domingo, 18 de marzo de 2012

Cualquier mendocino está en la mira de los delincuentes

( El joven Matías Quiroga, asesinado durante el frustrado asalto a un camión transportador de caudales)

Alberto Atienza

Los gobernantes y un hampa desmadrada

Mientras el joven Matías Quiroga era baleado en el frustrado intento de robo al camión blindado, todos los miembros del gobierno de Mendoza, diputados, senadores, secretarios, etc. estaban ocupados en otros temas y no en el que se llevó la vida del joven deportista. Ahí recién se les prendió la lámpara (funcionarios tracción a muerte) y salieron a hablar desordenadamente sin coherencia ni soluciones, sobre el problema de la inseguridad. Se manejan con parches. Asesinan a una anciana, a una niña y surgen declaraciones vanas. Y nada más. Siempre tratan algo distinto, menos lo fundamental, como es la amenaza de muerte que pende sobre todos y cada uno de los mendocinos.

La pregunta es ¿Qué le pasa a este gobierno que abandona al pueblo para que la delincuencia robe y mate casi impunemente? Aparentemente las posibles soluciones exceden capacidades de los elegidos. O son insensibles y no les importa lo que les sucede a familias mendocinas, mientras no les ocurra a ellos.
Hay muchas fórmulas para aplicar y salirle al paso a un hampa desmadrada. Se cuenta con excelentes especialistas en seguridad. Pero ninguno de los que cobran por protegernos (y les pagamos mucho) se anima a encarar el problema en su real dimensión: léase gobernador, gabinete, legisladores, jueces.
Para ir por partes. Un creciente polo de incremento de la delincuencia está dado por la niñez y adolescencia en estado de abandono. En todos los barrios humildes de Mendoza hay chicos sin horizontes. Una antigua y dura docencia expulsora los empuja a la deserción escolar. El líder negativo del barrio, joven, armado, drogado, borracho, cruel. “Carteludo” cuenta a veces con un homicidio en su haber, que la justicia aun no le achaca. Lo único que los chicos pueden ver, admirar, emular, es a ese vil cobardón que siempre ataca a los más débiles, en sus asaltos, en sus intimidaciones.
El rol protector del gobierno, el salvataje de esas criaturas a punto de ser enroladas en el malandraje, no existe. No se manifiesta. Y no es porque los funcionarios no conozcan lo que ocurre en esas barriadas. Lo saben perfectamente por sus aliados. Saben todo. Quién distribuye drogas. Quién vende armas. Los punteros, sus empleados y orejas, los ponen al tanto. Entonces ninguno puede argumentar desconocimiento. Si lo hace o si realmente ignora lo que sucede, porque vive adormilado en una nube de secretarias, de proyectos mineros, la muerte de una nena baleada debe despertarlo. O los reiterados tiroteos entre bandas rivales, que casi siempre por la pésima puntería de esos pandilleros, hieren o matan a algún vecino, adulto o niño.
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La única manera de salirle el cruce a uno de los sectores de producción delictiva es el descenso sobre los menores en riesgo. Símultáneamente y dejando de lado los compromisos partidarios con los habitantes de los barrios, terminar con las bandas armadas. Esos grupos de desaforados que muy seguido se lían a balazos en zonas residenciales, son por entero anormales. De ninguna manera se los puede tratar como algo corriente. Hasta en las noticias a esos enfermos de violencia, se los sindica como a jóvenes armados que luchan entre sí por causas que no se conocen. Un tratamiento casi romántico. Una suerte de caballeros andantes sin equinos y con pistolas automáticas. Y se reiteran los tiroteos. Y los lesionados. Y las víctimas fatales.
Ya es hora de que este gobernador que debuta, “escoba nueva” dé forma urgente a un proyecto de salvataje de los chicos en peligro. La mayoría son susceptibles de ser encaminados hacia un futuro digno. Hay una vida mejor, con juegos, deportes, buena alimentación, escuela, oficios, carreras que el estado protector debe proporcionarles. Si nadie se ocupa de ellos, son muchísimos, seguirán los pasos del “carteludo” y, sin transición, pasarán de la gaseosa al fernet, de la pelota a la 9 milímetros. Y a la droga, que en una primera conscripción, llegará gratis a sus manos. Una vez enviciados ingresan en el mundo del delito no para subsistir, para comer, sino para brindarse la mentirosa felicidad con que los narcóticos envuelven a seres débiles.
Uno, ciudadano común, observa el accionar policial en esos barrios y le surgen dudas. De pronto allanan la casa de un prófugo de la justicia, lo sorprenden durmiendo o tomando mate, o no está presente en el momento de la llegada de la policía. Invariablemente los agentes del orden no encuentran ni un arma, ni un gramo de algo en la casa del huidizo. Claro. La familia del buscado, inexorablemente inmersa en ese estado de enorme excepción que es el delito, apenas divisan a los uniformados pasan los “bagallos” con escopetas, pistolas, municiones y otras yerbas, a través de la medianera, a la casa de al lado. No hace falta que el vecino sea amigo o no del sujeto que la policía busca. Guardará el envío y se quedará callado. Las reglas de convivencia en los barrios ganados por el delito no las imponen las comunas ni las leyes. Se hace lo que el jefe mafioso manda. Hasta los policías residentes en esos conglomerados siguen las improntas fijadas por los pistoleros. Claro. Los uniformados se van a trabajar y sus familias quedan solas. Tácitamente se les hace saber que a su mujer e hijos nada les pasará mientras ellos se porten bien. Así es como si uno de esos policías ve a chorros del barrio llegar con una camioneta robada, llena de electrodomésticos, se vuelve inmediatamente ciego. Si se topa con una intensa “transa” de drogas por armas, mira las copas de los árboles que de repente se les aparecen bellísimas.

Entonces, ¿qué pasa con los funcionarios encargados de cuidar a la comunidad? ¿Al gobernador, sus asesores, no les han informado que cada vez habrá más robos, más muertes? ¿O creen, por ventura, que cual viento zonda, la violencia, sola, cesará? ¿Qué espera el número uno, que cualquiera de sus empingorotados ministros, o algún senador o diputado, sea inmolado por la escoria asesina para, por fin, proceder?
Si se ha hecho, nadie lo informó. Nada se sabe de la reactivación en la policía mendocina de una División de inteligencia. Alguna vez funcionó. Los “salvadores de la patria” los milicos genocidas, la transformaron en una sección destinada a espiar a los ciudadanos, delatarlos y luego desaparecerlos. Por eso cobró pésima fama eso llamado, nadie sabe por qué, “inteligencia”. Se le podría cambiar el nombre por los pésimos recuerdos que genera la palabra y ponerle “prevención” Y cumplir con todas las exigencias y postulados que ese término impone. Es imprescindible que policías de civil ocupen las calles, en lugar de los tradicionales uniformados, con sus autos y balizas. Prácticamente le dicen a los malvivientes “acá estamos, escóndanse, luego que pasemos, roben y maten tranquilos”
El que cada seccional arme su equipo de trabajo, no es un invento trasnochado. Se ha hecho antes y con excelentes resultados. Obviamente que el grupo central de ese sistema distinto debe ser el que derive de la conducción general de la policía. Para los investigadores de civil en las comisarías llega un momento en que conocen tanto al medio que le pueden salir al cruce a la comisión de delitos.
Está también desactivada la antigua tradición de los “soplones” deleznables para la moral común, pero muy necesarios en una misión de cuidar a la comunidad. Los “ortibas” o “batilanas” eran el alma de muchos operativos que abortaban grandes delitos cuidadosamente planificados. Se convertían en el elemento “imponderable” al que tanto le temen los organizadores de algún magno asalto.

Los policías se sorprenden cuando una banda asalta un blindado a una hora justa. El último robo fue evitado por los heroicos guardias del camión. La policía llegó después, casi cuando el telón se bajaba y se apagaban los aplausos. Los ladrones sabían en qué día y hora llegaría el transporte y que había dinero ¿Por qué no manejaban también ese dato los uniformados? Muy simple. Porque ninguna seccional elabora un modelo de mapa muy antiguo, de los días del plan Conintes, cómo será de viejo, en el que se inscriben los lugares de riesgo. Los sitios que los delincuentes pueden elegir para cometer sus fechorías. Se cierra ese organigrama con un acuerdo de protección con las empresas (bancos, supermercados, transportes de caudales etc.) Se elaboran planes en conjunto. La policía es informada con muchas precauciones sobre qué día y a qué hora cargarán dinero en un blindado. Y si también se enteran los chorros y bueno, peor para ellos, porque cuando ataquen se encontrarán con una sólida defensa. De no haber mediado el sacrificio injusto, doloroso, irreparable de la muerte de un joven durante el último asalto referido, el asalto ya estaría olvidado. El gobernador seguiría coqueteando con la minería, por orden de una presidenta que hace cosas buenas por la gente: los juicios por los crímenes de lesa humanidad, la asistencia a las madres. Y malas para la gente: la minería, el vaciamiento de la ANSES, el despilfarro de los fondos de los jubilados, cuando muchos de ellos cobran sumas más parecidas a un puñado de hojas secas y palitos que a un sueldo digno.
Algunos opinarán que es imposible, por más sistemas que se apliquen, eliminar la delincuencia que asuela a una ciudad, como la nuestra. Claro. Existieron ladrones de coches, jefes de activas bandas, que eran honorables ciudadanos, pulcros vecinos. Han funcionado en la historia delictiva mendocina abogados líderes de gavillas de ladrones. Familias enteras sindicadas como bandas: los Capano, los “Colchones Miados”. Jueces adictos a las ilegales peleas de perros. Es posible que a un vecino se le “alise” el rostro y se vuelva rufián (Cafiso, fiolo también caralisa) Nadie puede impedir esas apostasías. De coquetos barrios, lindos edificios, surgen a veces hábiles estafadores, timadores de “guante blanco”. Esa es otra de las formas del delito. Por fortuna esos sujetos de doble vida no son muchos. Algunos caían tras las rejas por la observación a que era sometida cualquier situación que apenas saliera de lo normal (Inteligencia)

En lo que respecta a la reiterada presencia de policías y guardiacárceles vinculados, cada tanto, a graves hechos delictivos, la falla consiste en la no existencia de una sección que en organismos de otros países se denomina “control interno” Cuenta Mendoza con algo levemente parecido. Una Inspección general de seguridad que se limita exclusivamente a hacer sumarios a agentes del orden y penitenciarios que cometen ilícitos. Entre los directores de esa oficina figura un ex funcionario de seguridad tan pero tan torpe en su gestión que le robaron todas las armas de secuestros judiciales, muchísimas. Hasta le pusieron una falsa bomba, un artefacto explosivo de pacotilla, en el inodoro del baño privado de su despacho. Algo así como un atentado de utilería a un clown en rol de jerarca. Ese sujeto investiga a policías. ¿Qué les parece?
Averiguaciones previas, seguimiento de servidores públicos sospechados de mantener vínculos con el hampa, no se realizan. Y luego sobrevienen las sorpresas, por falta de vigilancia, de atención, de trabajo.
Es el momento entonces que el gobernador, ministros, legisladores, todos, sin excepción, dejen de complacer a la presidenta con sus decisiones teñidas de soberbia. No puede evitar engolosinarse a cada rato la agraciada dama con el 50 y algo por ciento con que ganó las elecciones. Pobre. Se cree una divinidad reencarnada por la magia de esa suma y la repite y la repite. Y de esa, su petulancia, o de compromisos que el pueblo ignora, emana la entrega inminente de parte de nuestro país a las mineras internacionales.

Algunos papeloneros intendentes mendocinos salen a hacerse los caudillos apoyando a las perniciosas excavaciones. Y todo el mundo se da cuenta que esas airadas posturas no son otra cosa que un ferviente, enorme, inevitable deseo de agradarle a la bella Cristina. Todos se dan cuenta. Por favor…
Si el gobernador no se decide a salvar al pueblo que lo eligió y dejarse de joder con la minería, quedan solamente soluciones extremas. Una comunidad que se arme para imponer justicia por mano propia, ante una creciente ineficiencia policial. Vecinos que decidan terminar con las bandas tiroteadoras de los barrios, con los conflictos que ello implicaría. La quema de viviendas de los dañinos, para que se vayan de los lugares que contaminan. Y un sinnúmero de acciones ilegales más parecidas a los detonantes de una guerra civil, que a la defensa de las familias. Si el primer mandatario, con la esperanza que han depositado en él, por ser “escoba nueva” no “barre” al flagelo que está asesinando a la ciudadanía, sobrevendrá el caos.

Cuando un estado pierde el manejo de una de sus importantes atribuciones, la seguridad, por ejemplo, se inicia de modo automático el principio de disolución de ese estado (Hegel). Quedaría en reemplazo de esa entidad, un ministerio con edificios de cotillón, llenos de disfrazados de azul, que se desplazan con aullidos de sirenas, en autos pintados como escarapelas y llegan a lugares donde todo ya pasó.
¿Estamos cerca de esa atomización y que el mando en algunos sectores como barrios, rutas, queden en manos de los delincuentes? ¿Le entregaremos la provincia a los criminales para se instalen más a gusto de lo que están? Acá no hay prevención, no hay rescate de sectores sociales en peligro. Y la represión casi siempre es tardía. Quedan los muertos inocentes como víctimas de la inoperancia. Y la furia de la ciudadanía: más de 3.000 manifestantes por el homicidio del joven Quiroga.
¿Se ocuparán de nosotros el gobernador, gabinete y legisladores?
¿No se dan cuenta de que nos están matando?


La Quinta Pata, 18 – 03 – 12

La Quinta Pata

1 comentario :

Anónimo dijo...

yo no se q clase d argentina soy,pero se q no mataria ,ni por una mochila ,ni por un supuesto camion lleno de dinero.q clase de argentino ,mata a otro argentino? q clase d argentino se preocupa por las islas malvinas,por los ingleses,por messi, hoy q hay hambre! q la moneda nacional(el peso argentino) no tiene respaldo monetario,q es tan inservible como un patacon ,como un lecop ,q clase d argentina sos kristina? y quien es tu hijo?? q clase d argentino es q cobra subcidios estatales,q clase d gente somos?? de q estamos hechos?? q es ser un argentino? ser un asecino? ser uno q expone a sus hijos a ser asecinados?yo no quiero ser d estas clases d argentinos como me duele el pecho al decir: como me gustaria no ser argentina! samanta.

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