domingo, 4 de noviembre de 2012

Sois raros

Ginés de Pasamonte (h)

Ya que convidáis a escribir, ya sean opiniones o comentarios sobre los más diversos temas, y para nada particulares excepto los que cuentan veleidades de vuestra provincia y país, allá, en el extremo opuesto del mundo civilizado, he aquí mi modesta contribución.

Os hago saber que provengo del linaje de los Pasamontes, cuyo más famoso representante se remonta a los albores del XVII y cuyo sobrenombre, para escarnio mío, y merced a las falsedades divulgadas en la más principal y primera novela del mundo, lo adoptó el vulgo. Desde entonces, permaneció: Ginesillo. Que se lo mente de tal guisa a ese mi ancestro es defecto de esta edad eléctrica, con la que no me identifico. Mi gracia es Ginés, sin sufijos que adornen u ofendan, y mi apellido el que dije, y así se me ha de llamar si esta empresa amistosa que hoy comienza ha de prosperar y dilatarse. No penséis tampoco que por mi esforzado estilo castizo soy originario de la península, aquella que es hoy anzuelo de vuestros vituperios, enconos, burlas y desprecios. Me guardo por ahora mi lugar, y no digo más.

Seré breve, pese a que mi sutil prosa batalle por desfogarse y en su práctica sostenga que la digresión es el puntal verdadero de las inconmensurables manifestaciones de cualquier discurso. Perdón, esforzado o malentretenido lector por no ir al meollo de lo que deseo decir y te ruego, prorroga esta tu honesta ocupación con el derrame de tu ínclita mirada por el revés de esta trama.

… pero no doy en sustraerme de mi favorita edad; lo siento. Paseo por vuestras calles y observo esas luces de súcubos e íncubos que espejan y sintetizan el mundo, y relumbran en lascivia sobre los escaparates de las tiendas de vuestros aventajados vecindarios, y no la maravilla sino el asombro se apodera de mi alma…
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Concluyo sin haber terminado de empezar y pese a que he estado hablando de otros asuntos que me urgían, con lo que sigue: argentinos de buena alcurnia, sois raros. Con solo deambular, mirar las iluminaciones diabólicas con que se dan parte y noticia, y prestar orejas a vuestras conversaciones consuetudinarias me basta para reafirmarlo, sostenerlo y defenderlo con mi honor si fuere necesario. Cualquiera os puede engaitar, argentinos de bien. Oídme atentos que yo sé quién soy y de dónde vengo. En gobernar figurillas, mi estirpe no tiene iguales pues de titiriteros y magos se trata – que no de embaucadores como sostiene aquella célebre novela que nombra a mi ilustre ancestro – y ha trabajado en ello por generaciones, para no enumerar siglos.

Me tiene admirado, sin embargo, que el ignorante vulgo no sea quien mejor atiende a los titiriteros. La vuestra es fabulosa especie de plebeyos. Esos mendicantes astrosos, ¡extraño conjuro!, que marchan por las avenidas entorpeciendo a la gente de bien, mal entrazados, divertidos y desobedientes, parecen inmunes al suave mensaje que sus superiores naturales les ofrecen.

Y, ¡oh extravagancia!, el grueso de los mal referenciados hijosdalgos de ustedes, los eternos aspirantes a muchedumbre de donaires ajenos, esos que no eran siquiera una premonición en mi edad de oro, con un juicio que muestra más vicio que virtud, hace propios aquellos mensajes, aun cuando su pretensión sea hacer parecer lo que es negro como blanco y lo blanco como negro: ignoraba que unos trastos de cocina os pudieran hechizar de tal manera.

No todas son cuitas, de cualquier modo. Por lo visto, mi don hereditario aún puede florecer en esta era y en vuestra extraña patria. Para mí no todo está perdido, caballeros, y por eso después de luengos períodos en las sombras, me les he avecinado ahora, para explicaros lo que tenéis mandato de entender.

La Quinta Pata

2 comentarios :

Anónimo dijo...

Digno heredero. Don Quijote no podria estar mas contento.

Anónimo dijo...

Don Quijote no podria estar mas contento.

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