domingo, 26 de julio de 2009

La peste de los 230 muertos

Epidemia

En 1936 Mendoza sufrió una epidemia de difteria que en 2 meses hizo estragos. Un caso para aprender.

Todo comenzó con un simple caso de difteria en el sur de nuestra provincia a fines de 1935 en un humilde ranchito en Agua Escondida. El enfermo presentaba un intenso dolor de garganta, cefalea, fiebre e inflamación de los ganglios y cuello.

Su esposa trataba de aliviar sus dolores con medicamentos caseros, con infusiones de yuyos que le había recetado una curandera. A pesar de tomar estos remedios naturales, el estado de salud del pobre hombre seguía agravándose. Días después varios de sus hijos se contagiaron de la misma enfermedad. El padre de la familia falleció.

Los habitantes de aquel lugar comenzaron a contagiarse de aquella enfermedad y a los pocos días, la muerte asoló a las miserables viviendas que se encontraba en ese sector. No solamente murieron varias personas, sino también el ganado ovino y vacuno fue contagiado con la difteria.

De casualidad, una comisión policial que buscaba a un delincuente se encontró con un cuadro verdaderamente desolador al ver que los habitantes de aquel lugar estaban muy enfermos y que varios habían fallecido. Las edades de los fallecidos oscilaban entre los 7 y los 45 años.

Inmediatamente la comisión policial informó a las autoridades de San Rafael de este foco epidemiológico que se encontraba en esa localidad, pero fueron obviados por el funcionario de turno.

Con el correr de los días, la situación para los pobladores se hizo insostenible y cientos de personas se enfermaron. En menos de una semana habían muerto 14 individuos. Los pobladores de Malargüe, General Alvear y San Rafael, fueron afectados por la difteria que se propagó rápidamente por aquella zona.

Un dato muy interesante fue que la Policía de Malargüe se enteró por los medios de prensa de la epidemia y de la cantidades de personas que habían fallecido.

Las autoridades llegaron tarde
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Los pobladores que estaban sanos, en su desesperación y al ver que las autoridades no hacían nada para controlar esta plaga, tomaron sus carros, automóviles y, con lo poco que tenían, partieron hacia otros lugares, abandonando sus casas y negocios. Por el camino se podían ver largas caravanas de vehículos transportando niños, mujeres y hombres.

Las noticias que llegaban del sur hicieron que el gobierno de la provincia tomara inmediatamente cartas en el asunto, enviando una comisión de auxilio hacia el sur mendocino.

No pasaría mucho tiempo para que la epidemia se extendiera a La Pampa. Se realizó una barrera para contener la mortal enfermedad pero ya era muy tarde; los muertos se contaban por centenares.

Culpables con nombre y apellido
Muchas fueron las causas de esta epidemia, pero podemos señalar que la principal era la pobreza (las primeras víctimas, se encontraban en un estado de desnutrición, tanto niños como mayores). A esto, se le debe agregar la falta de comunicación y el relajamiento de las autoridades que no tomaron las precauciones necesarias para que esto no avanzara.

La epidemia que se desató en 1936 tuvo varios responsables que pagaron con sus puestos políticos y, por supuesto, el repudio de una parte de la población, que comprobó la ineficacia de algunos intendentes que minimizaron la situación sanitaria.

Se supo, mucho tiempo después, que las autoridades trataron en un principio de dar cifras falsas de los muertos y de disminuir el número de las personas que habían contraído la enfermedad.

La epidemia duró dos meses y tuvo un saldo de más de 230 víctimas.

Los Andes, 26 – 07 – 09

La Quinta Pata

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