domingo, 18 de octubre de 2009

Víctor De Gennaro: “Tomada optó por defender a los grandes grupos empresariales”

Esteban Talpone

El fundador de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) reclama sin éxito que el Gobierno le otorgue la personería gremial, afirma que el kirchnerismo consiente el ajuste; elogia a Lula Da Silva y promueve la consolidación de la “democracia popular”.

El nombre de Víctor De Gennaro está asociado con la Central de Trabajadores Argentinos (CTA), de la cual es secretario de Relaciones Institucionales. También es sinónimo de la confrontación contra las tradicionales estructuras sindicales peronistas. Pero él va más allá y afirma que un nuevo movimiento político se prepara para gobernar la Argentina y que “los hijos de 2001” serán protagonistas fundamentales de esa nueva etapa. “Fuimos capaces de saber lo que no queríamos y hoy estamos muchísimos más organizados”, evalúa. Además, dice que Néstor Kirchner “es un problema del PJ” y que la ley de medios “es un avance”.

–El viernes pasado, se llegó a un acuerdo en el conflicto de Kraft. ¿Qué interpretación hace usted de lo que sucedió en ese caso, que tuvo tanta trascendencia en los medios y en las calles?
–Con mucho respeto, porque es una organización que no está dentro de la CTA, nuestra actitud siempre ha sido la de respetar las decisiones de la comisión interna, que encabeza el compañero (Ramón) Bogado, que tiene toda una tradición de lucha. Nosotros defendemos las luchas cuando, como en este caso, hay una empresa que trata de trasladar la crisis a los trabajadores, una crisis que no generamos los trabajadores, y una comisión interna que responde a los trabajadores, no importa de qué central sea. Me parece que es un dato aleccionador. El ministerio (de Trabajo), durante los últimos años, viene jugando cada vez más como el departamento de personal de las grandes empresas, en vez de ser alentador de la justicia de los reclamos y las reivindicaciones.

–¿Por ejemplo, en qué caso?
–El Ministerio de Trabajo propuso el salario de 1.500 pesos a partir del año que viene, en enero de 2010. Ahí todos juntitos, con la UIA, la Mesa de Enlace y la CGT definieron esa cifra. El único voto en contra fue el de la CTA, por supuesto. Algo insólito, nos citaron hace un mes para fijar el salario de 2010. Se demuestra con toda claridad que la aceptación del empleo en negro, la precariedad y la falta de democracia sindical favorecen la concentración y extranjerización que están sucediendo en la Argentina, como producto de las políticas económicas de las últimas décadas.

–¿En la ex Terrabusi se dio una confrontación de modelos sindicales a través del desafío a las estructuras de representación tradicional?
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–Son cosas distintas, me parece que intentar explicar este conflicto por la interna sindical es un error. El conflicto de Kraft es el ajuste por parte de la empresa y la resistencia por parte de los trabajadores. Si los dirigentes están con sus compañeros o están en contra es otro tema. Por supuesto, nosotros creemos que el sindicato somos los trabajadores. Y, por lo tanto, vamos a defender lo que se resuelva en asamblea, aun no estando de acuerdo. El compañero Pablo Micheli (secretario general de la CTA) fue a las asambleas del hospital Garrahan con una lista de oposición y estuvo a la cabeza del conflicto hasta que se terminó. Micheli tuvo una conducta sindical ética. Para mí, es un ejemplo de lo que debe ser un sindicalista. Otra cosa es el modelo sindical. La CGT tiene afiliación de sindicatos y a estos se afilian trabajadores permanentes, que hoy son una minoría. En la CTA la afiliación es directa, se puede afiliar cualquiera. Eso es un modelo diferente. Son dos modelos que no tienen nada que ver con las situaciones de confrontación.

–¿Por qué crece la conflictividad social?
–Porque hay una política de ajuste con la anuencia del Gobierno, que no solamente se refleja en Kraft. Acabamos de conformar un sindicato en la empresa minera Barrick Gold y echaron al secretario general, José Leiva. La Justicia dispuso la reincorporación y todavía no se concretó, porque todo depende de las relaciones de fuerza. Hubo una marcha de 3.000 personas en San Juan. Que no se haya pasado por televisión no significa que no existió. Todos los días hay expresiones de conflicto, porque hay una nueva expresión sindical y organizativa en el movimiento popular. Los jóvenes, hijos de 2001, han aparecido en escena y marcan otro tiempo sindical y político.

–¿Por qué el Gobierno no defiende estas causas si, supuestamente, reivindica un nuevo orden social y económico a través de la redistribución del ingreso?
–A esta altura, la palabra “supuestamente” ya queda demodé. Se acaba de aprobar un Presupuesto que es la estratificación de la redistribución del ingreso, como todos los años anteriores. No tiene nada que ver con la aprobación de un salario universal que pondría fin al hambre. Tampoco con el 82 por ciento para los jubilados, cuando sobra plata en la ANSES y el Gobierno decide destinarla a subsidiar a los grandes grupos económicos o a pagar la deuda externa. Basta de verso. Este gobierno tuvo que intervenir el INDEC para evitar que se sepa que aumentaba la pobreza, la indigencia y el hambre.

–¿Qué opina sobre el rol que cumplió la embajada de Estados Unidos en el conflicto de Kraft?
–La embajada estadounidense tiene una tradición histórica y ha estado siempre en función de sus intereses; desde Henry Kissinger para acá ha estado defendiendo esos intereses. La firma del tratado que les entrega la cordillera a las grandes empresas mineras, entre Eduardo Frei, Carlos Menem y George Bush, nos exime de comentarios. Y la Presidenta vetó la ley de glaciares luego de recibir al presidente de la Barrick Gold. Las políticas que se vienen aplicando son la concentración y extranjerización de la riqueza.

–¿Está enojado con Carlos Tomada?
–¿Enojado?

–¿Cuál sería la palabra?
–No es un problema personal. Simplemente, representamos intereses distintos. Él cumple un rol que es haber optado por una alianza con los grandes grupos empresariales y defiende esos intereses. Además, tiene otros socios, que son los aliados en el PJ, como la CGT, y obviamente los defiende. Lo que creo es que un ministro de Trabajo debería garantizar la equidad y la justicia. El ministro de Trabajo siempre fue abogado de la CGT, pero supongo que ahora estará de licencia. Tendría que ser más ecuánime.

–¿Es por eso que no le otorga la personería sindical a la CTA?
–Eso ya no importa. En estos momentos, cientos de sindicatos luchan todos los días contra la adversidad. Cuando hablamos de personería no hablamos de una interna de dirigentes sino de acceder a la representación genuina de los trabajadores. En ese sentido sí hay modelos sindicales diferentes. En el Estado, con la misma ley, el Gobierno permite la pluralidad sindical. Pero en la actividad privada no la quiere, al patrón hay que defenderlo. A la Mesa de Enlace le reconocen cuatro sindicatos. Pero para los trabajadores rurales quieren uno solo. Esto no es un modelo sindical, es un cepo al crecimiento de la resistencia y la organización de los trabajadores.

–¿Cómo lo ve a Néstor Kirchner? Perdió las elecciones pero recuperó la iniciativa.
–Las elecciones fueron un cachetazo a la soberbia de los que creían que tenían la vaca atada para siempre y les abrieron un espacio a las fuerzas de transformación. Nosotros estamos intentando formar un partido, tenemos una diputada electa (Graciela Iturraspe) como parte de Nuevo Encuentro, que también votó a Martín Sabbatella en la provincia de Buenos Aires. Hemos tenido la alegría de participar con Claudio Lozano y Fabio Basteiro en Proyecto Sur, que consolidó a (Fernando) Pino Solanas. Julio Fuentes acaba de coronarse en Neuquén y hay fuerzas progresistas, como la que encabeza (Hermes) Binner. Todo esto demuestra que hay una nueva vitalidad. Hay experiencias nuevas en lo social, lo económico, lo político y lo cultural. Después, cómo sobrevivan los demás, a mí no me importa. Yo en la interna del PJ no me meto. Kirchner que haga lo que quiera.

–¿Pero ve alguna posibilidad de que se postule y pueda imponerse en 2011?
–Es un problema de ellos. Nosotros intentamos construir la unidad del campo popular. Yo a Kirchner no lo voté ni en 2003. Esta nueva instancia que hay en la Argentina es el crecimiento de la respuesta al conflicto social. Frente a 2001, hay un salto cualitativo impresionante. Fuimos capaces de saber en aquel momento lo que no queremos. Hoy, estamos muchísimo más organizados. Ya el año pasado, en Jujuy, se aprobaron planteos como que el hambre es un crimen, el 82 por ciento para los jubilados, la soberanía política y la democracia participativa. Hoy, hay miles de organizaciones participando de eso. Es hora de coagular esa democracia popular.

–¿Puede significar un paso electoral más trascendente?
–Lo electoral es parte de esto. La política es integral. Fíjese la disputa de poder que se planteó a través de la ley de medios: eso también es política. Estamos construyendo una nueva experiencia política para gobernar la Argentina.

–¿Está conforme con la ley de medios?
–Es un avance. Nosotros estamos a favor de una nueva ley de medios mucho antes de los arreglos que tenía Kirchner con Clarín. Es un avance y vamos por más. Ha llegado la hora de diferenciar lo que significa un paso adelante para el conjunto de lo que es la interna partidaria.

–¿En qué espejo de América Latina se muestra ese nuevo movimiento de organización política y sindical?
–Bueno, son muchos. El presidente de Brasil, Lula Da Silva, es un espejo en el cual me miro por haber visto su construcción, pero allá primero fue la identidad partidaria y después la central sindical. En la Argentina, los grandes movimientos fueron expresiones populares que luego se convirtieron en movimientos políticos. Me siento identificado con diferentes experiencias, pero en todos los casos el protagonista y el que debe gobernar es el pueblo. Por eso, conformamos la Constituyente Social que, para nosotros, es el proceso por el cual vamos generando esa unidad. Hoy tenemos una posibilidad muy grande y no tengo duda de que la Argentina que viene es la que no delega. Evidentemente, la posibilidad está en nosotros de construir esa alternativa y hacia eso vamos: a gobernarnos a nosotros mismos.

Los hijos del Cordobazo y del 2001
A Víctor De Gennaro lo indigna el resultado final del Presupuesto Nacional que se votó la última semana en la Cámara de Diputados.

“¿Dónde están los progresistas que votaron este Presupuesto, por qué levantaron la mano tan rápidamente sin discutir ni un salario universal?”, pregunta indignado porque el ingreso para los sectores más débiles no fue incluido en las previsiones para el 2010. Es una pregunta retórica. Sin esperar respuesta, cambia la indignación por esperanza. Cambia el tono y pasa a hablar del futuro y de eso que llama la construcción del nuevo movimiento político y social.

“En la Argentina hay dos realidades. Una de ellas tiene que ver con la construcción social que crece a través de los jóvenes, que vuelven a ser protagonistas. Un millón trescientos mil jóvenes fueron a Luján caminando y eso hay que tenerlo en cuenta. Los jóvenes son los constructores del futuro”, señala con entusiasmo.

Y contrapone otra realidad de la juventud: “Por eso los matan con el paco y los encarcelan. La mayoría de los presos son jóvenes y pobres. Hay un avance muy interesante de los hijos del 2001. Así como alguna vez nosotros fuimos los hijos del Cordobazo, éstos son los hijos del 2001”.

Crítica Digital, 18 – 10 – 09

La Quinta Pata

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