viernes, 9 de enero de 2009

Entre viñas, guitarreadas y revoluciones

Entre viñas, guitarreadas y revoluciones, de Hugo De Marinis

Alberto Atienza

Dos amigos conversando. Uno habla, el otro escucha. El que oye no es un ente pasivo, pregunta, inquiere. El otro recrea lo vivido. De pronto es un cronista de hechos importantes, de los que estuvo muy cerca o protagonizó.

Entre viñas, guitarreadas y revoluciones *

El diálogo como punto de partida para la comunicación hacia los demás. Con bellos antecedentes como el “Fausto” de Estanislao del Campo o “El coloquio de los perros” de Cervantes. En este caso, el mecanismo de una entrevista en la que uno desnuda su alma y el otro la vivisecciona, es el formato con que el libro de Hugo De Marinis llega a nosotros.

El título con reminiscencias bucólicas “Entre viñas…” sugiere al lector no avisado que está ante uno de esos tomos de clásica poesía mendocina, preñados de doradas hojas de otoño y acequias cantarinas. Nos invade, en cambio, una carga potente de historia, hasta la concepción del referido volumen, pocas veces o nunca escrita.

Peso pesado Ramón Abalo en lo que a vivir significa. Al conocerlo impresiona su coherencia, el balance preciso entre existencia y obra. Hombre de izquierda, confeso (más aun en este libro) nunca formó parte de las huestes gansas del PC mendocino. Personajes, algunos declamadores, que se desplazaban en coches caros, vivían en residencias costosas y algunos hasta tenían fincas como cualquier hijo de vecino (vecino conserva, se entiende). Ramón Abalo es un desposeído por convicción. Se podrá estar de acuerdo o no con sus ideas (personalmente no las comparto) pero es imposible no admirar su temple, el estilo casi de asceta que tiñe todos sus actos. Sin dudas que combatió y combate al capital maligno, ese que se une con gobiernos para privar a la gente de sus bienes. Y él señala: Menem y sus sátrapas mendocinos, Bordón, Gabrielli, Lafalla, hacedores y cómplices de la enajenación de empresas públicas, bancos de la gente y la destrucción de los ferrocarriles.

Por momentos de la mano de Hugo, como dos compañeros con sus brazos en alto formando un solo puño, Ramón (y ya me lo eché al hombro, enseguida nomás le digo “Negro”) funciona como insobornable conciencia. Un ayuda memoria para que no olvidemos a tenebrosos que pasaron por los gobiernos provinciales, lacayos de poderes extranjeros como el Atila Turco del Eterno Retorno (se quiere candidatear para presidente de nuevo) y los otros, que llegaron a cargos como portadores de vasenillas de los militares. Los nombra Ramón. Los sitúa en el espacio. Los instala con la luz de su testimonio. Les dice (y nos dice) quiénes fueron, quiénes son.

Este libro es historia, parte de nuestra historia que recién ahora está emergiendo merced a la idea de Hugo De Marinis Y la gracia que a todos nos toca, pero especialmente a los investigadores de los acontecimientos, los seguidores de Herodoto: información puntual acerca de temas como la intimidad de una resistencia permanente (del 55 a los 80) contra los gobiernos de facto.

Más de 60 años, un ciclo completo para cualquier humano, que Ramón dedicó a la lucha. Y nos la cuenta. Con sus yerros y aciertos. Con respeto, una de sus cualidades aparte de cierto estoicismo, habla de las facetas de figuras cuyas vidas ya son parte del material de estudio de universidades europeas (Regis Debray, Ciro Bustos, compañeros del Che Guevara en la malhadada gesta boliviana)

Considero que en las páginas de “Entre viñas…” que se leen sin caídas de atención, queda en evidencia algo que uno percibe apenas conoce a Ramón. Es un hombre marcado por los afectos, por ende, un ser sensible. Me arriesgo a afirmar que su descenso en una plataforma ideológica, a la que siempre le fue fiel, se produjo por una motivación sentimental antes que racional. Ramón no es el clásico teórico del marxismo que se aburre (y aburre) filtrando todo a través del prisma del materialismo dialéctico. Creo, y en sus respuestas se vislumbra, que Ramón llega a las puertas de la izquierda empujado por cariño. ¿Hacia quién? Obviamente, proyectado a la gente que sufre. A él, hombre duro (de otra forma no estaría vivo) le cuesta hablar sin tapujos sobre el amor. Lo menciona sólo a través de valiosas convenciones: su esposa, una mujer dulce, linda, aguantadora, gran madre. Sus hijos, luchadores como él, ya con sus destinos propios. Sus muchos nietos. Cree, lo intuyo, que si se animara a decir que está repleto de amor se le resquebrajaría su coraza de guerrero. Insisto. Desciende sobre un conjunto de ideas al considerarlas aptas para beneficio de la gente y las únicas que se podrían oponer al avance desmedido del poder, las guerras con sus consecuentes matanzas de seres inocentes. La ocupación patoteril y sangrienta, multiplicada en reiteraciones, del sillón de Rivadavia por parte de salvadores de la Patria que concluyeron dañando y asesinando a células de la Patria que son sus habitantes.

Ramón Abalo, testigo más que calificado de nuestra historia, actor a veces de lo ocurrido en días intensos, más que un gladiador, es un ser repleto de amor por sus semejantes. Tanto sentimiento lo anima a que devenga, si las circunstancias lo exigen o lo piden, en un inclaudicable monje guerrero. O en un amigo feliz de compartir unas empanadas y vinos con jóvenes o viejos, lo mismo da. Claro que deben ser personas a las que él quiera y que lo quieran a él (ambas posibilidades, para nada difíciles)

Según mi juicio estamos ante un libro con datos de sumo interés para quienes quieran ir más allá de los minimizados y adocenados libros de historia donde lo único que prepondera son las fechas. También importante para el lector común, esclarecedor de sucesos sobre los que poco o nada se ha dicho, remarco: la resistencia a los ataques a la democracia. Hermosa la pintura, de años idos, de una alegre y creativa bohemia y boliches con mostrador de estaño. Convoca imágenes de grandes carretas tiradas por mulas, allá por su infancia, una ciudad de calles de tierra, rumorosa en su memoria. Se celebra, a través de las palabras de Ramón, el ingreso desde el recuerdo, como si viéramos y escucháramos con su voz tonante, a la insoslayable presencia de Armando Tejada Gómez.

Muy buen material. En efecto, una larga vida de buen material anima al trabajo de Hugo De Marinis. Sin melena en la lengua Ramón ejerció, una vez más, su sinceridad, por momentos golpeadora. Habría que ponerle al libro en su tapa una advertencia, como traen los paquetes de cigarrillos: su lectura puede producir molestias a los genuflexos profesionales (muchos políticos) a los traidores sonrientes (más políticos) a los que ven a la muerte ajena como solución (algunos militares) Puede dañar la salud de aquellos que prefieren les cuenten la vida color de rosa, los conceptos pre-digeridos, las ideas ultralivianas, las mentiras con afeites.

Y sí, no es un libro verde, ni una sumatoria de discursos electorales, menos un sermón despegado de la realidad. Es la verdad de un hombre y eso es mucho.

Se habló todo el Negro (y le dije Negro, nomás, qué se va a hacerle)

* El libro Entre viñas, guitarreadas y revoluciones de Hugo De Marinis, publicado por la editorial Cuyum estará disponible para la venta en las librerías de Mendoza durante las próximas semanas.

La Quinta Pata, 09 – 01 – 08

La Quinta Pata

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