lunes, 6 de octubre de 2008

Aldao, el gobernador aficionado a los pingos

Aldao, el gobernador aficionado a los pingos.

Carlos Campana

Corría 1840, cuando el primer mandatario montaba sus caballos y hacía enfervorizar a los espectadores. La fiesta seguía en su casa-quinta con torneo de naipes.

Entre muchas pasiones deportivas que tenemos los mendocinos, se encuentra el turf o las carreras de caballos, con sus grandes premios como el del Patrón Santiago, que se realiza todos los 25 de julio.

A fines del siglo XIX, estas carreras cobraban cada vez más fuerza. Puntualmente los antecedentes se remontan a 1840, cuando eran promovidas por el gobernador José Félix Aldao, quien cada domingo convocaba a gran cantidad de espectadores a la zona bautizada “barrio de la Chimba”, al norte de la ciudad. Allí, por supuesto, no faltaban las apuestas.

La Chimba, lugar de reunión
Todos esperaban el domingo para partir rumbo a la localidad de la Chimba a participar activamente del evento hípico. Aquella pista, en donde Aldao y sus amigos disputaban sus carreras, estaba ubicada en el costado sur del cementerio de la Capital, en calle San Martín, con unos cuatrocientos metros de largo.

Muy cerca de ese lugar, el mandatario provincial tenía una cómoda finca, con parrales y viñas, que producían una buena cantidad de vino.

Ésta era la residencia preferida del “fraile”, en su estancia estival en Mendoza. Muchos de sus vecinos, como Nicolás Villanueva, Eusebio y José María Videla, José Morales, Francisco Borja Godoy, Benito González Marcó, Pedro Pascual Segura, Andrés Godoy y don Tomás Godoy Cruz -quien poseía una estancia llamada “El Topón” Zanjón de los Ciruelos-, realizaban grandes almuerzos para luego dirigirse en caravana hacia la pista de los “pingos”.

Entre vinos y pingos Leer todo el artículo
Al ver la llegada del gobernador y otros jinetes, el público se enfervorizaba y comenzaba a aplaudir y a vitorear “¡Viva la Santa Federación!”; “¡Viva el gobernador Aldao!”; sin duda que Aldao era el centro de atención, más allá de la carrera.

Llegaba con su caballo al trote, luciendo su uniforme militar color azul, con brillantes charreteras doradas. Luego se bajaba ayudado por sus asistentes y se acomodaba en un recinto donde comenzaban las apuestas, con otros jugadores. Tenía el asesoramiento de don Francisco Zapata, que asistía con sus hijos Tiburcio, José y Saturnino.

Todos eran muy buenos jinetes, aunque Aldao les llevaba mucha ventaja en los pingos. La mayoría comenzaba apostando medianamente, pero el fraile jugaba una gruesa cantidad, unas buenas onzas de oro depositadas en una bolsa para su caballo favorito.

Un día en las carreras
Estas carreras de “burros” se denominaban cuadreras, se corrían por cuadras, y participaban dos caballos. Los jinetes montaban en pelo o con un pelero y lo que le llamaban en seco: el caballo arrancaba parado y picaba con un galope leve hasta que tomaba velocidad.

Así, la carrera comenzaba y los gritos de la multitud sonaban. La emocionante contienda llegaba a su fin y el general a veces ganaba y otras perdía, sin que esto le ocasionara un cambio de ánimo.

¡Que siga la fiesta!
Esta jornada se prolongaba por muchas horas, hasta que caía la noche. Cuando ya no se podía ver, la gente se retiraba, algunos seguían apostando a la taba por un puñado de monedas, en los boliches aledaños.

El caudillo Aldao invitaba a sus amigos a su casa para cenar. Se servía una muy buena mesa en la que se encontraban abundantes y exquisitas viandas. Luego era la hora de seguir jugando y se armaban grandes partidas de “monte”, un juego de naipes, en el que Aldao también apostaba. Allí, estos juegos de azar duraban hasta la madrugada, acompañados siempre por alguna guitarreada.

La muerte de una época
En 1845, el gobernador Aldao sufrió una terrible enfermedad al contraer un cáncer facial pero, a pesar de todo, siguió concurriendo a las carreras hasta su muerte. Con el fallecimiento de Aldao, aquel colorido espectáculo comenzó a perder interés por parte del pueblo y, súbitamente, las carreras desaparecieron.

Los Andes, 05 – 10 – 08

La Quinta Pata

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