Ramón Ábalo
Dolor, angustia, bronca y sorpresas deparan las jornadas que en la justicia federal, aquí en Mendoza, se vienen realizando semana a semana desde el mes de noviembre. Las de la semana pasada estuvieron signadas por el asesinato del poeta Paco Urondo, muerto en una emboscada el 16 de junio de 1976 en una zona del Departamento de Guaymallén, concretamente en la esquina de calles Tucumán y Dorrego.
Allí, aproximadamente a las 13:00, efectivos de seguridad, incluso del ejército, tendieron un operativo que resultó finalmente en un enfrentamiento con Urondo, su compañera, Alicia Raboy y la beba de ambos, Alicia, de un par de años. Y además Renée Ahualli, compañera de militancia de Urondo en la organización Montoneros. Tripulaban un automóvil Renault 6. Precisamente, por razones seguridad, y como era de práctica Renée, a quien le decían La Turca, tuvo una cita con Urondo en esas inmediaciones, llamada de control, que posteriormente terminó en persecución, enfrentamiento y el asesinato de Paco, la desaparición de Alicia Raboy, la fuga espectacular de Renée, y la entrega a un vecino de la beba que, por fortuna, fue entregada a la Casa Cuna y luego rescatada por los abuelos.Uno de los testigos de esta causa fue Juan Carlos González, que mantenía amistad con Rosario J. Torres, ex-policía de la provincia de San Luis, que como tal había sido de Montoneros con el cargo de comisario político, entre 1973 y 1975. Después traba esa amistad con González por una vinculación con un familiar de este, también oriundo de San Luis, chofer de micro sin ninguna identidad política. Esa amistad tenía como basamento especial la pasión de ambos por las competencias de automovilismo, concurriendo ambos asiduamente a Mendoza para gozar de las competencias que se realizaban regularmente en esta provincia. Precisamente por esa amistad con un montonero, ex policía, como lo había sido Torres, a González se lo detiene también en junio del 76. Lo "pasean" y lo torturan por el D2 mendocino, por una comisaría, por Villa Devoto, y después de un par de años, le hacen un consejo de guerra aquí en Mendoza. Más allá de todos los avatares represivos que sufrió, cuando González iba a ser juzgado por el consejo de guerra, se le nombra como defensor al 1er.Tte. Carlos Gómez. Y en una de las entrevistas que tuvo, muy suelto de cuerpo el "defensor" le dijo: "Ya estás condenado...agradecé no estar muerto o desaparecido...nosotros tenemos las armas, los yanquis nos mandan las municiones y nosotros lo único que tenemos que hacer es disparar."
Por supuesto, González fue condenado a seis años y seis meses de prisión. Antes vino la democracia y se restituyó a la vida cotidiana, como lo había sido hasta 1976. Pero le quedan huellas en su espíritu que antes y siempre habían sido consecuencia de una vida cotidiana normal, de trabajo, sencilla y con todos los condimentos de lo humano: familia, amigos, trabajo, pasión deportiva, amores, hijos. Y aquello de que "tenemos las armas, lo único que tenemos que hacer es disparar"...
La Quinta Pata, 26 – 06 – 11
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