domingo, 14 de junio de 2009

Medio mundo de Mauricio Rosencof: entre la memoria de los tiempos y la recurrente comedia humana

Medio Mundo

Hugo Acevedo

En tiempos de globalización, individualismo, incertidumbre e indiferencia, la solidaridad aún anida en el entramado social como una suerte de inmemorial legado ético, destinado a rescatar y repotenciar los valores humanistas que subyacen en el imaginario colectivo.

En "Medio Mundo", el dramaturgo Mauricio Rosencof construye una emotiva novela de trazo alegórico, que alude al inescrutable destino de una humanidad huérfana de redención.

La obra será presentada el próximo miércoles 17, a las 19:00 horas, en el Espacio Cultural La Spezia (Libertad 2479), en Montevideo.

El encuentro contará naturalmente con la presencia del autor y la participación de los escritores Mario Delgado Aparaín y Fernando Butazzoni. La musicalización de la velada estará a cargo de Edu Pitufo Lombardo, Pablo "Pinocho" Routin y Carmen Pi.

Mauricio Rosencof, que actualmente ocupa la titularidad de la Dirección de Cultura de la Intendencia Municipal de Montevideo, es escritor y periodista.

Fue dirigente del Movimiento de Liberación Nacional- Tupamaros y, en esas circunstancias, se integró a la lucha armada en la década del sesenta del siglo pasado.

Detenido en 1972 por las fuerzas represivas, fue incomunicado y aislado durante once años y seis meses en las bastillas de la dictadura, en su carácter de rehén.

Pese a que padeció terribles torturas físicas y psicológicas, su incólume fortaleza física y espiritual le permitió emerger del infierno y, recuperada su libertad en 1985, reintegrarse a la sociedad.

Su producción literaria, que ha recorrido todos los géneros, comprende "El regreso del Gran Tuleque" (teatro), "La rebelión de los cañeros" (crónica), "El bataraz" (1999 y 2005), "Las cartas que no llegaron" (2000 y 2005), "Piedritas bajo la almohada" (2002 y 2006), "El enviado de fuego" (2004), "El barrio era una fiesta" (2005), "Vincha brava" (2006), "La margarita" (2006) y "Una góndola ancló en la esquina" (2007).

Mauricio Rosencof ha consolidado una fuerte identidad literaria, que mixtura el testimonio histórico y político, el relato de sesgo nostálgico y autobiográfico y hasta la reflexión filosófica.
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Pluma sin dudas referente de la narrativa nacional uruguaya, este autor oriundo de Florida condensa en su obra el compromiso de alguien que siempre ha sido fiel a sus principios y convicciones, mediante una mirada de trazo costumbrista no exenta de crítica.

En "Medio Mundo", Mauricio Rosencof abandona transitoriamente los territorios autobiográficos transitados en "El barrio era una fiesta", "La Margarita" y "Una góndola ancló en la esquina", para internarse en otros parajes literarios.

Aunque la apelación a la memoria surge nítida en la evocación del hoy desaparecido conventillo Medio Mundo, esta historia impregnada de fantasía realista discurre por andariveles bastante más profundos y reflexivos.

El relato está cruzado por la alegoría pero también por la historia, del ayer, el nosotros y los otros, de los que estuvieron y ya no están. En ese contexto, la clave es el tiempo, la recreación del espacio y de los múltiples espacios de la comarca y el mundo.

Aunque en toda la narración siempre se percibe un fuerte sentido de pertenencia, el escritor trabaja con la universalidad de los valores, como la solidaridad y la dignidad que jamás sucumben a la eterna condena de la pobreza.

Sin embargo, en esta oportunidad Rosencof impregna a su literatura de una profunda y hasta removedora espiritualidad, que establece un crucial parangón entre la peripecia del hombre común y el universo bíblico.

No en vano en la propia portada del libro se visualiza un manuscrito (quizás un papiro) que pende de una cuerda, en pleno patio del hoy fenecido conventillo Medio Mundo.

Ese mágico ámbito urbano, devorado por la ignominia y la contemporánea indiferencia de una globalización sin rostro ni corazón, fue otrora un auténtico paradigma de integración social.

El personaje central de este relato, que viaja raudamente en tren desde el imaginario pueblo Polvoserás rumbo a la capital, se llama nada menos que Nazario.

Como el mítico profeta, el protagonista es carpintero y artesano. Sin embargo, jamás trabaja con clavos, como si temiera evocar la tragedia del martirologio.

Este ignoto hombre, que es hijo del tiempo y de todos los tiempos, carga sobre sus agobiadas espaldas con el estigma de desgarradoras tragedias que no recuerda haber vivido: injusticias, guerras y terribles genocidios.

Esas imágenes, que transforman sus sueños en pesadillas, son la onírica materialización de la azarosa peripecia del ser humano, librado a su absoluto albedrío por un supuesto ser superior.

El tren sin rumbo preciso que opera como metáfora recurrente en toda la narración, alude naturalmente a las incertidumbres pero también al misterioso silencio de un supuesto dios omnipotente pero indiferente.

Los otros personajes que confluyen en el legendario conventillo Medio Mundo, son criaturas hijas de la casualidad o tal vez los "enviados" o convocados por una voluntad que excede a nuestra limitada comprensión.

Allí está la prostituta Magdalena, que vende su cuerpo para sobrevivir, María, que ejerce prolijamente la regencia del conventillo, los pescadores Pedro y Juan, el Oreja, que trabaja como guarda de tranvía, y los niños que encienden el candil de la esperanza tras los muros de ese añoso edificio.

Aunque este no es un texto político, aflora igualmente la veta crítica del Mauricio Rosencof, quien describe minuciosamente la pobreza digna de estos seres que no renuncian a sus sueños.

Mientras Magdalena (son claras las alusiones bíblicas) no sucumbe a la desesperanza de encontrar su amor, los pescadores se lanzan cotidianamente a la mar a bordo de una desvencijada chalana, en procura del sustento que les permita sobrevivir.

Incluso, cuando es menester y no alcanza para el puchero, Pedro transporta un pequeño cargamento de cigarrillos de contrabando, aunque ello le cueste perder su libertad y purgar condena como si se tratara de un temible delincuente.

De algún modo, todos buscan su redención en esa Montevideo de otrora, que aún cobija solidariamente a sus habitantes como si fueran sus hijos y no sus enemigos.

Aunque los tiempos históricos de la narración son deliberadamente imprecisos, todavía se percibe ese espíritu de familia grande que en otros tiempos identificó a nuestros barrios.

Mauricio Ronsencof captura un espacio de memoria, que alude al mítico conventillo como un mero símbolo de comunidad integrada, donde todos conviven en armonía sin conflictos de intereses ni reproches.

Tras esos muros inmemoriales que se estremecen imaginariamente al ritmo de las templadas lonjas de la tradición afro-uruguaya, coexiste la dignidad y el afecto más allá de egoísmos y actitudes personalistas.

El relato está fuertemente impregnado de una aureola de espiritualidad, que marca el derrotero de los habitantes de una sociedad menos mezquina y más solidaria.

Las permanentes alusiones bíblicas personalizadas en ese ignoto carpintero que tiene mucho de redentor, operan como esencial soporte para la construcción de una crucial concepción humanista.

Sin embargo, más allá del tono deliberadamente romántico de la anécdota novelesca, aflora simbólicamente la pesadilla de esos vagones atestados de seres humanos estigmatizados por un destino inexorablemente oscuro. La alusión al horror del genocidio judío es bastante elocuente.

En "Medio Mundo", Mauricio Rosencof construye un relato de intenso acento onírico y vuelo poético, que alude al siempre incierto devenir de la humanidad, la tragedia, la solidaridad, la dignidad, los afectos y la redención a través del amor.

La República, 14 – 06 – 09

La Quinta Pata

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