Alfredo Saavedra
Dolor de cabeza tras dolor de cabeza han causado a los empresarios y empleados serviles de los canales de televisión en español, pertenecientes a la disidencia cubana en los Estados Unidos, los resultados electorales presidenciales en Latinoamérica proyectando la iniciativa gubernamental a las opciones de plataformas progresistas.
Nueva comprobación de ese quebranto de salud para la televisión en español estadounidense, ha sido el reciente triunfo del candidato Ollanta Humala, del Partido Nacionalista del Perú, una instancia autodenominada de centro izquierda, de todos modos inaceptable para los cubanos de la contra. La enviada del canal Univisión, con base en Miami, dentro del típico formato de esa empresa, al entrevistar al presidente electo, de manera insolente y con visible irritación le preguntó que “si pensaba hacer un gobierno igual al de Chávez” (Sic). El entrevistado respondió con mesura ratificando su posición de independencia para la ejecución de su programa de gobierno.
Los enviados de Univisión se han caracterizado por su papel de emisarios de la empresa que los emplea, más en función policíaca que periodística, dentro de la política anticomunista de ese canal y su similar Telemundo, que arrastran rencores por herencia, desde el triunfo de la revolución cubana hace medio siglo. Ese movimiento produjo el éxodo de la oligarquía criolla y sus acólitos, estableciéndose en Miami, de forma particular, donde de esa manera quedó fundada lo que se dio en llamar la gusanera del exilio.
Aunque los “patriarcas” de ese exilio, entre ellos el potentado Más Canosa, que reclamaría de por vida una exorbitante propiedad naviera en la isla, al parecer ya finados, entre sus herederos inmediatos están los propietarios de los mencionados canales de televisión, empeñados en inmiscuirse en la política de Latinoamérica. Para esa finalidad, lanzan desde esos medios una ofensiva contra los proyectos democráticos y progresistas de los países de la región, que en los último tiempos han formado un amplio cuadro geográfico de nuevos gobiernos de izquierda.
Los espacios informativos de esos canales, en práctica de un periodismo chapucero que sigue la pauta de la derecha oficial estadounidense y la de los intereses de esas empresas, se obstinan en difamar a los gobiernos latinoamericanos definidos dentro de los procesos de independencia imperialista. Los gobiernos de Chávez, en Venezuela, de Correa en Ecuador, de Morales en Bolivia y Ortega en Nicaragua son blanco, por medio de corresponsales adiestrados para servir los intereses de sus empleadores, de esa ofensiva empeñada en destacar los berrinches de la oposición marrullera en esos países.
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