Ramón Ábalo
No está en el umbral, ni en el tejado, a punto de una caída mortal. Está "en capilla", ya con la soga al cuello. La metáfora de "en capilla", o "estar en capilla" manifestaba un momento en que el reo, condenado a muerte, antes de la ejecución, era trasladado a una capilla para que se despojara de sus pecados ante el Magnánimo, y morir en santidad. O al menos sentirse perdonado. Pero ya era.
Y Otilio Romano ya fue, aunque siga existiendo físicamente. Lo que le queda de una existencia física se arrumbará en un ambiente enrejado, es decir, prisión perpetua y en cárcel común. Será una pena doblemente dolorosa para él, seguramente, porque aspiraba a un ostracismo en paraísos terrenales, lejos del "mundanal ruido" de los tribunales, jueces, fiscales, abogados querellantes. Y los rostros, las miradas y el dedo acusador de sus víctimas, en vivo y en directo: Rosa Gómez, Luz Faingold, Fernando Rule y decenas más, en 104 causas que lo involucran concretamente como responsable directo y cómplice de los genocidas.
En nuestro país la temática de derechos humanos, incluida el concepto del deber de hacer justicia, es política de estado, lo que gran parte de los pueblos latinoamericanos, víctimas de genocidios, aún bregan por derecho identitario e inalienable de la condición humana. En Chile con signos ideológicos del aparato institucional distintos a los de Argentina, se ha dado un paso en esa reparación con una decisión del gobierno que da por tierra con la pretensión del que ya fue: "...del estudio de todos los antecedentes aportados y recabados no fue posible acreditar de un fundado temor de persecución y no lo considera, el ministerio del interior, un refugiado político..." Los nuevos tiempos latinoamericanos, impregnados de atmósfera libertaria, se esparcen por las geografías más áridas.
Un intento similar al de Otilio Romano, parece ser el del empresario azucarero y también genocida, Carlos Pedro Blaquier, hoy en la picota por haber sido uno de los empresarios del ingenio tucumano Ledesma, que ordenó, en connivencia con los golpistas genocidas, la llamada "noche del apagón". Ocurrió en plena dictadura, y resultaron víctimas decenas de trabajadores de dicho ingenio. Blaquier no se presentó esta semana a una indagatoria ordenada por un juez federal, y "viajó al Uruguay por cuestiones de salud". Pero tampoco escapará a la justicia.
La Quinta Pata, 20 – 05 – 12
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