domingo, 1 de septiembre de 2013

Noche de los lápices

Eduardo Paganini

Con el fervor propio de toda publicación alternativa y con preocupaciones socio-culturales, confeccionada a mano y bordeando las vanguardias estéticas para el diseño de la época, Matinée reunió a gran cantidad de colaboradores —en ese entonces jóvenes emergentes de una aún resonante dictadura— que sumaron sus diversas disciplinas para azuzar la adormilada conciencia menduca. El amplio staff estaba compuesto —entre otros más— por Patricia Rodón, Gabriel Simón, Francisca Staiti, María Forcada, Carlos Córdova, Teny Alós, Oscar Reina, Susana Viñuela.

La nota seleccionada por EL BAÚL toma vigencia actual, dada la proximidad de la fecha conmemorativa (en esa amplia efemérides del crimen organizado que le debemos a las dictaduras), pero además resulta interesante como testimonio vital del estado de la cuestión —con relación a los reclamos de justicia, verdad y memoria— y al mismo tiempo deja percibir la intensidad y la pujanza de algunos argumentos vinculados con la restitución de materialidades e ideales, que en la actualidad —al parecer— han quedado relegados por urgencias más precarias.

"Durante muchos años aquel septiembre de 1976, se perdió en el olvido, el mismo que nos hizo olvidar que la nacionalidad solo es válida cuando está sustentada en la justicia social y las reivindicaciones son posibles cuando el organismo gestor es el mismo pueblo.

Ahora la señora Nelva Méndez de Falcone, madre de María Claudia (una dirigente estudiantil desaparecida en La Plata), nos habla crítica y objetivamente de la Noche de los Lápices."[i]


"Menos mal que existen
los que no miden qué palabra echar...
ni siquiera la última"
SILVIO RODRÍGUEZ

Aun es dolorosamente común, particularmente en referencia al secuestro de los dirigentes secundarios platenses que la represión bautizó como La Noche de los Lápices, el escuchar frases tales como “¡qué atrocidad, tan jovencitos!”. Este concepto, si bien destaca un dato pasible de ser considerado como agravante de tanto crimen, también da pie a la diferenciación entre gente mal y bien desaparecida. El pensamiento en cuestión, fomentado desde el oficialismo como continuidad de la teoría procesista de los “excesos”, pretende que el menor desaparecido —niño, adolescente— entra dentro del concepto de la “inocencia absoluta”, dejando a merced de una justicia oligárquica y harto reaccionaria a todo aquel desaparecido adulto que —consciente y responsablemente— enfrentó a la dictadura con todos los medios a su alcance. Así se explica, de algún modo, la política de “buena voluntad” exhibida por el gobierno en relación a las Abuelas de Plaza de Mayo, en contraposición al ostensible cerco y hostigamiento tendido en torno a Madres. Ocurre que el niño aparece entonces como “el desaparecido recuperable”, y el adulto, como “el desaparecido sin solución”. Obviamente, sin solución para un gobierno dispuesto a absolver a los genocidas (sr. Trócoli[ii] , ¿qué fue de las cintas grabadas telefónicamente —ya en período “democrático”— a la desaparecida Cecilia Viñar? ¿qué del pormenorizado archivo del horror hallado en los Estudios Klein y Mairal?)

Pero volviendo al tema Noche de los Lápices, y como para ir desmitificando versiones, digamos en principio que estos jóvenes no solo ostentaban un compromiso reivindicativo, o gremial, como por ejemplo la lucha por el boleto escolar secundario (aún vigente gracias a ellos) que los hizo famosos, sino también un compromiso político superior. Creían en un proyecto de liberación nacional y social al que daban encarnadura en sus vidas cotidianas. Ante el posible interrogante de cómo tanto puede caber en tan poca edad, habrá que responder que es una constante de la historia el que los picos de alza de masas produzcan los mejores dirigentes en todos los estratos sociales y generacionales de los pueblos en lucha. Y estos jóvenes fueron producto de la ofensiva popular de fines de la década del ’60 y comienzos de la del ’70. Lo realmente lamentable es que hoy, en el marco de un orden constitucional conquistado con sangre, sudor y lágrimas, tras los ocho años más nefastos que recuerde nuestra historia, los ideales liberadores de aquellos estudiantes secundarios —ya por herencia de la dictadura, ya por la vigencia de una justicia continuista y persecutoria de los militantes populares— permanecen entre rejas o en la proscripción. A este fin contribuye la teoría oficial de “los dos demonios”, surgida de la hegemonía social de los sectores medios, que ha logrado imponer en grandes franjas de la comunidad aún no dispuestas a revisar autocríticamente su comportamiento durante el pasado reciente, esa idea falaz de la “equidistancia”, o la “neutralidad” ante “dos bandos enfrentados”. Y tampoco faltan los usufructuarios de la secuela dejada por el terrorismo ideológico, al que recurren toda vez que su poder corre el riesgo de verse cuestionado, como en el caso de la Rectora del Bachillerato de Bellas Artes, señoras Gladys Nethel, que desalentó a sus alumnos en cuanto a participar en el filme[iii] que, sobre el episodio al que alude esta nota, realiza Héctor Olivera en nuestra ciudad, con el pretexto de que así solo se contribuye a que La Noche de los Lápices se siga repitiendo. Pero todos sabemos que no es casualmente la participación popular la que propiciará la reedición de un episodio semejante, sino más bien todo lo contrario. Otros son los intereses que aún hoy siguen asediando a la juventud: los pibes que ayer eran fusilados sumariamente bajo el mote de “subversivos apátridas”, ahora lo son bajo el de “hampones” o “delincuentes” comunes. En la provincia de Buenos Aires, gran cantidad de adolescentes de modesta extracción social aparecen ultimados a diario por una policía que ya no interroga, y en la mayor parte de los casos están vinculados a hechos que se relacionan con el hambre y la miseria que prevalecen en una sociedad que ya no solo les roba el futuro, sino también el presente. Para estos como para aquellos jóvenes de la década anterior, cabe el mismo “en algo andarían…”

De tal modo podemos afirmar que La Noche de los Lápices en tanto escarmiento contra la “peligrosidad juvenil” permanecerá en pie mientras el hecho de ser joven siga siendo un potencial delito.

En las actuales circunstancias frente a un gobierno que claudica ante el Fondo Monetario Internacional profundizando nuestra dependencia, y que como solución a la crisis propone un modelo de país totalmente colonial —la “Segunda República”— cuya consolidación no hará otra cosa que agravar el cuadro socioeconómico reinante, solo cabe, desde el campo popular, ponerse por encima de las reivindicaciones sectoriales y sentarse a debatir en un foro que excluya toda presencia oligárquica, la construcción de una Nueva Argentina, que sin duda habrá de parecerse mucha a aquella con la que soñaban los secundarios secuestrados en septiembre de 1976.


Fuente: Nelva Méndez de Falcone, Matinée, Mendoza, 1987, Nº 3, Editorial Espantosa.
Ilustraciones: Oscar Reina

[i] Para mayor información sobre esta temática: http://www.elortiba.org/lapices.html
[ii] Se refiere a Antonio Tróccoli (1925-1995) Ministro del Interior durante la presidencia de Ricardo Alfonsín.
[iii] Película con guion del mismo Olivera y Daniel Kon, basada en libro de investigación periodística de María Seoane y Héctor Ruiz Núñez. Estrenada en septiembre de 1986. Se puede ver en http://www.youtube.com/watch?v=SqvpJug3YPI

La Quinta Pata

No hay comentarios :

Publicar un comentario