domingo, 11 de diciembre de 2011

Hágase el silencio y el silencio se hizo…

Alberto Atienza

La moto de Lawrence de Arabia. No andaba a puro escape libre por Mendoza, de haber sido así, Raúl Levrino la hubiera metido presa, junto a un enjambre de scooters.

Importante operativo de la comuna de Capital
Mendoza, ciudad, desde el viernes 2 de diciembre es otra. Una disposición municipal, en una sola y rápida acción, erradicó de las calles los ruidos molestos que producían coches y motos. Los comunales interceptaron a pibes de deliveris y los que debutaban en el mundo de las dos ruedas, con esas motos flatulentas de baja cilindrada, con escapes originales extirpados y reemplazados por otros, atronadores.

Algunos jóvenes en coches nuevos, tuneados, (léase, afeados) autos que con sacrificio les regaló su abuela, papá o mamá, también cayeron en lo mismo que los motociclistas (motoqueros, como escriben algunos ya jovinos que se quieren hacer los pendex). Sacaron las salidas de escape y les pusieron unos “silens”. Mal nombre, porque alteran a peatones, a enfermos en hospitales, a recién nacidos. Perturban a las aves, interrumpen a familias, con el estampido continuado que atraviesa paredes y corta parlamentos.

Una enorme cantidad de motos y autos “marcharon presos” por hacer batifondo con sus motores. Deben pagar, para recuperar sus rodados, una multa de 500 pesos y llevar sus escapes al número de decibeles permitido por las normas vigentes. 500 pesos, en el balance final, un ataque de alegría para las arcas municipales. En buena hora. ¿Y los infractores? A cada rato se les pianta un lagrimón por el golpe que recibieron sus billeteras, A llorar al Calvario ¿Quién los mandó hacerse los Carrol Shelby?

Para los vecinos de calle Perú, en especial, y para muchos otros más fue un fin de semana único. En cafúa están scooters, 125s. 150s. y hasta algunas motos pulsudas y de más de un litro de polenta, que las hay, las hay. Bellas Harley o algunas de sus copias japonesas. Claman por sus dueños en el depósito municipal. Durmieron al aire libre. No están acostumbradas al fresco rocío, especialmente las rechonchitas, caras, más que un coche nuevo y compadrón. Extrañan el trato de sus dueños, la diaria sobada de metales con una franela fina perfumada con brillador. Esperan, como todos los días, que hablen de sus formas y colores. Que diga su dueño que ella, Custom 883, es muy linda. Bueno, sufren mucho por el encierro en intemperie, esas novias de cuatro tiempos.

Las más chicas, denominadas cariñosamente “pedorreras” no la pasan mejor. Las que no fueron portadas en galera se quedaron en casa. Claro, se había anunciado la repetición de ese operativo. Pero no se dijo cuándo. Sintéticamente, un fin de semana único para los ciudadanos. Silencio por momentos en las calles. A veces el sonido de vehículos normales, algo a lo que uno se acostumbra. Al ruido no. Nadie puede adaptarse. La exposición continuada a los altos decibeles genera un cuadro de graves enfermedades. Los que pasan con la empulpadita en grupa, con la que no pueden cambiar ni una palabra por el bramido de sus máquinas, ignoran o no les importa el daño que causan. La primera en quedarse sorda será, sin dudas la damisela, sentada derechita y con las asentaderas proyectadas hacia atrás. Así se escuchará un día que el motorista (no vamos a poner motoquero es como escribir cicliquero, nudiquero) detiene la marcha y le dice a la empopada: “Andá al quiosco y trae media docena de raspaditas” y ella, sonriente, contestará: “Yo también te quiero”

Raúl Levrino, secretario de seguridad ciudadana de la municipalidad de la capital tuvo a su cargo el operativo de retorno a la tranquilidad. Desde este humilde espacio vaya un saludo a Raúl y al intendente Fayad por tan importante beneficio para todos los vecinos de Mendoza. A no aflojar. Al menor descuido saldrán los barulleros con pompositas en ancas otra vez a sembrar hipoacusia.

La Quinta Pata, 11 – 12 – 11

La Quinta Pata

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