domingo, 20 de octubre de 2013

El F.I. y el mito de Mendoza conservadora I

Ramón Ábalo

Las movilizaciones de sectores de trabajadores mendocinos por sus reivindicaciones en épocas en que el trabajo en nuestros países americanos era semiesclavo, o directamente esclavo, fue frecuente en los finales de los años del siglo XIX, como asimismo al comienzo del siguiente. La jornada de "sol a sol" no era, claro que no, un mito, como asimismo lo mísero del salario Pero antes, en pleno colonialismo godo, cuando aún Cuyo era dependencia de la Capitanía de Chile, desde donde se implementó la invasión a estas tierras y su dominio colonial, el flagelo de la esclavitud se profundizó. Sin embargo, en el 1600, aproximadamente, los españoles de la Capitanía estuvieron a punto de levantar sus tropas por el acoso permanente que sufrían por parte de los huarpes y demás tribus de estos pagos. No obstante, como tantos otros mitos, la historia oficial impuso la versión de que estos pueblos originarios, eran sumisos a los intentos depredadadores de los invasores, casi al revés de los demás pueblos del resto de América. Por el contrario, está corroborado históricamente que el colonialismo español lograba su política de rapiña mediante el exterminio. Los pocos viejos, mujeres y niños que quedaban eran sometidos por la imposibilidad biológica de la resistencia.

A principios del siglo XX, los trabajadores movilizados lograban la solidaridad de otros sectores de trabajadores como también de parte de la población. En 1917 (ya lo hemos dicho) una movilización de ferroviarios del Ferrocarril Buenos Aires al Pacífico (BAP), predecesor del Cuyano nacionalizado, se convirtió en una especie de pueblada, pues fue una columna de unas diez mil personas, entre trabajadores, sus familiares -esposas, hijos, madres- y la solidaridad de parte de los pobladores. Los ferroviarios llevaban unos dos meses de huelga y fue en Mendoza el último lugar del país que se levantó, previo a una masacre sufrida por la movilización, que había comenzado en lo que era la estación central, y que se dirigió a la estación del ferrocarril trasandino, ubicada en un predio que se extendía desde las calles Pedro Molina y Belgrano, donde se emplazaba el edificio y salía el tren, de pasajeros y cargas, hacia el país trasandino, de ahí su denominación.

La movilización recorrió gran parte de las calles principales de la modesta ciudad de entonces, y al llegar a la dicha estación, lugar programado para la desconcentración, era esperada por una formación militar, que abrió fuego contra los manifestantes, produciendo una masacre. El ejército, el defensor de la soberanía en las fronteras ya había sido utilizado para reprimir a los trabajadores en la Semana Trágica (1916) y lo seguiría haciendo, como en la Patagonia, y otros lugares donde la rebeldía popular se manifestaba. Al frente de la columna venían dos mujeres de ferroviarios, una enarbolaba la bandera argentina y otra una bandera roja. Este matiz en el color de una insignia, no era un gesto minúsculo en el seno de los trabajadores de entonces, con apenas unas décadas de organización sindical, pero sí con un profundo significante ideológico de la todavía incipiente lucha de clases en la Argentina. Es que ya la clase trabajadora tenía inspiración en una frondosa literatura, información y formación que le deparaban los miles de militantes anarquistas, socialistas y comunistas (trotskistas y marxistas-lenilistas) que llegaban a estas playas de las Indias americanas.

Jornadas de rebeldías de un pueblo que fue el protagonista principal de la gesta libertadora de esta parte de América, continuador de las gestas del rechazo a sangre y fuego de las invasiones inglesas, de las revolucionarias de Mayo y Julio, de la Asamblea del año 13 y de las montoneras durante décadas, hasta la llegada de la institucionalidad de 1853.

Con el transcurrir de la constitucionalidad, la intermitencia de las luchas populares por sus reivindicaciones salariales y de condiciones de trabajo no cesaron para nada. El desarrollo y consolidación de la producción, como la vitivinicultura, la fruticultura y paralelamente una incipiente industria afín, se tradujo también en rebeldías populares, las que desde siempre enfrentaron a los sectores y factores del poder explotador. En una siguiente nota nos explayaremos al respecto, pero es, sintéticamente, el precedente político, social e ideológico de una Mendoza que nunca fue conservadora.

La Quinta Pata

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