domingo, 7 de agosto de 2011

Mujeres de memoria

Penélope Moro

La etapa testimonial del juicio de lesa humanidad que se cumple en la ciudad de Mendoza dejó al descubierto una nueva verdad, que por lamentable y siniestra exige también ser tocada con la mano de la justicia. Es la de las distintas ex presas políticas que, valerosas, ofrecieron ante el tribunal su memoria al servicio de la democracia. Ellas, además de víctimas del secuestro y la tortura, fueron violadas y atacadas sexualmente de manera cotidiana por los represores, todo el tiempo que llevó su cautiverio. Resistentes y sin vacilaciones relataron esa experiencia. La peor dentro del horror. Por la que se atraviesa íntegramente: en cuerpo y psiquis, y de manera permanente.

El grito que revive y libera las marcas del espanto en las sobrevivientes al D2, se aúna al de cientos de mujeres que ya a salvo de las garras genocidas hoy prestan testimonio en los diferentes juicios que se siguen en el país. Estos relatos en primera persona, apoyados por las declaraciones de los propios compañeros de cautiverio de las víctimas, sumados a otras denuncias hechas con anterioridad a la reapertura de las causas penales contra los genocidas, confirman que en cada centro clandestino de detención montado en Argentina entre 1976 y 1983 la violencia de género fue aplicada sobre las prisioneras sistemáticamente.

El hecho de que las mujeres hayan sido en especial y de manera generalizada víctimas de un instrumento diferenciado en el marco de la totalidad de las prácticas represivas, devela el ensañamiento dictatorial contra ellas. Un castigo extra por su condición de género. Durante mucho tiempo esta verdad fue desoída y relegada a un segundo plano por jueces y fiscales. Equiparados como una forma más de tortura, las violaciones y ataques sexuales, fueron desafectados de su carácter irrevocable de “crimen de lesa humanidad”. Pero hoy, la recuperación y el avance del proceso de verdad y justicia permite que estos recuerdos originados en las formas más extremas de violencia contra la mujer sean escuchados.

Ya existen progresos, tanto que hay dos jerarcas dictatoriales procesados como “partícipes necesarios” de la violencia de género cometida contra prisioneras en un CCD tucumano. Y dos fallos de Tribunales de Santa Fe y Mar del Plata, consideraron que estos hechos no sean penados como una tortura más.

Tanto, que la valiente evocación del pasado de las testigos del juicio local contribuyó a la destitución del juez Luis Miret, por encubrir a violadores y torturadores. Tanto, que gracias a sus declaraciones hoy hay dos represores mendocinos presos. Tanto pero no suficiente. La memoria activa de las mujeres exige que los daños específicos padecidos “por ser mujeres” sean definitivamente juzgados como “crimen de lesa humanidad”. Imprescriptibles, como los recuerdos de tanto dolor.

Río de Palabras n° 50, edición II Aniversario, 28 – 07 – 11

La Quinta Pata

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