domingo, 26 de agosto de 2012

Algunas consecuencias de la impunidad

Licenciado Roberto Vélez
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Entrega l - Largacha y Ciancio

Después de 40 años, están siendo juzgados algunos responsables de crímenes políticos. Estos procesos tienen significación. La impunidad enseñoreada, constituiría un pésimo legado.

Sin embargo, hay huellas que borró el tiempo. E inconductas que perduran.
Muchos criminales han muerto. Otros envejecidos, dicen no estar en condiciones ni de participar en una teleconferencia. Mucho menos de una audiencia.
Los que participan, asesinos sin atenuantes, hasta muestran caras con sonrisas.
Los más, pese al carácter de las tropelías, no sufrirán consecuencia alguna.
Los menos, la pasaran, por razones humanitarias y biológicas, en familia y en sus viviendas. Cuando no, pasearan fuera de ellas. En virtud de la laxitud de algunas implementaciones. Y de unos cuantos contactos.
Lo cierto es que solo un número minoritario en relación a los que actuaron, serán penados.
Hasta ahora, los civiles cómplices, que actuaron en logística pero también operativamente, están libres.
Cobardes… mascullan, murmuran y conspiran en las sombras.
Y esconden sus responsabilidades. Situación a la que ha contribuido un poder político incapaz en Mendoza hasta de hacer aparecer los listados de colaboradores civiles de la policía provincial. Y los de los servicios de inteligencia del estado.
Ningún juez ha ordenado su aparición. Tampoco de los prontuarios políticos, digitalizados y a buen recaudo.
En algunos temas, poco ha cambiado.
Vamos a ejemplificar algunos de nuestros asertos.
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La Compañía de Comunicaciones, estructura del ejército en donde funcionó un centro de tortura, al que prestos también acudían represores de la policía (provincial y federal) y de la aeronáutica, contaba en su seno con oficiales jefes y de los otros y con un buen numero de suboficiales.
El suboficial mayor Juan Alberto Peralta, a la postre quien nos entregaba vendados y atados a los torturadores, zafó. Las declaraciones timoratas de ex presos y una “justicia” que las aprovechó, posibilitaron su absolución. Luego murió.
Ninguno de los otros suboficiales colaboradores fue procesado.
El otrora altivo, provocador y soberbio oficial a cargo de los detenidos, está impedido por su estado de salud. Migno es el apellido del aparentemente postrado integrante del ejército. Valiente para vérselas con maniatados e indefensos, hoy llora sus penas a través de certificados médicos emitidos por la propia fuerza.
El tiempo, que pone algunas cosas en su lugar, posibilitó la aparición de Ramón Ángel Puebla, el otrora oficial jefe del que dependía el ayer joven y gritón encargado de la administración de la tortura.

* * *

Y la novedad en el relato
Sabido es que civiles, aeronáuticos y otras “yerbas” fueron responsables de las persecuciones también en la UNCuyo. Centenares fueron sus victimas. Algunos fueron asesinados. O desaparecidos: lo que es mucho peor.
En mi caso expulsado. Cuando me reincorporaron no existía la carrera de Sociología. Lo cierto es que por el ritmo de mis estudios debía terminar en el ’78. Terminé en el ‘99. Un poco viejo para iniciar una carera de investigación o docente.
Hace algunos años, el entonces decano Carlos Finochio, posibilitó que contratado, diera clases. Cuando finalizó su mandato lo sucedió Laura Ciancio, esposa de un radical alineado en lo que fue Causa. Asumió e inmediatamente rescindió mi contrato. Aunque suponía unos pocos pesos, también trabajaba en mi facultad.
La nueva decana, había sido funcionaria de la dictadura. Nunca hubo luego resarcimiento de ningún tipo por parte de las autoridades.
No hace mucho, en forma casual, descubrí que su cuñado, había sido segundo jefe del campo de concentración que funcionaba en comunicaciones. El teniente coronel (RE) Rodolfo Largacha, hoy de 70 años.
Allí estuvimos recluidos ilegalmente en el 76 y sometidos como centenares de ciudadanos, a apremios de todo tipo.
Lo cierto es que esta señora, tuvo razones importantes para sacarme de la Universidad.
Largacha esta libre. Por ahora no procesado. En el mejor de los casos, será responsable mediato.
En mi caso, merced a las derechas y a los Largacha y Ciancio, no doy clases en la UNCuyo. Ni gozo de los servicios del DAMSU. Aunque soy egresado.
Por estas y otras muchas consideraciones abarcativas de similares situaciones, la verdad y la justicia resultan clave.
Por eso, además de victima, soy testigo y querellante en este III juicio por delitos de lesa humanidad.
Estos especímenes y su descendencia, siguen actuando.
Y si no hay sanciones judiciales, será esta una forma de que haya conocimiento público. Y condena social.

* Tel. 154853524

La Quinta Pata, 26 – 08 – 12

La Quinta Pata

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