domingo, 16 de septiembre de 2012

Las cacerolas del jueves

Hugo De Marinis

El jueves 13, a eso de las 20:30 torontianas (21:30, hora argentina), llegaba desde el trabajo a mi hogar, después de casi dos horas de cruel autopista. Pretendía posar mi integridad sobre una mecedora que tengo en el patio y proceder a meditar posicionamientos frente a las propuestas “modernizadoras” de la administración de mi universidad. A la vez, atisbar el amable cuadro de las últimas y desfallecientes luces del crepúsculo, escasas y lejanas, allá por el horizonte.

En esos túneles contemplativos me hallaba cuando apareció el vecino de abajo dispuesto a alistar un par de tiras de costillas en la parrillita del aparato a gas de barbecue que tenemos dispuesto como humilde sucedáneo del añorado fogón criollo. Con el vecino, solemos discurrir sobre temas mundanos y variados y, dado nuestro común origen, casi siempre intercambiamos novedades sobre los sucesos del país:
- ¿Te enteraste de lo de los boxes?
- ¿La pelea entre “Maravilla” Martínez y Chávez Junior?
- No, las cajas de seguridad en los bancos. Parece que el gobierno las quiere intervenir. Y además, ahora te van a dar un pasaporte en el que se especifica que no podés salir al extranjero más de una vez al año.

Estaba cansado y presumo que se me notaba tanto en el gesto como en la voz. Por ahí mi universidad elimina el programa en el que doy clases hace once años, me pone de patitas en la calle y ahora esto: los rumores del apocalipsis que llegan a full de allá abajo, a unos 8.524,48 kilómetros de distancia, si se viene derecho, sin escalas, desde Mendoza.
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Luego de intentar morigerar las ansias del vecino, le prometí indagar sobre el asunto mientras evaluaba que había regresado de Argentina hacía menos de dos meses y por lo tanto me encontraba vacunado contra las astucias de la derecha. O sea: conflictos había, más que nada en el plano de la apropiación de la palabra, aunque también otros – fabricados o no. Pero en dos meses, ¿precipitarse la confiscación sobre la clase media?, ¿un flamante corralito? Creí que esto de los rumores ya sobrepasaba el ridículo.

Cuando revisé algunos medios en línea, en lugar de intervención gubernamental en cajas de seguridad o emisión de pasaportes limitados, me encontré con que La Nación anunciaba que se habían juntado 200.000 (¿?) caceroleros en Buenos Aires y el MDZ , más de 15.000 (¿?) en Mendoza, para protestar contra el gobierno. Reconozco que no lo preví, pese a que sigo los percances argentinos más que lo que ha menester un individuo que se fue del país 33 largos años atrás. Pero si uno quiere compañías célebres en la visión del mundo, ahí estuvo Horacio González, el director de la Biblioteca Nacional, quien, según cita otra nota de La Nación, manifestó que “se sorprendió por la masividad de las marchas” y que “la presidenta tiene la posibilidad de corregir”. Vaya a saber si esto fue lo que dijo – manipulación descontada – aunque lo del asombro suena lógico.

Con este panorama, llamé al vecino para que subiera y observara en vivo por internet las multitudes espontáneas en Mendoza y Buenos Aires. Se sintió un tanto satisfecho por haberme prevenido acerca de que se armaba la podrida debido a la intervención gubernamental en las cajas de seguridad y en emitir pasaportes de pacotilla. Pero al escanear los carteles del malhumor y notar la falta de lo que a él le habían notificado, dijo: “es que en Mendoza hay mucho garca y en Buenos Aires ni te cuento”.

Me cuesta admitir que los controles del gobierno al comercio de dólares, la falsedad absoluta de que la libertad de prensa esté restringida, los interrogantes sobre la reforma a la constitución y el supuesto miedo a declarar lo que se piensa, entre otros, hayan constituido el motor de esta movilización, masiva o no (la inseguridad y la inflación merecen discusión aparte). Pero gracias a los medios hegemónicos, a rumores gorilas y principalmente a las bondades de las redes sociales, ha sido así.

Lo que saludablemente potenció revueltas en la primavera árabe (todavía vigentes), en los indignados de diferentes lugares del mundo como los #yosoy132 en México, por mencionar solo los más conocidos, en la Argentina ha servido para convertir en real una serie de exageraciones, equívocos, malos entendidos y hasta puras mentiras provenientes del imaginario promedio de la clase media.

Lo importante es dilucidar quién estuvo detrás de esta movida, qué signo ideológico se cierne sobre la democracia, y recién ahí hacer las cuentas y posicionarse. Le comenté al vecino que si viviera en la Argentina y fuera partidario del gobierno propondría doblar la apuesta: si la derecha sacó 200 mil, la democracia tendría que ser capaz de movilizar 400 mil. Pacíficamente, por supuesto: mostrar claro que para muchos girar a la derecha no es la mejor ni la única alternativa, aunque Atilio Borón en Marca de Radio del sábado y Mario Wainfeld , el domingo en el Página, junto a varios que saben mucho, opinen lo contrario. Me parece que la calle no se regala y, otra vez, sin el más mínimo atisbo de violencia.

El viernes compré el Toronto Star y el Globe & Mail para ver la atención que estos matutinos le dedicaban a los sucesos argentinos: ni una palabra, pese al titular de uno de los artículos de La Nación sobre el caso. Es que el asesinato del embajador estadounidense en Libia, las manifestaciones en el mundo árabe contra el imperialismo y la erupción de un volcán en Guatemala, coparon las secciones internacionales. Que el mundo mirara deslumbrado los caceroleos de la noche del jueves, por lo menos aquí en Canadá, ni cinco de bola.

En La Quinta Pata, en cambio, un artículo de Alejandro Seselovsky, de agosto de 2008 (tomado del extinto Crítica digital) sobre la clase media y paradójicamente promovido por Facebook, hizo estallar nuestros números del viernes, en que quintuplicamos el promedio de visitas diario. Es que con los rumores y en especial las redes sociales, uno nunca sabe.

La Quinta Pata

1 comentario :

Anónimo dijo...

Que buen articulo

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