domingo, 6 de diciembre de 2009

Jóvenes fascistas

Don Cósimo

Viéndolos pasar amontonados, riéndose decorosamente junto a la naturaleza, con sus raros peinados chipolettianos, tomados de la mano o abrazados, chicas con chicas y chicos entre sí, con sus remeras repletas de consignas libertarias que idolatran santos rolingas y proclaman por la legalización de hierbas y ungüentos milagreros, uno los mira a estos jóvenes y cree que finalmente triunfó la revolución cultural, que el mundo todavía no terminó de reventar, que algún virus rebelde prendió en la caspa tropical de las nuevas generaciones.

Sin embargo, si nos tomamos el trabajo de escucharlos un ratito, de analizarlos un instante, veremos que detrás de todas esas consignas y carteles, tinturas y tatuajes new age, y entre tanta tribu y seudo tribu urbana, se está cocinando un caldo de ingredientes harto reaccionarios.

Como recién egresados de la preparatoria de Cris Morena, estos niños-adultos de la bendita clase media se reúnen en los bares céntricos a gozar de la libertad democrática y a beber algunas cervezas. La charla es amena y jovial, el soporte cognitivo de su vocabulario es muy light, la interacción subjetiva que los une es muy cool, hasta que de pronto uno de ellos cuenta algo de un robo, de un asalto, de una familia en apuros y, eso ya es suficiente para que arranque el estribillo, la cantinela retrógrada de sus abuelos milicudos rebrota sobre sus suaves epidermis.

Al igual que señoras en la cola de la carnicería, los jóvenes fascistas se amontonan junto al fogón imaginario y no paran de despotricar al sistema de inseguridad reinante, a las políticas paternalistas que no hacen más que aumentar la vagancia y la delincuencia, primas cercanas del clientelismo choripanero del que se creen exentos. Ellos opinan por habladurías del efecto de la falopa que pone ciegos a los pobres, de la miseria resentida que mata por envidia, de la castración química obligatoria, de la justicia lenta, de la mano dura, del miedo en los semáforos y avenidas, del ojo por ojo, de la liendre por liendre, de la mismísima razia que habría que implementar para arrasar con tanta mierda y por fin dormir tranquilos.
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Nacidos con el menemato y criados con el miedo de perder su venerado estilo de vida, los jóvenes fascistas ignoran o se mofan de los derechos humanos, de las garantías constitucionales, del habeas corpus, y hasta creen que el juicio a los represores es sólo una jugarreta propagandística más del gobierno de turno. Disfrazados de Bob Marley e imitando desgarbados movimientos pélvicos, disimulan su desprecio por lo distinto y le rezan al santo de la seguridad plena. Todas las mañanas desayunan en una escenografía de publicidad de mayonesa, y repiten como discípulos monaguillos el sermón que sus padres comulgan antes de salir a trabajar y llevar a sus hermanitos al College.

Los jóvenes fascistas no se muestran como uno se imaginaría a un militante de la reacción más radical, no actúan como skinheads, ni leen a escondidas “Mi Lucha”. Dentro de su grupo de pertenencia puede haber judíos, chicas y chicos gay, y no tienen cara de malos ni usan cadenas y borsegos. Son lindos y bondadosos, los varones son bonitos y muy delicaditos, las chicas son amorosas y super educadas, no usan ropa gris y peinados con rayas al costado, no hablan como robots atolondrados ni se parecen a los nerds de las películas, tienen un buen gusto de la estética y la combinación de colores, escuchan muy buena música, ven mucho cine y leen lo suficiente.

Para poder identificarlos hay que actual como un etnógrafo, confundirse e inmiscuirse entre ellos. Por la simple imagen que ellos reflectan es imposible saber cuándo nos encontramos frente de un joven fascista. No es tan fácil distinguirlos, se confunden entre la fauna juvenil porque copian fielmente los signos y los guiños de cualquier consigna gregaria que les venga en gracia. Es cuestión de tomarse el tiempo y empezar a escucharlos. Algo bravo y no tan dulce se está oyendo desde sus cándidas boquitas.

Desvío Cósmico, 06 – 12 – 09

La Quinta Pata

1 comentario :

Anónimo dijo...

¡Excelente Don Cósmico! Hay que sentarse en un café de la peatonal o en el buffet de cualquier universidad. Hay que abrir la oreja, y ya está. Tenemos el panorama tal cual usted lo pinta.Realmente es escalofriante.
Felicitaciones y siga parando las antenas para todos nosotros.

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