisaba en los más diversos lugares para preservarlos de la iras genocidas. Y desde 1984 son los elementos más parecidos que han posibilitado que se concretaran desde el Estado, como es el caso primero de aquel juicio a las juntas de los responsables máxima, y que llega al climax después del 2005.
Y es en los meandros de variados ámbitos, está le memoria reguardada en miles de hojas escritas con sangre y lágrimas, como aquellas presentaciones que se hacían ante los juzgados para exigir justicia, las informaciones a los foros internacionales, instituciones civiles y oficiales de los países del mundo, que tuvo su -entre otros- máxima expresión cuando en 1979, en plena era genocida, los organismos humanitarios, lograron la presencia en el país de una misión exploratoria "in visu", de la Comisión de Derechos Humanos de la OEA, cuyo informe final, un año después, ratificó y legitimó lo que desde siempre aquellos organismos denunciaban, y mundialmente se tuvo certeza de lo que estaba sufriendo el pueblo argentino. Este informe, que tiene origen en los aportes de los organismo, fue la base para el posterior NUNCA MAS que en 1985/86 dio a conocer la Comisión Nacional de Personas Desaparecidas.
Por ello, a diario nos zambullimos en los papeles aquellos, más o menos bien guardados en cuanto rincón de nuestro entorno -vivienda, habitación, oficina- nos parece adecuado. Y claro, nos encontramos cotidianamente con esas expresiones que resguardan tanto drama, tanto dolor, tanta sangre derramada, de gran parte del pueblo argentino, lacerado mayormente en el cuerpo y alma de sus jóvenes. Como ser, cuando la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, filial Mendoza, y la Comisión de Familiares de Detenidos Desaprecidos, patrocinados por el abogado Alberto Vega, presentaban en el Juzgado Federal, secretaría del juez Gabriel Guzzo, la denuncia por la desaparición de José Salvador Vila Bustos. "se trata -se decía- de un caso ya denunciado... con los correspondientes habeas corpus, pero que nunca tuvo respuesta por los jueces del "proceso", Vila Bustos fue detenido por la policía de Mendoza, en aquella fecha (10 de diciembre de 1975).
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