domingo, 16 de septiembre de 2012

La pena de muerte*

María Elena Walsh

Fui lapidada por adúltera. Mi esposo, que tenía manceba en casa y fuera de ella, arrojó la primera piedra, autorizado por los doctores de la ley y a la vista de mis hijos.
Me arrojaron a los leones por profesar una religión diferente a la del Estado.
Fui condenada a la hoguera, culpable de tener tratos con el demonio encarnado en mi pobre cuzco negro, y por ser portadora de un lunar en la espalda, estigma demoníaco.
Fui descuartizado por rebelarme contra la autoridad colonial.
Fui condenado a la horca por encabezar una rebelión de siervos hambrientos. Mi señor era el brazo de la Justicia.
Fui quemado vivo por sostener teorías heréticas, merced a un contubernio católico-protestante.
Fui enviada a la guillotina porque mis Camaradas revolucionarios consideraron aberrante que propusiera incluir los Derechos de la Mujer entre los Derechos del Hombre.
Me fusilaron en medio de la pampa, a causa de una interna de unitarios.
Me fusilaron encinta, junto con mi amante sacerdote, a causa de una interna de federales.
Me suicidaron por escribir poesía burguesa y decadente.
Fui enviado a la silla eléctrica a los veinte años de mi edad, sin tiempo de arrepentirme o convertirme en un hombre de bien, como suele decirse de los embriones en el claustro materno.
Me arrearon a la cámara de gas por pertenecer a un pueblo distinto al de los verdugos.
Me condenaron de facto por imprimir libelos subversivos, arrojándome semivivo a una fosa común.
A lo largo de la historia, hombres doctos o brutales supieron con certeza qué delito merecía la pena capital. Siempre supieron que yo, no otro, era el culpable. Jamás dudaron de que el castigo era ejemplar. Cada vez que se alude a este escarmiento la Humanidad retrocede en cuatro patas.


* Por fin una ley que justifica a los verdaderos violentos. La llamada ley Petri que fue aprobada la semana pasado por la legislatura mendocina con aquiescencia oficialista. Todos rejuntados, sin identidad de camisetas, de hoy en más será una ley que solamente testimoniará a los doctores de la ley...los que tiran la primera piedra...el brazo de la justicia...el conturbenio católico-protestante...camaradas revolucionarios… interna de unitarios y otra de federales…por ser distinto a los verdugos...hombres doctos o brutales...supieron con certeza qué delito merecía la pena capital...Y hacen retroceder a la historia en cuatro patas. Nada más que doctos cavernícolas que retroceden a la ley de la selva, al ojo por ojo...diente por diente (RA).

La Quinta Pata

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