Matías Perdomo Larrea
La divulgación de las imágenes del debate plenario de Carta Abierta tras la primera vuelta electoral en la ciudad de Buenos Aires, despertó despiadadas críticas hacia dentro del espacio político que gobierna el país. La mayoría de ellas direccionadas a lavar los trapitos en casa y no hacerle el juego a la derecha mediática. Si bien es cierto que algunas de las afirmaciones de los intelectuales orgánicos del proyecto nacional y popular sirvieron de materia prima para el “gaste” del tridente Perfil, La Nación y Clarín y sucursales, el síntoma más preocupante parece ser la falta de costumbre de gran parte de la militancia
a observarse el ombligo y corregir lo que se está haciendo mal. De más está decir que innumerables expresiones políticas comenzaron su naufragio cuando ningunearon la posibilidad de la autocrítica.
Un punto atendible y recurrente en la militancia es creerse poseedora de la verdad. Bien lo dijo el prócer, todos manejamos verdades relativas, por lo que es equivocado caer en posturas intransigentes, emulando a aquellos de quienes nos queremos diferenciar. La primera observación entonces sería dar cuenta del llamado de atención generosamente ofrecido. Aún resta un trecho largo para las presidenciales y caer en latiguillos que repelan las visiones críticas es penoso, pues justamente una de las virtudes del modelo es aceptar y luego enfrentar los conflictos desde la vía democrática, por lo que el revisionismo de las acciones políticas debería expresarse en tono de jactancia.
Las performances electorales de CABA y Santa Fe son alimento de las acciones tendientes a instalar en la opinión pública la idea de un descenso en la valoración positiva de la actual
gestión de gobierno y la derecha cómplice se encuentra por demás entusiasmada con el envión que según cree le otorga el clima (anti)político. Ahora sí seguros de Macri 2015, intentarán forzadamente pintar de amarillo al país, suponiendo más aceitada la renovada confraternidad entre el neoliberalismo salvaje y el conservadurismo popular.
Pero si algún aprendizaje dejarán estos comicios preliminares, será el de no recurrir a las mismas armas que el adversario. La video política y el marketing son terrenos imposibles
de equiparar aún a pesar de la renga vigencia de la ley de medios, pues el gran mentiroso argentino sigue siendo muy poderoso a la hora de convertir carencias en virtudes y viceversa. Por lo que atenuar el simplismo del tipo de seiscientos setenta y ocho
(Dolina dixit) parece una necesidad, ya que Gvirtz y compañía continuarán con su plan de enriquecimiento a fuer de la limitada batalla Clarín-Gobierno y a esta altura no extrañaría
a nadie si intentaran encontrar el rating perdido con la exhibición de un video porno de Cabito y Magdalena.
Por eso se repite la necesidad de apagar las esperanzas restauradoras de las corporaciones agromediáticas desde la política. Sin margen para una reivindicación porteña, sociedad
que una vez más demuestra su sectarismo mitrista, vendrá Córdoba con un mensaje más ambiguo en términos políticos y luego un aluvión de votos primarios, abiertos, simultáneos y obligatorios para la gran electora, que alejará los fantasmas de interrupción del modelo y allanará octubre, pero que pondrá en escena nuevamente la tensión interna.
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