domingo, 18 de marzo de 2012

Volviendo a ser suramericano

Clara Marcela Franco Cadavid

Lo que de raíz se aprende nunca del todo se olvida
Lucio Anneo Séneca

Cada época, cada generación tiene algo digno de ser perpetuado. Las nuevas se están privando de conocer los secretos que llevaron a sus antecesores a vivir en armonía, a conocer su historia. La humanidad desde el principio de los tiempos ha buscado la manera de comunicarse y dejar huellas para los que vendrán más adelante. Es tiempo de pensar qué vamos a dejar nosotros, cómo nos verán en el futuro, qué podemos aportar para la conservación y el desarrollo de nuestra especie hoy.

Estamos permitiendo que la imaginación de nuestros niños quede en manos y boca de extraños. ¿Será por esto entonces que cada día perdemos más los valores que nos identifican como suramericanos? Eso que hace que el mundo entero hable de nuestra calidez como pueblo, que visiten nuestros países y se maravillen de la atención y comportamiento de nuestra gente, de la hermosura de nuestro folklore, la riqueza de nuestro paisaje, la fertilidad de nuestra tierra.

Recuperemos nuestras raíces, recordemos ese tiempo en el que respetar a los mayores era innato e incorporado casi por inercia a nuestra conducta, ese tiempo en el que nuestros héroes eran los padres, abuelos y maestros aun cuando no tuvieran educación formal. Personas que aprendieron de la vida viviéndola, experimentando, cometiendo errores y usando el sentido común. Hombres y mujeres que se preocupaban por la tierra incluso antes de que se pusiera de moda el tema del calentamiento global. Que sonreían mucho y lloraban poco porque entendían que hay cosas en la vida que son inevitables y no podemos tener todo lo que queremos.
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Volvamos a ser ese pueblo humilde regido solo por las normas del corazón y el respeto por la humanidad y la madre tierra. Tomémonos un tiempo para escuchar lo que tiene que decir ese anciano que sale a poner migas de pan en el suelo para ver a los pájaros acercarse y pintarle una sonrisa, para viajar y conocer ese pequeño pueblo del que tanto nos hablaron los abuelos y que le da un brillo especial a su mirada. Esos paisajes que evitaron la ahora tan común visita al sicólogo. Esas caminatas a solas por los montes y campos que devolvían el espíritu a las personas como por arte de magia, que también a nosotros nos canten los vientos, nos saluden las flores y nos acaricie el firmamento.

Reactivemos nuestros sentidos, esos que sin querer nos traen recuerdos en los aromas, nos arrugan el corazón con sonidos casi olvidados, nos hacen soñar con las texturas, nos devuelven a la infancia con sabores y nos recuerdan quienes somos en cada paisaje. Hagamos que aquellos que ven en nosotros un ejemplo tengan más recuerdos y conexión con lo que realmente importa.

Dicen que el que escucha consejos llega a viejo y debe ser cierto. Nuestros viejos escuchaban y aprendían de sus mayores porque algo bueno debía tener su forma de vida si les permitió llegar a esa edad. Cuál sería entonces el secreto de nuestros predecesores, cómo lograban mantener el equilibrio de la tierra y de ellos mismos.

Aprendamos a contar nuestra historia, recuperemos el tiempo y las palabras para dejar huellas en las mentes en crecimiento, creemos nuestros propios mitos y fábulas sin olvidar las antiguas, fusionemos pasado y presente para hacer posible un futuro.

No quiere decir esto entonces que todo tiempo pasado fue mejor, implica que tenemos una idea equivocada del tiempo, que estamos valorando nuestras vidas solo en términos de productividad y eso nos deja poco espacio para vivir. Utilicemos entonces esa sabiduría de antes y los desarrollos de ahora para hacer más fácil el proceso de reparar nuestra tierra y nuestro espíritu.

Contamos con mentes brillantes, cuerpos fuertes, tradiciones majestuosas, diversos folklores, tierras aptas, agua potable. Por qué no volver a decir con los pulmones cargados de fuerza, el cuerpo erguido, la sangre caliente y espíritu lleno de orgullo soy suramericano .

La Quinta Pata, 18 – 03 – 12

La Quinta Pata

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