jueves, 26 de febrero de 2009

“Pechofrío Gobernador 2011” o la nada

Julio

Marcelo Padilla

En alguna vereda tenés que estar Julio pechofrío. No te podés poner hoy una camiseta porque el equipo ascendió a primera, y mañana probarte otra. Tampoco el poncho en la Rural y mañana la bombacha del cosechador. En la mesa, no se puede comer con cualquiera a cualquier precio. Algunos límites, mínimos, hay que tener en la vida.

Se positivamente que ciertos sectores amantes de los matices y de los grises no compartirán ni acordarán jamás con lo que denominan “posiciones en blanco o negro”. Lo demuestra el sesgo disfrazado de consenso de algunos políticos, periodistas, intelectuales y lideres de opinión. Es mucho más cómodo estar “en el medio”, poner cara de poker, jugar a dos o varias puntas, hacerse el distraído y no tomar una posición luego de un balance objetivo de la correlación de fuerzas sociales y políticas en una coyuntura determinada. No existe “posición inocente”, toda posición es, de alguno modo, culpable. Por acción u omisión, por calentura, tibieza o frescura.

Los pechosfríos abundan por estas tierras. ¿Será que estamos en el culo del mundo, donde apoyamos el traste en el pedazo de Antártida que nos toca?; el pecho frío tiene oficio y habilidades sociales admirables. Julio pechofrío es para mí el paradigma del fresco argentino. Es un oportunista, fiel a su tradición individual cuasi apartidaria que lo caracteriza. No tiene pruritos, y como subió upa rápido en el poder político, nos los tendrá justamente hoy para intentar mantenerse. No renuncia apelando a su condición de vicepresidente votado. Está bien. Eso es cierto constitucionalmente hablando. Sin embargo, “su juego”, nada bien le hace al país, al gobierno nacional del que forma parte, al radicalismo que lo parió, ni a su descafeinado partiducho CONFE que nació con acta de defunción. (Biffi & Cornejo dixit).

A mí, personalmente, me tiene harto Julio pechofrío. Pretende alfombras rojas y granaderos a caballo, aviones oficiales y protocolos especiales, cuando al mismo tiempo está afilando facones para la estocada en las próximas elecciones contra su propio gobierno del que reniega, y forma parte. Diría ya que no es un traidor, porque con su estilo, está avisando. Y, como reza el dicho, “el que avisa no traiciona”. En todo caso, pechofrío, es un usurpador del poder K que lo bendijo, del cual se benefició y se beneficia. Por ejemplo, de los mismos fondos de campaña que tanto se cuestionan, pechofrío, fue un beneficiario. Pareciera que a él no lo rozara ninguna bosta de paloma, es impoluto, víctima, un pobre adalid de la libertad y la justicia que no lo dejan ser. La nueva versión de “El hombre araña 4”, un verdadero pechofrío.
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Jugarselá es mala palabra en esta época edulcorada, y justamente ese vericueto, mostrándose aparente víctima, serpentear en el medio –y en los medios-, constituye la ideología más pusilánime de todo sujeto social que se precie de ciudadano.

No todos somos ciudadanos. Serlo implica el ejercicio de derechos a los que justamente más de la mitad de la población no puede acceder con plenitud. Por tanto hablemos con matices si quieren. En el 80% de la población, hay ciudadanos de primera, de segunda y una gran masa anónima no califica en ciudadanía. Ese es un matiz que “desmonta” el discurso vulgar que circula por cuanto medio de comunicación, que interpela “a todos como iguales”. Un discurso populista, de mercado. “Los iguales” son los que acceden al derecho a la información porque, o pueden comprar el diario, o pueden ir a la universidad, o tienen Internet y leen. Insisto, no todos somos iguales. En el universo de los ciudadanos que pelean por sus derechos, tampoco están los que ejercer el “poder real”, el 20%, los dueños del poder (a quienes no les hace falta ciudadanía porque lo tienen todo), y no son los políticos justamente. Más bien estos últimos le hacen el trabajito sucio a sus representantes, en carácter de ciudadanos de cuarta. Trabajan o roban para la corona para seguir perteneciendo a la corte de ciudadanos de cuarta. Cuando aparece un ciudadano de cuarta que quiere ciudadanizar a los no ciudadanos, a los que pertenecen a la masa informe sin derechos, se lo expulsa de su ciudadanía de cuarta, lo sacan de juego.

Si hay una palabra enervante es “consenso”. La usa hasta el que vende fierro viejo, cama vieja quien te cambia “por consenso” una batería usada por un cartón de guevo. De ahí para arriba, la moda es consensuar. No se puede consensuar cuando no hay proyectos a discutir sino especulaciones económicas y electorales. Solo hay negociación. Esa es la palabra que expresa la realidad y moralmente nadie se anima a defenderla. Se negocia o no se negocia, y punto. En la legislatura no sale nada por consenso, sale por negociación. La política está hecha de negociación. El consenso no existe, es una máscara bienuda, que te hace parecer cordero cuando en realidad sos un terrible lobo en celo y hambriento.

En alguna vereda tenés que estar Julio pechofrío. No te podés poner hoy una camiseta porque el equipo ascendió a primera, y mañana probarte otra. Tampoco el poncho en la Rural y mañana la bombacha del cosechador. En la mesa, no se puede comer con cualquiera a cualquier precio. Algunos límites, mínimos, hay que tener en la vida. No digo principios porque nadie los tiene por estos años. Hoy los que te ayudan mañana te sueltan la mano y empezás a salir en la página 24 del diario y en el Canal Rural a las 3 de la mañana, después de “boluda total”. Y como “la opinión pública” no existe (existe la gente de carne y hueso) deberías arremangarte, pisar el barro militante con un proyecto de país en serio, hablar, antes leer y estudiar, y no apelar siempre a la intuición.

Se viene el invierno y las amistades que te abrigan Julio pechofrío, puede que te dejen "in puribus" y te encuentre octubre como un viejito, abandonado en un hogar para políticos desahuciados, pidiendo una pensión para pagar los remedios. De alguna manera, pechofrío, estás estrujando tu vida política como un punk que quiere morir joven.

MDZ Online, 26 – 02 – 09

La Quinta Pata

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