Carlos Benedetto
Malargüe. Personalmente adhiero a la teoría de mi esposa, quien sostiene que los varones que hacen y dicen estas burradas sufren de disfunción eréctil. En realidad, ello lo dice en términos menos académicos, pero no es el caso, ya que no se circunscribiría a lo genital específico, que es una forma muy burda de reduccionismo de lo sexual.
La cosa sería así: "como no puedo ser el artífice del goce del otro, todo goce carece de legitimidad; si ocurre, lo demonizo porque significa que el otro puede gozar sin mí" (o sea, el que no sirve para nada soy yo pero no puedo ni debo ponerme en contacto con esa realidad).
Son las mismas personas que demonizan la subcultura gay, o que definen como "pornográfica" una película erótica, pero no así a las películas bélicas. Para estas personas es más obsceno hacer el amor (que engendra vida) que matar gente (que engendra muerte). Estos tipos siguen exhibiendo a un Cristo torturado y muerto y no al Cristo que multiplicó los panes, ni al judío que se rebeló contra el imperio.
Nada dicen, estos célibes a la fuerza, de todos los cagadores de las Fuerzas Armadas y sus esposas, y el ministro de economía Martínez de Hoz, que en sus reuniones sectarias renovaban permanentemente sus votos de castidad. "Si me niego el placer a mí mismo, eso me da derecho a negárselo al otro". La frugalidad de Martínez de Hoz era la justificación de la frugalidad a que nos sometió a todos.
A estos tipos no les da el cerebro para cuestionar técnicamente los discursos de Kristina, y entonces no les queda otra que pegar a donde más les duele: Kristina es una mujer atractiva y sensual, que les está poniendo en evidencia su "no puedo con ella y encima se basta a sí misma".
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