Miguel Títiro
Son 7 carruajes que el municipio de Godoy Cruz retiró de la calle a cambio de subsidios. Los usan en el paraje La Majada a 133 km de la capital.
Una sencilla cadena de contactos y solidaridad ha permitido que un puñado de chicos que viven en la zona del secano lavallino vayan a la escuela en carruajes bien acondicionados, que otrora pertenecieron a carreteleros de Godoy Cruz.
Los protagonistas en uno y otro extremo de puntos tan distantes como el departamento vecino a la Capital y el paraje La Majada, distrito de San Miguel, a 133 kilómetros de la ciudad de Mendoza, son los alumnos de la escuela Nº 1-736, sin nombre, y los hombres y mujeres que trabajan en variadas changas con sus carruajes.
En mayo de este año, unos 53 carreteleros, que viven en la zona del oeste pedemontano y que realizaban reciclaje de basura, cría de chanchos y otras tareas insalubres, especialmente peligrosas para los menores, aceptaron participar de un programa ideado en la comuna.
Cedieron los vehículos, algunos fueron incorporados a la planta del personal y otros recibieron aportes de hasta $ 5.000, para iniciar emprendimientos más dignos. Todo estaba en consonancia con ordenanzas que procuran restar la tracción a sangre de vehículos por las calles de la jurisdicción. Dos chicos contaron su experiencia y, enterados del destino de sus carros, pidieron ir al alejado paraje para conocer a quienes los recibieron.
De no haber sido por la difusión que tuvo la noticia a través de diario Los Andes (ver edición del 24 de mayo), esos carros hubieran sido destruidos.
Fue entonces cuando apareció en escena Ricardo Tripolone (61), un amigo lasherino de la escuelita de La Majada, que está a 500 metros de la ruta 142 y a unos 15 kilómetros de Encón, localidad limítrofe de San Juan. Se ponía en marcha un mecanismo de solidaridad con muchos brazos extendido. Este hombre, que desde 1977 visita la zona, sabía que los pocos chicos de los puestos cercanos, se trasladaban al modesto establecimiento caminando, en bicicleta o a caballo.
Leer todo el artículoTodos viven lejos, entre 5 y 12 o más kilómetros. Los maestros y especialmente la directora Iris Azcurra, habían participado de los riesgos de esas travesías. A ambos se les ocurrió que esos carruajes que humildes trabajadores de Godoy Cruz dejaban de usar, podrían servir para que la diminuta población escolar los usara para llegar a clase.
Tripolone se conectó con el concejal Julio Zalazar y en pocas semanas estaba en marcha un plan para llevar los vehículos al desierto, en las cercanías de la increíble Reserva Telteca.
El municipio godoicruceño redobló la apuesta y en vez de mandar los carros en el estado en que fueron tomados, los hizo arreglar con el personal de la Dirección de Servicios Públicos, y el jueves pasado, tres camiones municipales, los llevaron al alejado paraje.
"Los rehicimos con amor", fue el comentario del empleado Diego Cardozo. Y realmente los vehículos están muy bien terminados, con ruedas de goma, cómodos asientos, varas con caños nuevos y material fenólico en el resto de la estructura. Eso sí, los carruajes no tienen tracción y los equinos para tirarlos son los propios caballos que los chicos empleaban para hacer las diarias travesías escolares.
"Están tan lindos que parecen tuneados", comentó el director suplente Alberto Campos (45), quien está remplazando a la directora Iris, momentáneamente ausente con parte de enferma.
Las carretelas - siete en total - fueron sorteadas y en un ambiente de camaradería y distensión, generado entre lugareños y municipales, pasaron a manos de las familias del campo. Mañana, gran parte de los alumnos llegará con más seguridad a su escuelita.
El maestro Diego Repetto (30), de gran entrega como maestro rural y muy popular entre los escolares, en la jornada de recepción de las unidades suspendió el dictado de clases, para que cada chico relatara su experiencia, que tenía que ver con la anterior forma de desplazarse y con los progresos que ahora han conseguido.
Jésica González (12) y sus tres hermanos: Secundino, José y Blanca, se cuentan entre los que residen más lejos del colegio. Viven en el puesto Las Cuentas, a la altura del kilómetro 85 y de allí, a 5 kilómetros hacia el campo por una huella. "Nosotros veníamos en un burrito hasta el camino y allí nos recogía el maestro", cuenta la niña con tranquila parsimonia. El animal quedaba atado, a un costado de la cinta asfáltica, hasta que terminaba el horario de clase.
Jesús Lucero (9) montaba un tordillo con su hermana Janet, para hacer 11 kilómetros. Dijo: "Una vez el macho corcoveó y nos tiró al suelo, pero no pasó nada". Alexis Nievas (13), habitante con su familia cerca de Encón, también tuvo un percance. "Una vez el caballo se asustó, no lo pude sujetar y el cabestro se me enrolló en el cuello y me lastimé; estuve tres días sin venir a la escuela".
Casi todos los puesteros que mandan sus niños a la escuelita, ya tienen el transporte a tracción a sangre. Ahora el municipio prometió llevar cuatro más y libros para los pibes. Será para octubre.
Los Andes, 27 – 09 – 09
La Quinta Pata
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