lunes, 1 de diciembre de 2008

¿Juan de La Cosa o Sebastián de Ocampo?

Juan de La Cosa

Nelly Ruiz de Zárate

Negada rotundamente la insularidad de Cuba en un acta firmada en junio de 1494, por todos los pilotos, navegantes y cartógrafos que habían acompañado al descubridor, Cristóbal Colón, so pena de multa, encarcelamiento y mutilación de la lengua, el hecho de que en 1500 apareciese en España un mapa donde aparece dibujada Cuba como una isla y con una configuración muy semejante a la que en realidad tiene, causó un gran revuelo por el desafío que significaba a las concepciones geográficas y a las previsiones del Gran Almirante genovés.

El que consagraba con su autoridad indiscutible de Piloto Mayor y de gran cartógrafo, ese primer mapa auténtico de Cuba era el navegante vasco, nacido en Orduña, Juan de Lakosa, más conocido por la versión castellanizada de su nombre Juan de La Cosa.

Atreverse a plasmar, en un mapa, una isla suponía un conocimiento previo de sus costas y en alguien tan autorizado como de Lakosa, todo indicaba que fuese así, ya que el cronista de Indias, Pedro Martyr de Anglería recoge en sus escritos de 1499 la siguiente afirmación: “Y no faltan quienes se atrevan a decir que han dado vuelta a Cuba” y en ese momento el único que había concluido una exploración por aquellos mares era Alfonso de Ojeda que capitaneaba una carabela piloteada, precisamente, por Juan de Lakosa.

El controvertido mapa fue copiado por el italiano Cantino que lo divulgó por Europa, dándole la gloria al navegante vasco de ser el primero en asegurar la insularidad de Cuba y en negar su continentalidad.

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Regente de los reinos castellanos a la muerte de su esposa Isabel I, el monarca aragonés, reconvino repetidas veces al gobernador de La Española – hoy Santo Domingo – para que investigase sobre la posibilidad de asentarse en Cuba, pero sin que se cumpliesen sus recomendaciones, hasta que finalmente dicta en Toro el 27 de diciembre de 1504 una Real Cédula en la que encarece “Al Comendador Mayor de Alcántara, Gobernador de las Islas y Tierra Firme del Mar Océano, fray Nicolás de Ovando” que explorase Cuba “ que se cree que es tierra firme e ay en ella cosas de especiería e oro e otras cosas de provecho”.

La insistencia real obliga a Ovando a comisionar al hidalgo gallego Sebastián de Ocampo a que equipase dos carabelas para el bojeo de las costas de Cuba, demorándose la salida por la dificultad en el avituallamiento y en el enrolamiento de personal, ya que era conocido que los habitantes de Cuba atacaban a los tripulantes de los bergantines que recalaban en sus costas, situación esta, debido al conocimiento que tenían los indios de las crueldades de los españoles con sus hermanos de Santo Domingo y por la experiencia propia de las veces que habían sido “visitados”.

De ahí que el proyecto en su fondo tenía el objetivo, no de corroborar si era una isla o un continente, eso se conocía ya, y todos los nautas españoles reconocían como bueno el mapa de Lakosa sino que la expedición a las costas cubana obedecía al interés de tantear, explorar e informar sobre las posibilidades para una empresa de mayor envergadura: la conquista del territorio para buscar riquezas. De este parecer fue el cronista Fernández Oviedo que dice: “Se fue a tentar si por vía de paz se podría poblar de cristianos la Isla de Cuba e para sentir lo que se desía proveer, si acaso fuese que los indios se pusiesen en resistencia.

El bojeo de Ocampo
A raíz de la sustitución de Ovando en el gobierno de La Española por Don Diego Colón, el hijo del Almirante, entre el 15 de abril y el 10 de julio de 1509, sale al fin la flotilla del puerto de Santo Domingo y comienza el bojeo de las costas cubanas reconociendo los lugares visitados por Colón en su primer viaje.

Pasando por la punta de Maternillos, siguió Ocampo a occidente bordeando la costa, por lo que la navegación dificultósele en extremo, por el riesgo que suponían las formaciones coralinas, los bancos de arena y los innumerables cayos llamados después Jardines del Rey, hasta la ensenada de Camariocas y Punta de Hicacos.

Inquieta la tripulación por la accidentada travesía y el constante peligro de encallar, presionaba a Ocampo para regresar, cuando arriban a la desembocadura de un canal, frente a una bahía de costas limpias y despejadas – Matanzas – que calmó los ánimos de los marineros que desesperaban ya de salir de un arrecife a otro, y de una escollera a otra.

Pero las carabelas de Ocampo habían sufrido mucho la acción destructiva de la broma – molusco acéfalo – y tenían las quillas deshechas por los corales, por lo que se vio obligado a buscar un puerto apropiado para reparar sus naos y dar reposo a sus marinos.

Navegando penosamente llegan a un puerto de entrada angosta parecido a la desembocadura de un río por el que se llegaba a una bahía amplia y acogedora de márgenes de fácil arribada. Supliendo el alquitrán y la brea para calafatear sus naves, por el chapapote que brotaba de una fuente abundantísima en las cercanías del puerto, el que por esta razón de carenar sus naves, allí llamó Ocampo: Carenas – hoy, La Habana.

Doblando el cabo de Guaniguanico, que él llamó de San Antonio, en el extremo occidental de Cuba, Ocampo empieza a navegar hacia el oriente, bordeando la costa sur y llegando a la ensenada de Cortés, que ya había sido reconocido por Colón, al término de sus exploraciones en Cuba.

Sortea los escollos del mar sureño y entra “por un brazo de mar en un puerto tan espacioso y bello como el de Carenas, situado en una comarca que sus naturales llaman Jagua”. “Este puerto es de los mejores y más seguros para mil naos que se pueden hallar en el mundo” donde fue bien servido por los indios que le ofrecieron casabe y abundante carne de tortuga y careyes, de lisas – pesacado que guardaban capturado en enormes corrales, para su alimentación.

Luego de abandonar la bahía de Jagua, sede del gran cacicato de su mismo nombre, el navegante Ocampo prosiguió su travesía de bojeo hasta llegar al cabo Cruz, el que sobrepasó, para dirigirse a Santo Domingo, cumplida la empresa a cabalidad, tras informar de la índole “pacífica” de los naturales de la Isla y recomendar la fertilidad de su suelo.

España consideró el bojeo de Ocampo como el primero en realizarse por su carácter de gestión oficial, y tres años más tarde Diego Velázquez en son de guerra y conquista principiaba la ocupación.

La posteridad ha desconocido el gran aporte hecho por Juan de Lakosa, el insigne navegante vascongado que murió en 1510 a manos de los indios del Darién, después de dejar dos notables mapas: uno de África, según los datos obtenidos hasta 1500 y otro de los descubrimientos de Colón y sus sucesores, en el que figuran también las tierras de Europa, Asia y África.

Compañero abnegado y piloto de Alonso de Ojeda, de Rodrigo de Bastida, después de serlo de Colón, realizó siete viajes de exploración a América guiando con mano segura el timón de las naos descubridoras, trazando rutas de navegación inéditas y cartas geográficas originales.

Juan de Lakosa el gran marino de la tierra de los hombres que siglos ha, tras la ballena, llegaron a las costas de América, historia perdida en las consejas medievales, sobre las expediciones de los vascos a Terranova en el siglo XIII.

Juventud Rebelde, 08 – 02 - 78

La Quinta Pata

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