domingo, 12 de mayo de 2013

La lucha es por y con las ideas, pero...

Ramón Ábalo

Siempre lo fue, aunque muchas veces acompañadas por la violencia, o sea la lucha armada. Y esto se produce cuando los pueblos ven cerrados los caminos de la institucionalidad democrática y republicana. Ello ocurrió en varios momentos de nuestra historia, pero el más expresivo lo fue en las décadas del ‘60 y ‘70, en las que surgieron las organizaciones populares armadas, pero con una rica sustancia política e ideológica como nunca antes. Claro, fue una respuesta a la persecución que propinó al pueblo argentino y sus organizaciones políticas y sociales la dictadura del ‘55, la de Aramburu y Rojas. Pero también encontraremos situaciones similares de persecución política e ideológica en nuestra historia, como las que se pueden contar desde el costado de las primeras etapas del radicalismo y del anarquismo precedidas por las luchas intestinas del periodo de la anarquía y el de los enfrentamientos de unitarios y federales. Todas se desplegaron a partir de las políticas del poder, institucional o no, ejerciendo el despotismo contra los sectores más representativos de los intereses populares.

Otro ejemplo anterior al de la persecución al peronismo fue la lucha del radicalismo, que nació en junio de 1891 para enfrentar al republicanismo unipersonalista de la oligarquía vacuna posterior a la constitucionalidad de 1853. El precursor fue Alem, caudillo civilista de nuevo cuño, superador del caudillismo de la anarquía pre constitucionalista y que se expresa después de la batalla de Pavón cuando es derrotado Juan Manuel de Rosas, emblemático representante del caudillIsmo federal. El radicalismo inaugural de Alem lo es en representación de las clases bajas, incluidos los de las corrientes migratorias, a las que el líder representaba por ser "compañeros desposeídos". Desde el mismo momento de su aparición en el escenario político, el radicalismo se instaló como una especie de ariete contra las prácticas antipopulares y antidemocráticas en nuestro medio.

En 1889, los sectores populares son víctimas de versiones actualizadas de la pobreza extrema y la exclusión, como asimismo de la presencia del estado por medio de sus gobiernos. Todo a consecuencia de una grave crisis económica, con baja de salarios, desocupación, persecución política, lo que desata la rebeldía social expresada en numerosas y continuas huelgas. Recordar que ya en 1878 se había registrado el primer gremio obrero en el país, el de los trabajadores de la imprenta, al que le siguieron de inmediato otros más, dando comienzo a las luchas reivindicativas de los derechos del trabajador, incipiente pero que se extendía, incluso al interior del país, como en Mendoza. Es el momento en que la UCR, con el liderazgo de Alem y sus "cívicos", protagonizan, el 1 de setiembre de ese 1889 la llamada Revolución del Parque que no llega a buen término pero prolonga la rebeldía que tiene otro hito armado en 1890, y que causó la caída del gobierno de Juárez Celman, quien fue reemplazado en la presidencia por el vice, Carlos Pellegrini. El radicalismo, entonces, levanta como banderas programáticas la libertad política, la honradez administrativa, la impersonalidad de la coalición y el sentimiento nacional.
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Al llamarse a elecciones para presidente, el radicalismo lleva como candidato a Bernardo de Irigoyen. Pero días antes de la fecha de la jornada comicial, Carlos Pellegrini que ejercía la titularidad del ejecutivo nacional, inventa y "descubre" un complot radical, por lo que inmediatamente decretó el estado de sitio. Son detenidos los líderes radicales más conocidos, y las elecciones se realizan el 2 de abril de 1892, ganando, obviamente, el caballo del comisario, en este caso Roque Sáenz Peña. Y como respuesta, el radicalismo inicia otra acción armada el 30 de julio de 1893, convencido Alem y sus seguidores que en el marco del poder político conservador se le impediría siempre las posibilidades legales o institucionales de acceder al gobierno, y lanza como proclama doctrinaria de que en adelante la acción política será el "de la intransigencia radical". Como consecuencia, el 30 de julio de 1893 inició una nueva insurrección que se extendió hasta octubre, en que fue vencida, y Alem detenido.

En medio, se suceden al interior de la UCR una serie de crisis, especialmente entre Alem e Yrigoyen, que era su sobrino. Puede que la sumatoria de frustraciones revolucionarias y electorales, como este enfrentamiento, muy serio, es que Alem tomó la decisión y concretó el suicidio. A partir de ese momento dramático, asume el liderazgo su sobrino Hipólito, y en el mismo camino que su tío por el poder político, en 1905 dirigió otra acción armada que también fracasó - en el único lugar que triunfó fue en Mendoza - pero fue más que una advertencia para el conservadorismo en el poder. Y es entonces que Sáenz Peña logra que el congreso apruebe su propuesta del voto universal, secreto y obligatorio, con el cual el radicalismo impuso electoralmente, en ese marco, a Hipólito Yrigoyen en la presidencia de la nación. Fue en 1916.

Y claro, fueron las ideas que reclamaban un país realmente democrático e igualitario las que motorizaron también las acciones violentas - revoluciones y lucha armada - para enfrentar a la prepotencia e ilegitimidad de los gobiernos conservadores fraudulentos, quienes daban a esa ilegitimidad los condimentos de la violencia institucionalizada.

Nuestro compañero y comandante Fidel ha proclamado que la lucha por el poder popular es por - y con - las ideas. Es la esencia del socialismo siglo XXI proclamado por el igualmente compañero y comandante Hugo Chávez. Es una construcción política e ideológica que tiene como base las experiencias de lo que fue el llamado socialismo real de la Europa oriental y la Unión Soviética, las revoluciones nacionalistas del África colonizada, aquellas de Argelia, Egipto, el Congo de Lumumba y la de Bolivia de 1952, que dan continuidad a las nuevas experiencias de lucha de los pueblos en pleno desarrollo libertario como el nuestro de Latinoamérica. En primer lugar las ideas para el rescate de la conciencia colectiva, pero -lo estamos destacando- la historia nos exige que estemos alertas, porque es el enemigo el que transita por el andarivel de la violencia. La puntada final para el triunfo del socialismo siglo XXI rechaza desde ya, nos lo dicen esas experiencias históricas, cualquier manual del maquiavelismo capitalista elaborado para horadar esa conciencia con el cuento de los cambios pacíficos, los que se debieran dirimir en mesas de discusión, sin gestos ni lenguajes altisonantes. Es decir aquello de que hay que cambiar para que no cambie nada.

La Quinta Pata

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