Miguel Bonasso
El debate no es policía metropolitana sí o no. Sino qué doctrina debe formar a esa policía para que sea respetada y controlada.
Georges Clemenceau, estadista francés, conservador y lúcido, lo definió con certera ironía: “La guerra es una cosa demasiado seria para dejarla en manos de los militares”. En la Buenos Aires del tercer milenio se lo puede parafrasear sin temor a errar: “La seguridad es una cosa demasiado seria para dejarla en manos de la policía”.
Las Madres del Paco, una de esas organizaciones surgidas al dolor de nuestra decadencia social, lo han refrendado en recientes entrevistas televisivas, denunciando que en el tráfico tenebroso que conduce a sus hijos a la muerte hay policías involucrados.
Tanto el ingenio de Clemenceau como el grito desesperado de las Madres hacen escasa mella en el magro intelecto del jefe de Gobierno metropolitano Mauricio Macri.
Macri y su socio político Francisco de Narváez siguen nutriendo sus respectivas carreras con el tema de la inseguridad que a todos nos preocupa, sin generar ninguna idea superadora que no sea la del garrote y la mano dura, que tan escasos resultados ha aportado hasta ahora.
Sin duda, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires debe contar con una policía propia, como ocurre con otras grandes ciudades. El tema a debatir no es policía metropolitana sí o policía metropolitana no sino qué doctrina debe formar a esa policía para que sea, efectivamente, respetada y controlada por los ciudadanos.
En Londres, por ejemplo, existe la Metropolitan Police que es sometida de manera regular y orgánica al contralor de los vecinos. Cada tanto, los jefes policiales de las distintas circunscripciones deben someterse al acucioso interrogatorio de los ciudadanos para rendir cuentas de su eficiencia y rectitud en el control y la persecución del delito.
Paralelamente a la Metropolitan Police existe el famoso Scotland Yard, con jurisdicción nacional para la prevención de los crímenes más complejos, como el narcotráfico.
Leer todo el artículoEn la Argentina y en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires podría repetirse este esquema con la Policía Federal y la Policía Metropolitana. Pero es imprescindible que ambas instituciones –la añeja Federal y la nonata Metropolitana– tengan una doctrina acorde con el sistema democrático y no alberguen ningún resabio de los tiempos autoritarios que prohijaron sucesivas dictaduras militares. O el secreto y el cobijo corporativo que esconden las responsabilidades de los policías que cometen ilícitos. Para esto es determinante el control de la sociedad civil que limite y castigue el accionar mafioso de los policías corruptos.
Las policías suelen tener una división de Asuntos Internos para investigar a miembros de la fuerza que hayan cometido algún delito. Pero la experiencia demuestra que estas dependencias muchas veces sirven para encubrir más que para sancionar. Como ocurrió, precisamente, con la represión criminal del 20 de diciembre de 2001.
¿Quién mejor que las propias víctimas del delito, quién mejor que los propios vecinos, para supervisar la conducta de quienes tienen el compromiso de defenderlos?
Para esto sería fundamental que Macri acatara la Constitución de la Ciudad Autónoma y estableciera de una buena vez las comunas, para que éstas sean el ámbito natural de control.
Pero, no. El supuesto gerente eficiente ha elegido el camino contrario. Difiere para las calendas griegas las elecciones comunales y prepara su futura policía con el asesoramiento de dos pretores exonerados de sus respectivas fuerzas, uno de ellos, además, procesado por la Justicia. Lo que es peor aún: estos cuestionados asesores elaboran para Macri y su ministro de Seguridad, el ex juez Guillermo Montenegro, el programa de la Escuela de Policía, de la cual egresarán los futuros metropolitanos.
El currículum de estos dos asesores es asimilable, policialmente hablando, a un prontuario.
El ex comisario mayor de la Policía Federal Jorge “El Fino” Palacios, a quien Mauricio Macri hizo jefe de la Seguridad de Boca Juniors después de que fuera desplazado de la fuerza, fue procesado en diciembre de 2006 por la jueza María Romilda Servini de Cubría por los homicidios y lesiones que sufrieron decenas de ciudadanos el 20 de diciembre de 2001.
El Fino Palacios, permanente candidato a jefe de la Federal en tiempos de Menem, De la Rúa y Duhalde, comandó la estratégica División Antiterrorismo y asegura que no condujo la violenta represión que precedió a la huida de Fernando de la Rúa. Lo contradice el testimonio que brindó entonces el actual diputado Juan Carlos Dante Gullo (Frente para la Victoria-PJ) y un video realizado en la Plaza de Mayo en aquella trágica jornada, donde se lo ve comandando a un grupo de policías que avanza hacia los manifestantes.
Palacios fue removido por el ex presidente Néstor Kirchner después de que se hiciera pública una grabación que registra un diálogo entre El Fino y el reducidor de autos Jorge Sagorsky, denunciado por el fiscal Jorge Sica como integrante de la banda que secuestró y asesinó a Axel Blumberg.
El ex comisario mayor de la policía de Santa Fe Víctor Sarnaglia fue desplazado y puesto en disponibilidad en agosto de 2006 por orden directa del ex gobernador Jorge Obeid, tras la escandalosa fuga del narcotraficante paraguayo Oscar “King Kong” Cardozo.
Por si fuera poco, la nueva academia de policía podrá contar con el aporte de militares retirados, entre los cuales se menciona al coronel Federico Toranzo, un admirador de Cecilia Pando. Asimismo, con el apoyo de expertos extranjeros como William Godoy, delegado del FBI en la Argentina; el ex jefe de estación de la CIA en Buenos Aires, Ross Newland, y el francés Serge Leteur, un especialista en espionaje de la policía francesa, que cumplió tareas de inteligencia en diversas embajadas.
Con semejantes maestros no cuesta imaginar cuál será la doctrina en la que se formarán o deformarán los discípulos. El castigo y la defraudación subsiguientes caerán sobre todos los ciudadanos, incluso sobre aquellos que hoy puedan aplaudir a este dream team de la mano dura, sin reparar en que durante los años en que fueron policías en activo la inseguridad, lejos de aplacarse, se convirtió en el temible flagelo que todos padecemos.
Crítica digital, 01 – 03 – 09
La Quinta Pata
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