Ramón Ábalo
El revuelo – y revoltijo – ahora viene de afuera en paralelo con el de adentro, aquí en la Argentina reivindicadora de su soberanía malvinense y petrolera. De afuera, desde la España rémora de la conquista y depredadora de nuestro continente sudamericano, rémora del franquismo, del catolicismo oscurantista (Opus Dei, Verbo Encarnado) actualizada en el presente a horcajadas de la cloaca del neoliberalismo capitalista, expresión del imperialismo degradado.
Enajenados los mandamás de esa España, que no es la España de los indignados, de los que se quedan sin trabajo, los que enaltecen la cultura universal, ese pueblo de la solidaridad con los exiliados en épocas de canibalismo latinoamericano, africano y asiático, aquellos, decimos, son a la vez mandaderos de las multinacionales de todo tipo, mandaderos de los centros del poder financiero, del FMI, el BID y cuantos más. Claro, en lo personal, por cientos de miles de dólares, la verdadera dependencia y defensa que hace Mariano Rajoy, el primer ministro, cuando lanza llamaradas contra la legítima acción de Argentina – del gobierno y el pueblo – de recuperar los recursos naturales que le son propios: "...estamos dispuestos hasta a romper las relaciones económicas y fraternales", lanzó el funcionario del FMI. En la misma tónica, la Comisión Europea, organismo ejecutivo de la Unión Europea, se manifiesta prepotente: "...sería la peor señal que pueda dar la Argentina a los inversionistas extranjeros…" Es decir, la acción ética y patriótica de recuperar lo que la corruptela menemista y del Cassia dirigente gremial petrolero entregadas a vil precio, les da escozor porque ahora se enfrentan a pueblos, países y gobiernos como estos de la Latinoamérica y el Caribe que recorren andariveles y carriles que ya no tienen como meta las metrópolis del llamado primer mundo.
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