Roberto Follari
¿Dónde están ahora los que anunciaban fraude? Como sostuvimos en este mismo espacio, estaban dadas todas las condiciones para que el escrutinio fuera limpio. Y lo fue.
Lo curioso es que pudo hacerse denuncias poco serias, y que ahora pareciera que nadie se acuerda de ellas, ni nadie exige algún rendimiento público de cuentas a los que pretendieron complicar a la elección con acusaciones apresuradas y sin fundamento.
En la elección el gobierno nacional salió perdiendo parte de su poder político, pues bajó seriamente su caudal en los principales distritos (Capital, Córdoba, Santa Fe); sin embargo, es quien más votos obtuvo en el concierto nacional, el que más provincias ganó, y el que mantiene -por lejos- la primer mayoría en las cámaras legislativas. Pero es cierto que el hecho de que Néstor Kirchner no venciera en provincia de Buenos Aires debilitó su liderazgo, al punto de llevarlo a la rápida renuncia a la presidencia del Partido Justicialista.
La gobernabilidad en los próximos dos años dependerá de la forma en que se consiga ordenar internamente al justicialismo, pues si éste tendiese a la dispersión, el gobierno vería minadas sus bases de sustentación. Es esperable que se obtenga tal gobernabilidad, en la medida en que caciques que pretendan candidatearse a la presidencia -caso Das Neves- necesitan de una gestión exitosa del oficialismo para no ver minadas sus futuras posibilidades.
El gobierno nacional también podría encontrar aliados en algunos legisladores de la izquierda y el progresismo, tal el caso de los que han entrado ahora de la mano de Sabatella desde provincia de Buenos Aires.
De cualquier manera, se trata de un resultado que ha golpeado considerablemente la posibilidad de que Argentina siga siendo compañera de ruta de procesos como el de Venezuela o el de Ecuador; probablemente el futuro -no el inmediato- nos lleve más cerca de Washington, y de las remanidas recetas políticas y económicas que le son afines.
En esta campaña ferozmente posmoderna (es decir, ligada a imágenes de candidatos y no a ideas o programas), nada se ha discutido: ni siquiera temas como el de la redistribución de la riqueza. En un cambalache confuso, las derechas hablan de superar la pobreza, y el gran empresariado parece preocupado por temáticas sociales que son ajenas a sus reconocidos intereses.
Lo cierto es que se ha impuesto el lugar común según el cual la política no es lucha sino consenso; como si alguna vez se hubiera obtenido algún gran logro (digamos, la emancipación conseguida por San Martín y Belgrano) por vía de sentarse a consensuar con aquellos que dominan. La charlatanería sobre la política del diálogo y los acuerdos, deja de lado que el diálogo sólo es útil cuando existen programas y posiciones sólidas que se pongan en relación. Si no, es una simple suma de ceros.
Lo cierto es que las diferentes oposiciones se vieron fortalecidas aun cuando sigan siendo minoritarias, y ya no estén mutuamente unidas. Quizá el dato principal sea que el poder gubernamental permanece pero es menos concentrado, a la vez que la oposición se convirtió en múltiples oposiciones. Es obvio que Macri y Solá no caben en una única candidatura a la presidencia, que Carrió y Cobos tienen escasos puntos de convergencia entre sí. De ahora en más, la lucha personal hacia el 2011 dominará la escena, y se harán difíciles los acuerdos sostenidos hasta ahora.
En este escenario tan fluido para el futuro inmediato, en lo legislativo tanto como en lo político, hay aún mucho por andar para que el panorama se defina con alguna claridad. Ojalá, intertanto, quepa abrir algún debate que supere la mediocridad rampante que ha rodeado esta última elección.
Diario Jornada Mendoza, 04 – 07 – 09
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