domingo, 18 de agosto de 2013

Elecciones PASO

Carlos Lucero

Luego de contemplar las imágenes que llegan de Egipto, vamos a preferir ocuparnos de lo que, paso a paso, pasó por aquí hace unos días. No porque sea un tema más importante, al contrario, sino porque al mirarlas, es difícil pronunciar nada más que no sea una palabra de desencanto y dolor profundo por el estado moral que perdura en nuestra humanidad. Además del hecho de tener la seguridad de que todos esos cadáveres apiñados como bolsas de residuos, pronto tomarán la voz de los vivos y exigirán por todos los medios, justicia y venganza, ambas al mismo tiempo. Resulta evidente que el espiral de la monstruosidad seguirá girando y ganando áreas, por mucho tiempo más.

Por estos lados, la opinión pública de nuestro país, la Argentina, y gracias a la prensa costeada por lo favorecidos, no deja de ocuparse del resultado, solo inesperado para los ingenuos, de las preelecciones que pasaron. Comprendamos que el gobierno peronista que preside Cristina Fernández se encuentra señalado por enormes y pesadas visiones subjetivas, todas cargadas de afecciones emocionales tan grandes, que verdaderamente dificulta la comprensión del proceso electoral. Especialmente si se hace a través de los “objetivos” análisis que declaman los opinadores de paja a que nos tienen acostumbrados los medios.

El conteo y reconteo de los votos que sacaron los precandidatos a ocupar bancas en el Congreso Nacional, en el cual todavía se rinde culto a los actores que en una época representaban a la nobleza y hoy, como lo hacían los romanos, los llaman senadores. De manera similar a lo que acontece en todas la elecciones (a éstas la llamaron PASO o sea primarias obligatorias y subrayo lo de “obligatorio”, porque esta habitual palabra, la tengo asociada al imborrable bigotito de marzo del 76, porque si algo figura en la categoría de optativo, posiblemente no se adjudique el valor que tiene la libre opción. No lo sé, quizá algún día lo entienda) la cosa tiene mejor comprensión si se toman en cuenta las reacciones propias de las personas que vivimos en este país. La gran mayoría, gracias a efectivas gestiones desarrollistas del gobierno, ha sido beneficiada en su aspecto adquisitivo, dándoles a los más pobres, (perdón por la mala palabras, como sabemos, acá es preferible hablar de “sectores carenciados”, resulta más “chic” y produce menos escozor) la sensación de que ya pertenecen a la ansiada y envidiada “clase media” y el consiguiente tren de valores consumistas que, de repente, se volvió parte de sí mismos.

La derecha opositora, debidamente asesorada por publicistas mucho más imaginativos y disponiendo de hartos fondos, pudo poner al frente de las escrutinios a lo más nefasto de sus representantes. Incluidos en este bagaje, a los infaltables impostores de la izquierda que hablan, como si esto implicara un grandioso cambio, de resucitar a la antigua social democracia, aquel aciago invento de la Europa post segunda guerra mundial.
En otro aspecto, la bien estudiada labor propagandística de los especialistas en comerciales, suplantó con eficacia a la presentación de ideologías o algún discurso político que pudiera conllevar una coherencia aceptable. Produce mucha gracia la indignación de los politiqueros ante la calificación de “peones” del banco de reserva que elípticamente les envió la presidente. Proclaman que se le ha “faltado el respeto”, cuando en realidad ha logrado describir esa situación subalterna que ocupan bajo las directivas de las grandes corporaciones. Acentuamos que los talleres comunicativos oficiales al parecer durmieron una larga siesta de la cual aún no despiertan. Para reemplazar este vacío, el oficialismo y simpatizantes, estarían asentados en las presentaciones que realizó previamente la presidente Cristina, quien ha demostrado que si conoce el arte de emitir mensajes contundentes, dándole el carácter riguroso que afecta, precisamente a la delicada piel de la devenida clase media. Son precisamente estos resabios sociales quienes prefieren las palabras dulcificadas con inflexiones apagadas y no la elevación de tonos tan clásicos de la jefa ejecutiva.

Da la impresión de que a los nuevos beneficiados por la prosperidad, les acomete una aguda aprensión hacia los discursos definitorios, quizá teman que los dispensadores de dádivas se asusten y la fiesta se les acabe. Quizá sea este el motivo por el cual decidieron entregar su voto a los prometedores de fuegos artificiales que reclaman volver a la privatización indiscriminada de los bienes nacionales para asegurar su participación en el negocio. En pocas palabras, estos escrutinios PASO, que pasaron, demostraron las hilachas en que se encuentra la mal llamada “clase política argentina”. Todo el mundo con severidad, empeñado en “mejorar” el sistema que les han propuesto. Mientras tienen tiempo para llenar los centros comerciales y agotar las taquillas donde se venden las entradas para disfrutar de cualquier cosa que anestesie la mente con placer. Añoro, y mucho, un lugar y una época, donde vivía un Líder que no paraba de señalar su amor por el Pueblo y por el cual dio su vida. Aquí y ahora, “pueblo” debe ser, seguramente otra mala palabra, porque sinceramente no la he oído en boca de nadie.

La Quinta Pata

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