domingo, 7 de junio de 2009

En el día del periodista hablo de los laburantes

Día del periodista

Ramón Ábalo

Hace algo más de medio siglo – allá por 1954 – casi por casualidad, inicié la carrera de escriba en el que fuera el Diario La Libertad, con una estructura técnica similar a la de Los Andes, aunque con menor poder financiero. Dicho diario pertenecía a lo que se llamaba "la cadena", o sea un multimedio del oficialismo peronista. Recuerdo que tuve un gran maestro, Manolo Pérez Sande, brillante en su escritura, de gran saber profesional. Mucho después en el Diario Mendoza, hacía una columna denominada Charlas de Café, una joyita, que muchos quisimos imitar. Pero es al ñudo, nunca segundas partes son iguales. Paralelamente al inicio periodístico, inmediatamente después del golpe del 55, me tenté con la convocatoria de otro compañero, Cusnaider, en ese entonces secretario general del Sindicato de Prensa Mendoza. El golpe lo metió preso – fue uno de los pocos peronistas que intentó resistir – y lo marginó del gremialismo, pero me pasó la pelota a mí, que la tomé sin titubear. La verdad, no fue para nada una actitud – la mía – mínimamente audaz. El militarismo golpista antiperonista, sus actores, comparados con los protagonistas del ‘76, fueron como niños de pecho. Mi carrera gremial no tuvo tropiezos y ya en el 56 habíamos recuperado los gremios y la CGT. Paradojalmente, lo crítico no fue – es lo que comprobaba paulatinamente – enfrentar a la patronal o a los personeros de la dictadura, sino a la conciencia desclasada de los compañeros y colegas periodistas. No se equiparaban, para nada, a otras fuerzas del trabajo, con claros perfiles combativos. Mi prédica por una actitud colectiva y más proletaria caía en saco roto. En el afán de convencer repetía que nosotros los escribas éramos laburantes como cualquiera, tan sólo una máquina de escribir, y que debíamos luchar para que nuestros salarios estuvieran a tono con el esfuerzo que hacíamos. Y también reclamar por la fuerza de trabajo que la patronal nos robaba. Que teníamos que desterrar esa especie de aureola que supuestamente nos hacía privilegiados de un status parecido a la santidad pero muy a propósito de los intereses del capital empresario. Pero fue en vano. No pasé del discurso.

Y esto viene a cuento por la realidad laboral actual de los escribas. Como no estoy retirado me entero de los costados oscuros de la profesión, como es la explotación laboral y salarial en las empresas mediáticas. Tal vez lo más cínico del comportamiento empresarial, como también la respuesta de quienes afirman representar los intereses de los laburantes, son las supuestas cooperativas o las pasantías que es nada más y nada menos que mano de obra gratis con el cuento del aprendizaje. Al menos en aquella época regía a rajatablas el Estatuto y los convenios se discutían anualmente, por lo que medianamente los salarios y las condiciones de laborales alcanzaban cierto nivel adecuado. Sin embargo, en nuestra tarea las reivindicaciones eran el producto de la acción y la política de un Estado de Bienestar en pleno desarrollo, y no el producto de la lucha. Esta certidumbre me lanzó al ruedo político, entendiendo que la protesta es social pero la solución es política, por lo tanto requiere meterse hasta el meollo en lo que se pretende cambiar de la realidad. Aquellos compañeros de aquellos tiempos sindicales rechazaban ir un poco más allá de la simple protesta, temerosos de malquistarse con el poder patronal, menos cuestionar aspectos de los contenidos, aunque les pareciera una "barbaridad". Y a lo que parece, esa conciencia desclasada luce con mayor exuberancia en la actualidad, cuando los medios no solamente son meras empresas de ganar dinero, sino que son expresiones de los intereses de los poderosos del mundo en detrimento de la dignidad de los que trabajan, de la educación, de la salud, de la cultura. Representan las fuerzas que prodigan la muerte y castran la vida de la humanidad. Ser periodista no es una mera profesión inocua e inocente y aunque es imperioso y lícito preservar la fuente de trabajo, eso no nos releva de la responsabilidad también de jugarnos por un país mejor, por un mundo mejor.

Me acuerdo que mi tía Eulalia, solía decirme: "Muchacho el que no gasta las alpargatas es porque anda de rodillas".

La Quinta Pata, 07 – 06 – 09

La Quinta Pata

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