domingo, 16 de septiembre de 2012

Los huarpes de Cuyo

Salvador Canals Frau

Valiosísimo aporte el de la Biblioteca Mauricio López de la ciudad de Mendoza, en esta oportunidad de hoy, que nos habilita para acceder a una obra de exigua consistencia editorial. Nos referimos a “Las poblaciones indígenas de la Argentina: Su origen, su pasado, su presente” de Salvador Canals Frau, un intenso trabajo de investigación y recopilación que tiene cerca de 60 años de vida bibliográfica sin más reedición que la que aquí citamos, y que ya cumple el cuarto de siglo. No menos interesante es la figura del autor (1893-1958), un mallorquín educado en lo más granado de la Europa de los años 20 y 30, y que trabajó y decidió vivir en nuestra provincia (1).
Dada la vastedad de lo tratado, accederemos secuenciadamente al capítulo en cuestión. Nos ocuparemos exclusivamente de las “generalidades” y el “aspecto físico”.
Eduardo Paganini

(1) Tenemos testimonios orales que dan cuenta de una finca de su propiedad entre Vista Flores y La Primavera (Departamento de Tunuyán), que oficiaba de residencia familiar. [Nota del recopilador]


1) Generalidades
Hace ya tiempo que desaparecieron los Huarpes. Fueron estos unos simpatiquísimos indios que constituían la antigua población aborigen de Cuyo. Divididos en tres grandes grupos con lengua particular cada uno de ellos, aunque muy afines entre sí, ocuparon la parte central de los territorios que hoy constituyen las tres provincias argentinas de San Juan, Mendoza y San Luis. Al norte, en territorio sanjuanino vivían los Huarpes Allentiac; al sur, en jurisdicción mendocina, estaban los Huarpes Millcayac; y al este, en territorio de San Luis, los Huarpes Puntanos.
El área de dispersión de los tres grupos juntos, que no obstante sus diferencias de detalle constituían una verdadera unidad etnológica, queda comprendida entre la cuenca del rio Jáchal-Zanjón al norte, y el río Diamante al sur; entre el valle de Conlara al este, y la Cordillera de los Andes al oeste.
Como se trata de poblaciones ya desaparecidas, el conocimiento de lo que estos indios fueron, cuál su aspecto físico y su estilo de vida, sólo puede alcanzarse a través de la documentación histórica y arqueológica.
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Especialmente de la primera, la que felizmente nos ha proporcionado una serie de datos que permiten tener una visión bastante clara de lo que fuera el aspecto físico y cultural de nuestros indios. Y en cuanto a los datos arqueológicos, fuera de corroborar, de manera general, los datos proporcionados por las fuentes escritas, representan un elemento insustituible para establecer, aunque más no sea que a grandes rasgos, la evolución cultural que sufrieron los Huarpes.
No siempre se ha tenido, como se tiene ahora, una visión tan completa y objetiva de la etnología de estos indios. Hasta hace poco las opiniones se movían fuera de la base documental, y eran por tanto muy divergentes. Se contaba con algunas frases de conjunto traídas por los cronistas. Pero faltaba el dato aislado y objetivo, rastreado en la documentación que no pretendía ser crónica. De ahí que mientras unos, con el aficionado Aguiar a la cabeza, exaltaban la excelsa altura a los Huarpes, los otros, capitaneados por Boman, afirmaban que estos indios no pasaban de ser unos salvajes arrinconados en las llanuras de San Juan.
Pero en los últimos lustros, el descubrimiento de nueva documentación histórica y arqueológica nos ha dado alguna luz sobre el particular.
Entre la documentación histórica que va referida a los Huarpes, no faltan felizmente los datos que nos indiquen cuál era su aspecto físico. Dos célebres autores, pertenecientes a los primeros tiempos del período hispánico, y que por lo tanto pudieron aun verlos en su prístina sociabilidad nos han dejado sendas descripciones de cómo eran ellos. Disponemos también del testimonio osteológico, y en varios restos que se han conservado ha sido posible comprobar parecidas cualidades a las observadas en vivo por los antiguos viajeros y cronistas. Ambas series de datos se complementan plenamente. Además, su tipo es tan particular que aún puede observarse en parte de la población actual, especialmente en algunos apartados lugares como las Lagunas de Guanacache, donde sus restos vivos, aunque mestizados, han podido llegar hasta nuestros días.

Bibliografía Principal:
CANALS FRAU S., Etnología de los Huarpes, etc. (1946).
CABRERA P., Los aborígenes del país de Cuyo (1929).


2) Aspecto Físico
El P. Lizárraga, que hacia fines del siglo XVI atravesara el territorio huarpe y residiera algún tiempo en Mendoza, nos ha dejado la constancia de que estos indios físicamente eran “mal proporcionados” y “desvaídos”, aunque haciendo la salvedad de que las indias eran de “mejor proporción” (1). Estos datos deben interpretarse como queriendo decir que los Huarpes eran de alta estatura y de magra complexión.
Exactamente los mismos caracteres que Lizárraga les atribuye otro eclesiástico viajero, que en dos oportunidades visitara a Mendoza.
Nos referimos al P. Ovalle, quien dice de manera categórica que los Huarpes eran “de ordinario como varales” de altos, “muy delgados y enjutos” y que criaban “muy poca carne” (2). De lo cual se desprende que la antigua tradición cuyana sobre que sus indios eran de alta estatura y de complexión delgada, encuentra una base firme en las dos mejores y más tempranas fuentes históricas que se refieren a los indios de la región.
Tampoco faltan hallazgos de restos osteológicos que confirmen, de manera general, la mencionada tradición. Del área sanjuanina, por ejemplo, tenemos una serie de 10 cráneos, cinco esqueletos y algunos huesos largos aislados, que se encuentran en el Museo de La Plata. Fueron estudiados por el antropólogo Ten Kate, quien los da como huarpes. Y si consideramos que ellos proceden de un lugar llamado Majadita, cerca de la ciudad de San Juan, ellos habrán de ser, efectivamente, de ese origen; al menos en su mayoría. Pues bien, la talla media calculada para esta población y para hombres y mujeres conjuntamente, resultó ser de 1.645 mm, con siete casos de talla superior a los 1.700. Mientras que la serie de los 10 cráneos mostró tener un índice que va de 70,6 a 80 (3).
De la provincia de Mendoza, Departamento de Tupungato, procede una serie de siete esqueletos incompletos que hace poco pudimos observar. Los huesos largos correspondientes a cinco personas pudieron ser medidos, y con las medidas calculamos su probable estatura. Ésta resultó ser de 1.672 mm para los hombres, y 1.568 para las mujeres. De los cráneos, sólo tres eran lo suficientemente completos como para poder ser relevados métricamente, y aun de estos tres uno está deformado. El índice cefálico de las dos piezas no deformadas resultó ser de 77,7 como medio.
Ahora bien, si tenemos en cuenta que en lo que a la estatura respecta, las mujeres suelen ser alrededor de 10 cm más bajas que los hombres, no será difícil de ver que ambas series, la sanjuanina de Ten Kate y la mendocina nuestra, concuerdan plenamente. Como también concuerdan algunos hallazgos aislados, como uno de Uspallata y otro de Cacheuta, traídos por Rusconi (4).
Sobre la base de este material conocido, es que hemos calculado que la estatura media de los Huarpes ha de haber estado alrededor de los 1.700 mm. los hombres y 1.600 las mujeres. Su cráneo era francamente dolicoide. Es decir, que se trataba de una población de talla relativamente alta y de cabeza alargada. La bóveda craneana era alta también. Su pilosidad estaba más desarrollada, y su piel era más oscura que en la generalidad de los indios. Todo lo cual no puede extrañar si se tiene en cuenta que el tipo físico de estos indios ha dado el modelo para establecer el tipo racial Huárpido.

(1) LIZÁRRAGA R., Descripción colonial, tomo II, pág. 256.
(2) OVALLE A. DE, Histórica relación, etc., pág. 175.
(3) TEN KATE H., Anthropologie des ancients habitants, etc., pág. 61.
(4) CANALS FRAU S., Etnología de los Huarpes, pág. 42 y siguientes



Las poblaciones indígenas de la Argentina: Su origen, su pasado, su presente, 1986, Hyspamérica Ediciones Argentina SA., Buenos Aires, Cap. II; Biblioteca Argentina de Historia y Política, Colección dirigida por Pablo Costantini. Primera edición: Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1953.

Baulero: Eduardo Paganini

La Quinta Pata

1 comentario :

Anónimo dijo...

lindo aporte che, estoy investigando y la verdad me emociono tamboen lo del cacique pismanta

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