domingo, 23 de noviembre de 2008

Venezuela: algo más que elecciones

Guillermo Almeyra

Este domingo los venezolanos votarán para elegir gobernadores y alcaldes.

A pesar de que el Poder Ejecutivo no está en juego, Hugo Chávez ha tratado de convertir este proceso electoral en un nuevo referéndum a su favor, para borrar así la derrota sufrida en diciembre de 2007, cuando vastos sectores del electorado “chavista”, y la mayoría, incluso, de los afiliados al partido de gobierno, se abstuvieron, para expresar con su ausencia su descontento o su falta de motivación ante las políticas oficiales.

Hoy la oposición, que está dividida, quizás conquiste algunas alcaldías y un par de gobernaciones, pero no aparece como alternativa, entre otras cosas porque su política proimperialista y neoliberal no es muy popular en esta situación de crisis mundial del capitalismo y de triunfo de Obama, el cual podrá ser imperialista pero no es igual que Bush, el héroe hoy hecho añicos de la oposición “escuálida”.

El problema para el gobierno podría provenir en cambio de que le atribuyó demasiada importancia a un triunfo masivo y aplastante, pero –ojalá me equivoque– la abstención podría ser otra vez grande. En efecto, nadie siente en peligro al gobierno y cree que si no cierra filas la oposición vencerá; muchos, en cambio, están preocupados por la inflación, que el gobierno decía en enero que llegaría a 11 por ciento anual, en julio la calculó en 17 por ciento, en septiembre en 28, y que ahora superó 31 por ciento antes incluso de los meses más caros. E igualmente lo están por la posibilidad de la devaluación, por la caída de los salarios reales en los hechos (no en las cifras oficiales), por la presencia en las listas del PSUV de conocidos corruptos y de elementos oportunistas y vacilantes, y hasta por la represión lanzada por las empresas y la Guardia Nacional en los casos de Sidor y de la petrolera PDVSA, que ahora ha sido obligada por el ministro de Trabajo a reincorporar al despedido Orlando Chirino, coordinador de la Unión Nacional de Trabajadores (que apoya al gobierno desde una política de clase).
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Chávez vive rodeado de un círculo de “asesores” que más le valdría perderlos que escucharlos y tiene un panorama político muy poco realista (según el vicepresidente de Telesur, el presidente dice que el canal es visto por 50 millones de personas, cuando lo ven apenas 100 mil) y no se da cuenta de los efectos terriblemente negativos de la boliburocracia que muchas veces forma parte, por sus gustos y visiones del mundo, de la boliburguesía, pues tiene en cuenta esencialmente la fidelidad que los funcionarios declaran tenerle (y que no impide la ineptitud de muchos de ellos). Por eso en el PSUV hay decenas de miles de afiliados y cuadros que, como sucedía en los partidos comunistas de Europa oriental, ostentan su fidelidad al Líder y juran por el socialismo aunque sean contrarrevolucionarios. Una campaña sin ideas ni proyectos, de un aparato administrativo al estilo de los gobiernos priístas mexicanos, no ayuda mucho ni a construir la conciencia de los trabajadores ni a diferenciar en el PSUV mismo a quienes son oportunistas de los que, en cambio, y son muy numerosos, luchan realmente por llevar a Venezuela fuera del capitalismo. Las amalgamas ideológicas –como la declaración de Chávez de que el Partido Comunista Venezolano y el Partido Patria Para Todos son contrarrevolucionarios porque, aunque apoyen a su gobierno e incluso a los candidatos del PSUV en casi todos los distritos, presentaron candidatos propios en un estado– confunden y despolitizan y ayudan a los verdaderos contrarrevolucionarios. Chávez pide subordinación y verticalismo, como buen militar, pero la construcción del socialismo requiere en cambio pluralismo en los marcos de la revolución, espíritu crítico y autocrítico, decisión desde abajo en todos los problemas importantes. No es socialista, y ni siquiera ciudadano, quien no es capaz de pensar con su propia cabeza y necesita las órdenes de un Líder para orientarse. Como reza La Internacional, no debe haber Líderes o Salvadores Supremos…

Las elecciones no cambiarán mucho el panorama nacional salvo si la oposición, cosa que es muy difícil, conquista algún distrito-símbolo o si la abstención es mayor que en diciembre de 2007, lo cual es poco probable. Lo que sí puede cambiarlo es la caída del precio del barril de petróleo, ya que los planes de desarrollo nacional, como la obtención de la autosuficiencia alimentaria, competirían por un excedente mucho menor de la renta petrolera con las acciones de la petrodiplomacia venezolana, en el Caribe y Centroamérica, y también con los importantes proyectos en el plano sudamericano (como el Bansur, por ejemplo). El poder popular y el control popular de los municipios es por eso más importante que nunca, ya que podría impedir el despilfarro y la incompetencia de los aparatos burocráticos y el sabotaje de la derecha, a la que una nueva derrota electoral hará aún más resentida y dispuesta a todo. El PSUV no es el organismo apto, por su verticalismo y su burocratización, para fomentar y construir el poder popular, pero en sus filas, sin embargo, están sin duda muchos de los mejores trabajadores capaces de enfrentar esa tarea. Es necesario, por lo tanto, evitar que, si conquistan municipios, no se conviertan en funcionarios del Estado sino en militantes del control popular sobre las instituciones de éste, mediante un funcionamiento asambleario democrático y abierto.

La Jornada, 23 – 11 – 08

La Quinta Pata

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