Don Cósimo
Viéndolos pasar amontonados, riéndose decorosamente junto a la naturaleza, con sus raros peinados chipolettianos, tomados de la mano o abrazados, chicas con chicas y chicos entre sí, con sus remeras repletas de consignas libertarias que idolatran santos rolingas y proclaman por la legalización de hierbas y ungüentos milagreros, uno los mira a estos jóvenes y cree que finalmente triunfó la revolución cultural, que el mundo todavía no terminó de reventar, que algún virus rebelde prendió en la caspa tropical de las nuevas generaciones.
Sin embargo, si nos tomamos el trabajo de escucharlos un ratito, de analizarlos un instante, veremos que detrás de todas esas consignas y carteles, tinturas y tatuajes new age, y entre tanta tribu y seudo tribu urbana, se está cocinando un caldo de ingredientes harto reaccionarios.
Como recién egresados de la preparatoria de Cris Morena, estos niños-adultos de la bendita clase media se reúnen en los bares céntricos a gozar de la libertad democrática y a beber algunas cervezas. La charla es amena y jovial, el soporte cognitivo de su vocabulario es muy light, la interacción subjetiva que los une es muy cool, hasta que de pronto uno de ellos cuenta algo de un robo, de un asalto, de una familia en apuros y, eso ya es suficiente para que arranque el estribillo, la cantinela retrógrada de sus abuelos milicudos rebrota sobre sus suaves epidermis.
Al igual que señoras en la cola de la carnicería, los jóvenes fascistas se amontonan junto al fogón imaginario y no paran de despotricar al sistema de inseguridad reinante, a las políticas paternalistas que no hacen más que aumentar la vagancia y la delincuencia, primas cercanas del clientelismo choripanero del que se creen exentos. Ellos opinan por habladurías del efecto de la falopa que pone ciegos a los pobres, de la miseria resentida que mata por envidia, de la castración química obligatoria, de la justicia lenta, de la mano dura, del miedo en los semáforos y avenidas, del ojo por ojo, de la liendre por liendre, de la mismísima razia que habría que implementar para arrasar con tanta mierda y por fin dormir tranquilos.
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1 comentario :
¡Excelente Don Cósmico! Hay que sentarse en un café de la peatonal o en el buffet de cualquier universidad. Hay que abrir la oreja, y ya está. Tenemos el panorama tal cual usted lo pinta.Realmente es escalofriante.
Felicitaciones y siga parando las antenas para todos nosotros.
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