domingo, 12 de mayo de 2013

Rugidos

Alejandro Boverio

En “Materialismo ensoñado” (Tinta Limón, 2011), León Rozitchner acomete los problemas que atraviesan su obra entera, esta vez exponiéndolos en su sustancia desnuda.

Materialismo ensoñado
León Rozitchner
Tinta Limón, 2011
80 páginas

No dejamos de leer los libros de León Rozitchner. En ellos siempre se busca una atadura material para la filosofía, una carnadura que la vuelva sobre aquello que nos constituye. Y con la publicación de su último libro parecen coronarse las preocupaciones que atraviesan su obra entera. Ahora, si a lo largo de ella los problemas crecieron como críticas a otros pensamientos (los de Scheler y los de Agustín, pero también los de Freud y los Perón), en Materialismo ensoñado esos mismos problemas dejan de lado la negatividad para encontrarse, acaso por primera vez, en su sustancia desnuda. Tal vez por ello no haya mejor lengua para expresarlos que una poetizante, que es la que se alza a lo largo de los cuatro ensayos reunidos en este libro.

La lengua misma es, a su vez, la cuestión que obsesiona en esta ocasión. En su anudamiento con una persistencia: el problema del poder y la dominación. La búsqueda es, entonces, la de un lenguaje que pueda sustraerse al corte que opera el terror sobre ella. Y, en efecto, ese lenguaje es uno poético. Si Benveniste en Problemas de lingüística general señalaba que entre lo semiótico y lo semántico existía un hiato que no podía terminar de explicar, hiato al que Agamben intentó darle un sustrato metafísico a través del concepto de “infancia”, Rozitchner (sin hacer referencia explícita a este debate), de alguna manera también está pensando ese hiato, pero de un modo político.
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En la infancia somos uno con la madre y con la lengua materna, y vivimos en una lengua ensoñada y primigenia, plena de sentido. Podríamos decir que, para Rozitchner, en la infancia no había hiato alguno: “Si tratamos de recuperar esa primera lengua, que no tenía palabras que permitieran la separación entre significante y significado, y era diferente, por lo tanto, a la que ahora hablamos, pero que iba creando sin embargo el lugar más propio de ese intercambio que nos abrió el sentido (…), (ella) no había alcanzado a construir los significantes sostenidos por la palabra de una lengua orgánica cuya estructura ex nihilo no se pregunta por la experiencia histórica-arcaica que la ha creado”. El ensueño materno, un equivalente de la infancia agambeniana, es el éter en donde el significante coincidía con el significado sin poder distinguirse de él, y a través del cual el sentido circulaba.

Ahora bien, el hiato o la separación entre el significado y el significante, en Rozitchner, se explica a partir de una filosofía política. El despotismo patriarcal se funda justamente operando esa separación, en un proceder análogo a la “escisión del yo” y el fetichismo que Freud reconoce como el fundamento de la estructura psíquica, con el cual comienza nuestra adecuación al mundo social y nos convierte en sujetos escindidos. El hiato entre significado y significante, que entroniza el dominio absoluto del significante, para Rozitchner tiene una única explicación, que no es meramente teórica, sino que se funda en una dimensión política: está dado por el terror. De allí la importancia que León le asigna a la religión cristiana en La cosa y la cruz, complemento necesario de un capitalismo global: se apodera de la infancia arcaica e interioriza allí a una madre “virgen”, puramente espiritual, que desplaza a la madre viva y gozosa.

El lenguaje metafísico, para Rozitchner, opera una abstracción semejante. Frente al “ser” de la metafísica, Rozitchner eleva la palabra poética como aquella que nos conecta y nos retrotrae a la lengua materna: una lengua verdaderamente viva. Ese encuentro celebratorio de la poesía con la madre fulgura desde el epígrafe que abre el libro, en estos hondos versos de Juan Gelman: ¿Por qué escribo versos? / ¿para volver al vientre donde cada palabra va a nacer? / ¿por hilo tenue? / la poesía ¿es simulacro de vos? / ¿tus penas y tus goces? / ¿te destruís conmigo? / ¿por eso escribo versos?

Espacio Murena, 08 – 05 – 13

La Quinta Pata

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