domingo, 1 de septiembre de 2013

El lado oscuro del mundial de futbol del 78

Ramón Ábalo

La dictadura logró que la Federación Internacional de Fútbol (FIFA) le otorgara la potestad de organizar el campeonato mundial ese año de 1978, en plena era del terrorismo de Estado. Al igual que las dictaduras, igualmente criminales, de Hitler y Mussolini, encontraron un elemento de convocatoria masiva para disimular la esencia de su catadura represiva. No fueron nada originales porque la apelación del deporte masivo viene de aquella en que el imperio romano se regodeaba con el "pan y circo" para "domesticar" al pueblo, atraído entonces por las competencias entre las fieras y esclavos, en las arenas del circo, cuya versión actual es el estadio.

Los genocidas nativos hacían lo imposible en el afán de emparentarse con una ética que disimulara sus atrocidades. Apareció aquello de que "somos derechos y humanos", deformación del incontenible enfrenamiento que les oponían los organismos de derechos humanos. Su prédica y acción solidaria con las víctimas atravesó las fronteras geográficas para instalarse con fuerza en el mundo entero.

La dictadura vio en el fútbol, deporte de masas y parte de la cultura argentina, una forma de reciclar ante propios y extraños lo que ya era conocido en el mundo. A ese costado le insuflaron la estrategia de promoverse, o sea aquello de "somos derechos y humanos", pero con la estructura a pleno de la represión, temerosos de que los sectores antiterrorista concretaran lo que la dictadura suponía: la acción armada, violenta, para interrumpir la normalidad del evento.

En la propagandización de la competencia afirmaban contundentemente que en la Argentina, gracias a la gobernabilidad militar, todo iba a ser normal. Pero no estaban del todo convencidos, y estructuraron una respuesta a esa posibilidad -y temida también para ellos- "de los delicuentes subversivos". Y en cada lugar donde se iba a desarrollar la disputa deportiva, armaron un dispositivo de "disuasión" previo, como ocurrió en nuestra provincia.

A ese momento, los grupos armados, e incluso los que eran simplemente contestarios, habían sido diezmados y nadie ni nada tenía una cobertura orgánica. Eso lo sabían, pero la competencia internacional les venía de perillas para, por si acaso, incrementar la metodología del miedo y el terror. Un grupo de militantes mendocinos, que lo único que militaban era la solidaridad entre compañeros, aún de otras fracciones o tendencias, para salvaguardar la integridad física de los que eran permanentemente perseguidos. Era jugarse la vida, pero esta vez para salvar la del otro, la del compañero, del amigo, del que a duras penas conseguía no caer en las garras de criminales de lesa humanidad.

Fue en mayo del 78, que en el marco de esa estructura supuestamente preventiva del terrorismo estatal, que fueron detenidos y desaparecidos un grupo de militantes. A 35 años de ese hecho, los organismos de derechos humanos de Mendoza, en conjunto con el gobierno provincial, organizaron y concretaron un homenaje a las víctimas de ese trágico momento, o sea José Galamba, Daniel Romero, Juan Carlos Romero, Margarita Dolz, Raúl Gómez, Mario y Gustavo Camín, Isabel Membrives, R. Sosa, Víctor Hugo Herrera y Aldo Patroni.

En un espacio de muro del estadio mundialista Malvinas Argentinas se colocó una placa recordatoria y dijeron palabras Sofía D'Andrea, en nombre de los organismos, Natalia Galamba por los familiares de los compañeros desaparecidos, como también del ministro de Desarrollo Social, J. Elizalde. La culminación del homenaje fue el clásico compromiso de los organismos y gran parte del pueblo argentino: Treinta mil compañeros desaparecidos PRESENTES !!! Y el lado oscuro de aquel mundial de fútbol fue iluminado por esa recordación y compromiso.

La Quinta Pata

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