domingo, 14 de abril de 2013

Comunidad

Rolando Lazarte

Comunidad, la vida más cerca. No es por casualidad, que el mundo actual se vuelca cada vez más hacia lo comunitario, hacia las esferas de vida y acción más próximas de la persona, y, por qué no decirlo, al interior de la propia persona, que es también comunitario, aunque nos ocurra muchas veces que lo olvidemos.

Desde que somos niños, o mejor dicho, a partir del momento en que empezamos a dejar atrás nuestra infancia, alguna cosa en nosotros empieza a perderse. Dejamos la unidad, y vamos hacia lo fragmentario. Salimos de un mundo en el que nos movíamos con relativa seguridad y confianza, para un mundo en el que es forzoso pensar y calcular, prevenirse, desconfiar.

Pero puede hacerse el camino de regreso. De hecho, la memoria guarda todos los recuerdos de todos los tiempos vividos. También, obviamente, los de la infancia. ¿Y como es que puede ser vigente, o, mejor dicho, por qué es que es vigente, hoy como siempre, lo comunitario?

¿En qué sentido, y como podemos recuperar esta dimensión, en una sociedad de cambio acelerado y anonimato, en la que se pierden muchas veces los valores básicos del respeto, de la confianza, del creer que esa otra persona que está ahí, puede ser si no un colaborador o colaboradora, al menos alguien que no nos hará daño ni se aprovechará de nosotros?

¿Como restablecer la confianza en un mundo de personas muchas veces desarraigadas, personas que perdieron la noción de sí mismas, de quiénes son, del lugar de donde vinieron, de sus luchas, de los trabajos arduos que tuvieron que llevar a cabo para llegar a ser quienes son hoy?
▼ Leer todo
No creo que haya respuestas hechas, y menos aún, respuestas únicas. Creo que hay varios caminos de reencuentro de lo comunitario en cada ser humano. Y no pretendo perder tiempo con generalidades, y sí hablar de experiencias. Cosas que vivo hoy, como dice la canción.

Tengo la impresión de que el reencuentro del yo niño, es un punto de partida importante para este reencuentro de lo comunitario en mí. ¿Cómo puedo traerme de vuelta, si hoy me transformé en una persona importante o al menos ocupada, llena de cuentas a pagar, con un tránsito que me saca de las casillas, con familiares que a veces también ponen a prueba todas mis capacidades de coexistir con los demás?

Puedo ensayar caminos simples. Mi madre se transformó en una referencia muy importante en mi camino de vuelta a esta simplicidad. Otras personas muy queridas, en el ámbito familiar más próximo, también son referencias importantes, en la medida en que son personas que no juzgan a los demás por el dinero o la posición social o el nivel intelectual, sino que tratan a las personas como tales, como gente.

Yo me crié en este espacio, con estos valores. Y he recreado, en una medida notable, estos valores en mi círculo de amigos y de personas con las cuales interactúo en los varios movimientos sociales o redes de los que formo parte. Pero más allá, como dice Julio Cortázar, está el mundo. No el mundo pensado, sino la calle, la gente, con valores y formas de actuar que no necesariamente coinciden con los de esta red más próxima de la que participo.

Aquí es donde me parece que puede ser interesante compartir algunas experiencias oriundas de lo que uno aprende cuando empieza a interactuar en la red de la Terapia Comunitaria Integrativa (TCI). Uno va perdiendo una sensación de extrañeza, va perdiendo una sensación de estar perdido, sin rumbo, sin solución. Va recuperando una especie de inocencia. Aprende que uno tiene más cosas en común con las personas alrededor.

Los otros días, en una de las oportunidades en que me encontraba en un aeropuerto, me quedé mirando a las personas. Noté que había una diferencia grande entre mis anteriores formas de mirar a la gente, y que esta mirada nueva tenía que ver, tiene que ver, con lo que he ido aprendiendo en la TCI.

Simplemente las personas que veía, no me parecían tan extrañas o lejanas. Me he acostumbrado a coexistir con personas muy diferentes entre sí, de distintos lugares, profesiones, formas de ser, etc. Esto ha creado una proximidad. Este es uno de los sentidos de comunidad a los que me estoy refiriendo aquí.

Tengo que aclarar que estas anotaciones no tienen por objetivo una discusión sociológica sobre lo que es la comunidad, sino más bien, un diálogo desde la experiencia, del cual, sin embargo, no pueden ni deben estar ausentes los aportes de la sociología, por cierto valiosísimos.

Cuando hablo de comunidad, me refiero a esta pérdida de un sentimiento de extrañamiento. Este es un sentido primero, elemental, pero sin embargo muy importante, para el proceso de reconocimiento de la persona por ella misma, el proceso por el cual la persona vuelve a tener noción de quién ella es.

En la medida en que la persona vuelve a encontrarse muy semejante a los demás, lo que no implica que se crea igual a los demás, pero sí muy parecida, se crea una familiaridad. En las ruedas de TCI, muchas veces coexisten personas de varios niveles socio-económicos.

Estudiantes y amas de casa, personas semi-analfabetas y doctores o profesores. Personas de varias edades. Se rompen los tabicamientos sociales. Uno empieza a encontrarse con gente, como gente, y no desde una posición social o desde un papel social.

Me acuerdo de una mujer en Souza, en el interior de Paraíba, el estado donde vivo. Era una formación en TCI. La mujer dijo, en un momento: yo creía que era solamente esposa, ahora me doy cuenta de que puedo ser yo. Y tenía mucha alegría. Nunca me olvidé de esto. Y no es un caso aislado.

Muchas personas vienen a las formaciones desde posturas muy fijas. El militante social o sindical, la profesora, el funcionario público, etc. En el processo formativo, los papeles empiezan a dejar lugar para que aparezca la persona. Esto es lo que llamo comunidad en un sentido primero o elemental. A partir de aquí, la persona puede volver a empezar a relacionarse consigo misma y con los demás, desde otro lugar, un lugar más suyo, podríamos decir.

Las máscaras sociales dan trabajo para mantenerse. Cuando vuelve esa inocencia primera, el niño o la niña interior, se restaura una tranquilidad bastante grande. Esto que estoy comentando aquí, es una experiencia, pero es una experiencia bastante difundida.

En la medida en que uno va deshaciendo el extrañamiento, el miedo, el otro deja de ser tan amenazador, o deja de ser amenazador del todo. Se abre un espacio para un trato más ameno o más amigable, al menos en potencia, con personas nuevas, desconocidas.

De algún modo, ahora sé que esa persona que no conozco, no va a ser tan diferente de otras que sí conozco. Y esto ya es otra pequeña aproximación a otro grado de comunidad. A otra posibilidad de un encuentro menos agresivo, menos violento, porque menos preconceptuoso.

Hay una especie de crédito previo, al menos. La experiencia dirá cuál será el rumbo de la relación que podría establecerse, o no. Pero de antemano se evita el miedo que conduce a la violencia. Las otras personas, en la medida en que estoy más en mi proprio centro interior, más arraigado en mi propia experiencia y en mi propia historia de vida, no son tan diferentes de otras personas que conocí y conozco, entre las cuales estoy yo mismo.

Esto no es ir yendo hacia una homogeneidad, sino más bien al contrario, es ir dehaciendo el concepto de masa, de cosa ajena y potencialmente peligrosa, porque imprevisible, hacia algo más familiar. Y esto es, otra vez, en algún sentido, comunidad.

Comunidad es lo común, pero no solamente como una cuestión de palabras, sino como algo común que vuelve a vos, algo común de lo cual te ves de nuevo formando parte. Uno puede haberse ido distanciando de esa sensación de sí que nos fuera propia en el comienzo de la vida.

Las normas sociales, la formalidad, la necesidad de ser aceptados. Uno termina no sabiendo más quién es. Cuando uno se empieza a ver no más aislado, sino reintegrado en la trama social de la existencia, recupera esta sensación de comunidad, de ser parte de lo que es común. Lo que es propio del ser humano, de la vida humana.

Cuando uno recupera esa sensación de pertenencia, de ser parte y formar parte, la comunidad está muy cerca. Esto ya es comunidad, en un sentido muy esencial y muy simple. Las distintas socializaciones a las que somos sometidos a lo largo de la vida, pueden haber ido estableciendo una distancia del ser real, del ser auténtico que cada uno de nosotros es.

No hables así, no te rías, por que sos tan...Uno incorpora nociones negativas sobre uno mismo, no confía más en sí mismo, no se quiere más. Esto es algo muy común, pero puede y debe irse revirtiendo, si es que uno quiere de nuevo ser feliz. Si es que uno quiere de nuevo vivir una vida en paz, con los conflictos normales de la existencia pero con una sensación de pertenencia a la realidad, sin la cual la vida es un infierno.

Yo sé que aquí se han dado solamente algunas pinceladas, a partir de experiencias personales. Esta es una invitación para ir más lejos. Para seguir buscando caminos de recuperación de nociones de pertenencia, de las cuales depende en buena medida la posibilidad de una existencia plena. Todos somos seres individuales, únicos, pero esta unicidad y originalidad, no nos separan, sino nos asemejan y nos unen a la continuidad de la vida, nos integran a la totalidad de la humanidad.

La Quinta Pata

No hay comentarios :

Publicar un comentario