domingo, 15 de abril de 2012

Salida con paliza encima de Afganistán

Immanuel Wallerestein
(Traducción: Hugo De Marinis)

Los dos candidatos a la presidencia de Estados Unidos parecen estar tratando de medir quién grita más en lo que respecta a Irán, Siria, e Israel/Palestina. Cada uno reivindica que hace más que el otro en la consecución de los mismos objetivos. ¿No resulta extraño que no esté aconteciendo al mismo tiempo una puja verbal similar en lo que concierne a Afganistán?

No hace mucho, fuimos testigos del mismo juego demócrata-republicano acerca de Afganistán. ¿Cuál fue el partido más macho? Recordemos aquel concepto de que un “aumento” de tropas podría ganar la guerra, concepto al que adhirió el presidente Obama en su discurso a la Academia Militar de Estados Unidos en diciembre de 2009. Ahora de repente, desde marzo de 2012, el asunto da la impresión de haberse convertido en algo de lo que nadie tiene intención de hablar en voz alta.

Hay algunas explicaciones simples. En la guerra más larga en la que Estados Unidos se ha involucrado – la guerra en Afganistán – hay muy pocos resultados para mostrar. El enemigo designado – el Talibán – es una fuerza con increíble capacidad de recuperación, particularmente por supuesto en las áreas de Pastún, que es la mayor zona de concentración étnica en el país.

Los Estados Unidos más o menos por sí solos impusieron a Hamid Karzai, un pastún no talibán, como presidente de Afganistán. Karzai no ha sido ni es apreciado por los líderes de varias de las otras zonas étnicas del norte y oeste del país. Estos líderes han tratado por años de destituirlo. Estos otros grupos cuentan con el apoyo en algunas potencias extranjeras: Rusia, Irán e India, la totalidad de las cuales tienen tanta determinación como la de Estados Unidos en impedir el retorno al poder del Talibán. Pero Estados Unidos no trabajará con Irán, es dudoso que lo haga con Rusia y no parece, tampoco, coordinar con India.
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En febrero de 2012, unos soldados estadounidenses quemaron unos libros del Corán, lo que llevó a violentas protestas públicas en Afganistán. Luego, 16 niños, mujeres y hombres afganos fueron masacrados por un soldado estadounidense. El gobierno de Estados Unidos pidió disculpas por ambos incidentes, pero esto no calmó la tormenta. El 18 de marzo, el presidente Karzai denunció a los estadounidenses en Afganistán como “demonios” que practican “actos satánicos”. Dijo que Afganistán está acosada por dos demonios: los Talibán y los estadounidenses.

El New York Times citó a un anónimo diplomático europeo que afirmó: “Nunca en la historia una superpotencia ha gastado tanto dinero y enviado tantas tropas a un país y tiene tan poca influencia sobre lo que su presidente dice y hace”.

Los Estados Unidos, con la intención de proteger mínimamente sus posiciones, han comenzado a retirarse. El secretario de defensa Leon Panetta ya había señalado en febrero que los Estados Unidos empezarían a reducir los roles de combate, no a fines de 2014 como se había planeado originalmente, sino a mediados de 2013. A principios de abril fueron aun más allá. Anunciaron que comenzaban a pasar el control de las misiones de operaciones especiales (por ejemplo, el uso de drones e incursiones nocturnas) a las fuerza afganas. Las tropas estadounidenses ahora pasarían a jugar un papel de “apoyo” solamente.

El ministro de relaciones exteriores de Afganistán, Zalmai Rassoul, no sonó muy agradecido. Anunció que una vez que las tropas de Estados Unidos y la OTAN dejen el país en 2014, Afganistán no permitirá que su territorio sirva como plataforma de lanzamiento para ataques de drones contra Paquistán.

Los paquistaníes, mientras, le tiraron un jab adicional a la potencia norteamericana. El 12 de abril, el parlamento aprobó “unánimemente” una lista de condiciones para mejorar sus relaciones con Estados Unidos y reabrir las rutas de abastecimiento de la OTAN a Afganistán. Las condiciones incluían poner fin a los ataques de drones en territorio paquistaní y una “disculpa incondicional” por haber matado a 24 soldados paquistaníes durante un ataque aéreo de la OTAN en noviembre de 2011. Los Estados Unidos se resisten a aceptar tales condiciones. Pero dadas las ahora claras divergencias de las políticas estadounidenses y paquistaníes en cuanto a sus objetivos en Afganistán, no está claro que la posición de los Estados Unidos prevalezca.

El 4 de abril, Lawrence Korb, asistente de la secretaría de defensa en la administración de Reagan, publicó un artículo con el siguiente título: “Ya es tiempo de dejar que Karzai nos eche”. Korb argumentaba que Estados Unidos desde 1945 ha sido “mucho mejor para iniciar guerras que para terminarlas satisfactoriamente”. Se estaba refiriendo a lo que consideró una innecesaria pérdida de vidas en los dos últimos años de las guerras de Corea y Vietnam.

La excepción, planteaba, ha sido Irak, donde los Estados Unidos se han retirado porque “el primer ministro Nouri Al-Maliki no nos dejó otra alternativa”. Korb festejó: “En Irak, el gobierno de Estados Unidos tuvo suerte”. Su conclusión: “Así como al Maliki nos obligó a hacer lo correcto, debemos permitirle a Karzai que tome el control de su país tan pronto como lo desee”. Korb es un analista conservador republicano, que ve como una máxima ventaja para Estados Unidos que sea obligado a irse de Afganistán lo más pronto posible.

Korb no está solo. Una encuesta del Washington Post y la cadena ABC publicada el 12 de abril muestra que solo el 30% de la población cree que esa guerra haya valido la pena. Aún más notablemente, por primera vez, una mayoría de republicanos estuvo de acuerdo con que la guerra no valió el esfuerzo. Dos cosas están pasando en términos de la opinión pública en los Estados Unidos. Primero, los afganos no parecen festejar los esfuerzos estadounidenses ni les importan sus pérdidas militares. Muy por el contrario. El machismo está cediendo su lugar en Estados Unidos a la retirada luego del rechazo. Segundo, los costes de la guerra en Afganistán son astronómicos en un momento en que Estados Unidos, y más particularmente los republicanos conservadores, buscan reducir sus expensas dramáticamente.

Mi predicción: Sigilosa pero seguramente, el presidente Obama va a seguir el consejo de Lawrence Korb.

Common Dreams – La Quinta Pata, 15 – 04 – 12

La Quinta Pata

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