domingo, 21 de diciembre de 2008

Paco Ibáñez: “aún estoy en el camino”

Paco Ibáñez

Agustí Fancelli

“Oh, petirrojo, canta! Pues el secreto de la eternidad está en la canción".

Con estas palabras del poeta libanés Gibran Khalil Gibran (1883-1931) se despide Paco Ibáñez del visitante en su piso del barrio del Eixample barcelonés, a tiro de piedra del Conservatorio de Música. Está resfriado, su voz suena más cavernosa que de costumbre, pero mantiene ese vibrato tan especial que uno reconocería desde las antípodas. Por fortuna, hasta pasada la Navidad, no tiene actuaciones. La última fue el 25 de noviembre, en el Lope de Vega de Sevilla, donde presentó el álbum que ahora sale la venta: Paco Ibáñez canta los poetas andaluces (www.aflordetiempo.com). O sea, Góngora, García Lorca, Machado, Alberti, Cernuda... y también un poeta no andaluz pero al que necesariamente había que invitar: Miguel Hernández. "Me parecía un sacrilegio sacar un álbum dedicado a la poesía andaluza que no incluyera Andaluces de Jaén".

Salvo cuatro canciones no grabadas anteriormente, el resto forma parte de su repertorio conocido. Pero Paco Ibáñez (Valencia, 1934) les ha dado ahora nuevos aires y las ha agrupado de tal manera que, ahora sí, las da por "acabadas". Lo cual le permite acometer nuevos proyectos, como una recopilación de cantos de sobre poesía latinoamericana -Alfonsina Storni, César Vallejo, Rubén Darío, Neruda, Nicolás Guillén- y otra de canciones vascas, catalanas, castellanas, francesas, portuguesas, provenzales e italianas. Cumplidos los 50 años de carrera artística, Paco Ibáñez dice: "Aún estoy en el camino". Nunca ha dejado de estar en ese camino.

"A principios de la década de los 50, cuando me instalé con la familia en París, yo no era lector de poesía. Un amigo chileno me descubrió el Canto general de Neruda, por ahí empecé. Luego alguien me regaló un libro de poemas de Góngora, un poeta difícil, incluso el popular. Y por casualidad le puse música a La más bella niña. La vida decide por ti".
Leer todo el artículo
Corría 1956, y si fue casualidad, desde luego cayó en terreno propicio: el París existencialista rebosaba chanson por las costuras de todos sus antros. Un año antes, Paco Ibáñez había conocido a Georges Brassens, no sin alguna resistencia por su parte. "Me lo presentó, tras insistir bastante, Pierre Pascal, su traductor al castellano. A mi Brassens no me gustaba nada, me parecía un gorila [impagable la cara que pone cuando entona el Gare au gorille!], eso que los franceses llaman una maleta sin asas. Mi referencia de cantante era Jorge Negrete, guapo, joven. Pero Pascal me dio a conocer la canción Pobre Martín y tuve una revelación. ¡Ese gorila ponía música a poetas como Victor Hugo, François Villon o Louis Aragon!", truena [Brassens y Paco se conocieron en el Olympia, donde el primero daba una tanda de recitales].

Siendo la más importante, la de Brassens no fue su única referencia. Con el artista venezolano Jesús Rafael Soto (1923-2005) buceaba en otros ambientes, principalmente en los de la canción de protesta latinoamericana, con el "dios" Atahualpa Yupanqui -así le bautizó Paolo Conte- en el altar. "Soto fue mi guía por aquel París. Cuando nos veían llegar, siempre nos decían: '¡Ahí va Soto y su satélite!".

Aquel París era el de la efervescencia que preludiaba al Mayo del 68 [un movimiento por el que Paco no siente ninguna simpatía: "Fue un espectáculo, nada más. El tiempo no le ha dado la razón"] y donde se producían happenings tan locos como los que montaba Dalí en el Hotel Meurice. A esa corte extravagante fue llamado Paco. Dalí había escuchado las canciones de Lorca que siguieron a las de Góngora, todavía no publicadas -el disco no aparecería hasta 1964- y había quedado hondamente impresionado por Canción del jinete. "Mi hermano [es el menor de cuatro] era amigo de Dalí y del capitán Moore. Aquello era insólito, se paseaba un tipo con una pantera encadenada, a mí me empujaron para que saliera en la foto. De ese encuentro salió la portada de mi primer disco. Dalí ilustró la canción con una gran mancha de tinta negra, 'sangre, a la manera española', dijo. ¡García Lorca simboliza la gran puñalada, el asesinato de España!", vuelve a tronar [Soto y Dalí abrieron la senda de los artistas plásticos que han colaborado con Paco: Antonio Saura, Oteiza, Josep Guinovart. El disco que ahora sale está ilustrado por Frederic Amat].

La República española puede que tuviera cara de cupletista con rizo en la frente, a diferencia de la mucho más glamourosa Marianne de los franceses, pero voz sí tiene: la de Paco Ibáñez, según Enrique Vila-Matas. La historia de los Ibáñez es la del exilio republicano: huye primero la madre con los críos de Barcelona a Francia, el padre lo hace con los últimos resistentes en invierno de 1939, pasando por los campos de refugiados de Argelès y Saint-Cyprien. Al año siguiente, Paco es enviado al caserío materno de Apakintza, en Aduna, a pocos kilómetros de San Sebastián, donde vive hasta los 14 años impregnándose del euskera de un puñado de generaciones que le preceden. "Una familia de bertsolaris, joder [saca un libro con fotos]. ¡Mira, aquí está mi tío Gorostidi junto al gran Txirrita! Soy vascoparlante. I també parlo el català, a ver. Yo pondría como obligatorio estudiar otra lengua española, aparte del castellano. ¡Porque, joder, es castellano y no español, ya se lo puedes decir a tus jefes, a ver qué es eso de 'diario global en español', como si el catalán, el euskera o el gallego no pertenecieran a España!", arrecia.

Luego vendrían las giras con Rafel Alberti y José Agustín Goytisolo. "Las Palabras para Julia dormían en un cajón olvidado, Goytisolo me dijo si me podían servir para una canción. Hice una adaptación, resumí el poema. En la última versión he suprimido la parte en que el poeta confiesa que no puede decir nada más porque aún está en el camino". Goytisolo ya no está en el camino. Paco Ibáñez sí, ya se ha dicho.

Pasado el temporal, sale el arco iris. Da gusto hablar con Paco Ibáñez de canciones. "¡Damia es la madre de todas las Piaf! ¡Su canción Sombre dimanche es impresionante, la gente se suicidaba escuchándola! ["No tengas miedo de mis ojos, si ya no te pueden ver. / Ellos te dirán que te amaba más que mi vida / Sombrío domingo", reza el estribillo, puro sartrianismo melódico]. Como no olvida Paco su gran referencia libertaria, Léo Ferré (1916-1993), que puso música al Bateau ivre de Arthur Rimbaud.

De Italia cita, faltaría más, al ineludible Paolo Conte. Y, muy de pasada, a Fabrizio de André (1940-1999), el traductor de Brassens al italiano, el cantautor anarcoide que puso la banda sonora al Mayo italiano como él la puso al antifranquismo. Pero de ese país Paco Ibáñez destaca sobre todo a Roberto Murolo (1912-2003), el astro de la canción napolitana, que es la madre de todas las canciones italianas. "Llevaba 40 años queriendo conocer a Murolo y al final me decidí. Me recibió sentado en el sillón de su padre [el poeta y dramaturgo Ernesto Murolo, 1876-1939], a cuyos poemas él puso música. Estuvimos cantando juntos, pero no me atreví a grabarlo en vídeo. Tuve la sensación de que se despedía".

Murolo estaba dejando el camino, en efecto. Pero mientras haya un Paco Ibáñez para recordarle, se cumplirá la predicción de Gibran Khalil Gibran: la eternidad está en las canciones. Especialmente en aquellas que pasan de una generación a otra. Las de Paco, que no ha dejado de ser nunca un niño que soñaba, forman parte de esa selecta, privilegiada y eterna minoría.

El País, 21 – 12 – 08

La Quinta Pata

No hay comentarios :

Publicar un comentario