martes, 2 de junio de 2009

Julio María Sanguinetti y su batalla cultural

Esteban Valenti
*
El martes pasado escuché una extensa entrevista en El Espectador al Dr. Julio Maria Sanguinetti. Me interesa analizarla y polemizar no en los temas puntuales sino en su visión cultural, en su mirada estratégica.

En un país con un empobrecimiento general del debate político, cada día más inmediato y concreto, con una baja densidad en la batalla cultural, es decir de batalla de ideas y miradas culturales sobre el mundo y nuestra sociedad hay que aprovechar estas raras oportunidades. Desde la presentación misma se menciona su libro “La agonía de una democracia” sobre el periodo previo a la dictadura y su visión de la génesis de esta tragedia nacional, hasta sus artículos sobre el papel de los charrúas en la historia y la cultura uruguaya. Son una buena base para comenzar a debatir.

Sobre ambos temas Sanguinetti tiene un objetivo político claro, bien delineado y hacia él apunta todas sus baterías de grueso calibre. Es un método muy particular de reconstrucción histórica. El quiere demostrar que el papel determinante y casi único del golpe de estado fue una mezcla de la acción guerrillera y las luchas sociales y populares y todo su relato se soporta en esa visión, aún a costa de forzar todo hasta los límites y un poco más allá la reconstrucción histórica.

Según Sanguinetti en el golpe no hay ninguna responsabilidad del poder de la época – que él integraba – no hay un ápice de la más elemental y básica de las autocríticas para un partido que era en ese momento el custodio de las instituciones desde los máximos cargos de gobierno y que fracasó estrepitosamente o de alguno de los dirigentes de ese partido que participaron directamente en la aventura golpista. Esa mirada crítica no existe, ni lo roza la mínima duda. Es una historia demasiado parcial, con intenciones políticas demasiado evidentes para ser historia. Su buen ritmo, su buen estilo no pueden ocultar sus demasiado evidentes objetivos políticos partidarios y personales.

En el caso de su visión de los charrúas, su desvalorización histórica y hasta antropológica apunta hacia otro objetivo que en este caso es todavía más partidario: disminuir y si es posible invertir la abrumadora visión de repulsa histórica de los uruguayos sobre la masacre de los charrúas a manos de Rivera. Don Frutos, el “Pardejón” necesitará mucha tinta, mucho olvido y mucha pirueta histórica para que los uruguayos nos olvidemos de la salvajada de Salsipuedes y de la ingratitud hacia una parte de los soldados de Artigas y hacia los indios aliados del propio Rivera. Lo que desnuda es un estilo muy poco riguroso aunque muy sutil y bien escrito por parte del ex presidente Sanguinetti de contarnos “su” historia.
Leer todo el artículo
“Ya le he discutido, y ahora tengo en El País un artículo contestándole a mi estimadísimo e inteligente amigo (Carlos Maggi) Él tiene una especie de idolatría charrúa que yo no comparto, porque una cosa es explicar la historia de las etnias originales y otra cosa es hacer de los charrúas un mito nacional, que desde mi punto de vista no lo son porque no aportaron nada a la identidad uruguaya, salvo un eslogan que usamos hace mucho tiempo y que ahora tenemos bastante alicaído en el terreno futbolístico”. Será muy interesante que Sanguinetti consulte la historia nacional y el aporte de los charrúas a las tropas de Artigas y de su propio exterminador “Don Frutos”. ¿Solo esos hechos no aportaron nada a la identidad uruguaya? Lo que sucede es que Sanguinetti tiene una especie de idolatría por Rivera y se le nota.

Y detrás de su justificación de la masacre tira otra andanada: “El gran enemigo del gaucho y del hombre de campo asentado, del campesino nuestro, de nuestros paisanos, fue el charrúa.” Es una visión tan parcial, tan unilateral de una relación compleja y llena de contradicciones, que es todo un método. El golpe de estado es culpa de los tupamaros y los comunistas que dirigían los sindicatos y la masacre de los charrúas es culpa de los indios. El Pradejón Rivera fue sólo un instrumento del progreso.

Es a partir de ese método que tanto sirve para construir un relato histórico totalmente funcional a sus intereses partidarios, como para explicar el desmoronamiento del Partido Colorado en nuestros días. O para no explicar nada, que vamos a abordar su visión de la campaña electoral.

El ex presidente ahora liberado de las obligaciones electorales inmediatas, de la disputa de cargos parlamentarios va a concentrarse en sin duda en la batalla cultural, es decir en la disputa ideológica con la izquierda y para eso va a construir su propio relato del reciente proceso político nacional y mundial. Con el mismo método tan “académico”.

Cuando baja del púlpito a tierra ya entra con otras polvaredas: “En el FA los moderados ya no son mayoría” afirma en el corazón de sus tesis-síntesis-bandera e idea fuerza. “El otro día dije, un poco en broma y un poco en serio, que yo siendo tan opositor como he sido y soy a este gobierno, cuando veo venir lo que se viene he empezado a extrañar al doctor Vázquez”. Genial, uno de los mayores y más tenaces adversarios de la izquierda y en especial de Vázquez, ahora lo extraña. Un adelanto de lo que se viene.

La capacidad de fuego graneado y a discreción de Sanguinetti se basa en dos elementos: en el calibre de las cosas que dice y que dirá y en la disponibilidad de la artillería mediática, que la tiene y mucha.

Desempolvando los valores liberales y democráticos que nadie le niega, pero que le reclamamos cuando analiza el golpe de estado de 1973, se lanza a la batalla sobre la radicalización de la izquierda y la pone a circular nuevamente todos los fantasmas de siempre.

Tengo la leve impresión que en esta campaña se distribuirán los roles. Unos empujarán con toda sus fuerzas para situarse en el centro, para empolvar sus trayectorias con afeites de centro y otros harán el trabajo “cultural” e “ideológico” más pesado y de derecha. Eso sí, sin nunca reconocerlo. En este país el centro es el lugar más concurrido y desbordado de políticos tradicionales.

La famosa batalla cultural que la derecha y los dirigentes de los partidos tradicionales más lúcidos con la que nos amenazan desde hace tanto tiempo no logra emerger, va desmigajándose hasta quedar en el debate político más cotidiano y un poco más.

“Es muy simple, el ascenso del FA en Uruguay ha sido el resultado de un avance cultural del socialismo, del pensamiento socialista, del pensamiento marxista originalmente – hoy saquémosle un poquito esa carga de marxismo y leninismo porque el Partido Comunista es minoría– a lo largo de 40 años. Ha sido una prédica larga, que se basaba en desconocer los valores de la democracia liberal, en enfrentarlos, frente a los valores de la revolución cubana, por decirlo de algún modo. Esa fue una batalla que empezó antes del 59 con el triunfo de Cuba, pero luego, especialmente cuando Cuba se definió como socialista, marxista, leninista, hasta hoy, ha sido el gran imaginario. De un lado estábamos los que seguíamos creyendo en la democracia liberal, apostrofada despectivamente “democracia burguesa” por los otros, y del otro quienes soñaban y siguen soñando con un imaginario cubano”

¿Serán esas las causas de la total decadencia del Partido Colorado? ¿El imaginario cubano? ¿No sería mucho más fructífero discutir sobre el abandono paulatino de la visión batllista, del profundo sentido progresista y renovador de su tiempo que tuvo el auténtico batllismo? Hacer hablar a los muertos ilustres es siempre tarea difícil y riesgosa, pero a veces me pregunto ¿cómo reaccionaría José Batlle y Ordóñez ante una crisis mundial de estas dimensiones? ¿Trayendo todos los maderos de la ideología neoliberal para apuntalar el sistema o preguntándose cuáles fueron las causas de la explosión de la crisis?

¿No nos ayudaría a todos los uruguayos a conocernos un poco mejor reflexionar juntos sobre cómo el dominio total del Estado durante tantos años puedo herrumbrar hasta la más potente de las herramientas políticas y culturales? Son algunos de los temas que el “método” elude. Eso es lo bueno de las batallas culturales, cada uno elige argumentos, enfoques y sobre todo hasta dónde penetra la luz de la crítica. Algunos ni siquiera la encienden.

* Periodista, escritor, coordinador de Bitácora. Uruguay.

Bitácora, 31 – 05 – 09

La Quinta Pata

No hay comentarios :

Publicar un comentario