Ramón Ábalo
Cantante, compositor musical, actor y director de cine, teatro y televisión desde los 60, pretendió la cima y la culminación de un autodesafío que perfiló desde sus primeros años de edad sin infancia, que lo fue como empresario artístico con la contratación, en 1981, de nada menos que de Frank Sinatra, bajo el paraguas y el beneplácito de la flor y nata de los genocidas de la dictadura. No faltaron quienes afirmaron que su inversión tenía una fuerte motivación: ser un decidido y fervoroso vasallo de la dictadura y, claro, ser favorecido por jugosos réditos.
Decenas de años antes, había sido un "changuito tucumano", de hogar muy pobre, que tuvo que salir a buscar el pan con un cajón de lustrar. Apeló a cualquier labor para conseguir el sustento, hasta que a su paso por Mendoza, más o menos a los 14 años de edad, con visos y temperamento de cantor, se aproximó a la LV 10, Radio de Cuyo como cafetero ambulante, y la proximidad del micrófono alentó aún más sus sueños canoros. Entonces todavía era un anónimo Ramón Bautista Ortega, tucumano, de cuna humilde enfrentando una existencia dura y sin infancia ni pubertad. De madre y padre separados y varios hermanos, supo a flor de piel lo que es el mundo de la injusticia social a la que enfrentó, paradojalmente, con un impetuoso caudal de melodías y un afinado olfato para obtener lugares donde sus cualidades sonoras empezaron a recibir los aplausos de los oyentes, y la atención de los mercaderes del espectáculo.
Sus primeras actuaciones fueron precisamente en Mendoza, y con el seudónimo de Nery Nelson interpretaba canciones folklóricas. Este costado nativista fue abandonado de inmediato una vez que se instaló en Buenos Aires, en los primeros años de la década del 60 y sus paulatinos avances en sus relaciones, lo fueron incorporando al circuito de los elegidos. Fue así que ingresó al Club del Clan, una hechura porteña con raigambre en los primeros balbuceos del rock en nuestro país. Grabó sus primeras propias canciones, y ya sus títulos y letras anunciaban la impronta de sus contenidos: "Sacate la careta", "Bailando" "Dejala, dejala". Envuelto en la liviandad del espectáculo, a mediados del año 60 fue conmovido por la muerte, por un accidente, de una hermanita de 11 años de edad, que lo hundió en la tristeza, pero ya transformado en un cruzado de la felicidad de la juventud argentina, se lo denominó "el chango triste de las canciones alegres". Esa imagen y rictus de su rostro lo acompañaron para siempre sin impedirle los triunfos sucesivos en escenarios incluso internacionales: México, Miami y Europa. Fue catapultado al cine y a la televisión cuando ésta comenzó a incursionar masivamente en los hogares argentinos. Llegó a ser el típico triunfador, encumbrado como Palito Ortega, admirado y aplaudido por las luces, los halagos y la seducción de las mujeres, cantantes y artistas del cine, el teatro y la televisión y las millones de "fans".
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