Guillermo Almeyra
No se pueden imaginar los posibles desarrollos de la crisis económica, política, social y moral que vive México ateniéndose exclusivamente a los calendarios electorales, a la vida de las actuales instituciones y considerando que el país esperará paralizado que las cosas se "resuelvan arriba". Tampoco se puede prescindir, en un análisis, de los posibles escenarios a medio plazo de la evolución de la crisis económica mundial del capitalismo y, en forma más concreta y cercana, de la pelea sorda en el establishment estadunidense contra Obama.
No hay recuperación de la caída; estamos sólo frente a una caída más lenta. En siete meses, Estados Unidos perdió 7.2 millones de puestos de trabajo –todos los que había aumentado en los nueve años anteriores– y los desocupados llegan en realidad a 25 millones, 16.5 por ciento de la población económicamente activa (si se les suman los que perdieron su trabajo extra, vieron reducir sus jornadas laborales, perdieron las chambas eventuales, no dicen que están buscando empleo, o se incorporan por primera vez al mercado laboral, según cifras del director de US News and World Report). Esa gente reducirá sus consumos y hará presión, sindical y política, para no hundirse en la miseria. El establishment se dividirá aún más, en cuanto hasta dónde se puede tirar de la cuerda sin que se rompa, o, mejor dicho, cuáles son las concesiones necesarias para salvar el sistema. Es más que probable que los más pobres (indocumentados, inmigrantes) sean para la mayoría de esa gente el lastre social que hay que tirar por la borda para que no se hunda más el barco y que, por lo tanto, se agraven las medidas contra la migración.
México se encuentra así ante un cierre parcial de la válvula de escape de la expatriación en un mercado de fuerza de trabajo afectado por una terrible desocupación y subocupación. A eso se agrega que se reducirán las remesas de los inmigrantes, que lucharán por su supervivencia afuera, incluso en peores condiciones, y que el precio del petróleo seguirá siendo débil. Por la situación económica en Estados Unidos y en el mundo y porque el narcotráfico en México está a la ofensiva y para nada "desesperado", y los destinos turísticos son por consiguiente inseguros, la llegada de turistas extranjeros será menor durante un buen rato. En cuanto a las inversiones externas, México no las atrae: seguirán yendo a China o incluso a Brasil. Por el otro lado, nuestro país exporta dinero ilegalmente, exporta igualmente los beneficios de las empresas que controlan los bancos y casi toda su industria, e importa el grueso de los alimentos de una población que sigue aumentando y aumentará más aún si los jóvenes se quedan en el país.
Leer todo el artículoLa perspectiva, por consiguiente, es de endeudamiento y crisis alargada. A eso se suma que el gobierno nacido del fraude en el año 2006 acaba de tener una nueva demostración pública de su ilegitimidad, al mismo tiempo que el TEPJF, las direcciones de los partidos principales, las instituciones, pues la mayoría de los electores les dio la espalda.
¿Cuáles serían entonces los escenarios principales? El primero, que anhelan todos los aparatos políticos, es que gobierno y oposición (por así decirlo) sigan con su política de un día a otro, sin proyecto ni perspectiva y con el único afán de sobrenadar en la crisis y de llegar al final de estos tres años preelectorales tan cargados de problemas. El gobierno piensa estructurar un plan de alianzas y el fraude necesario para mantener en Los Pinos al grupo de financieros y grandes empresarios que representa. Por supuesto, se apoyará cada vez más en el Ejército, convertido en policía para combatir los movimientos sociales y el narcotráfico, que es gran parte resultado de la política del PRIAN. El PRI, en cambio, utilizará a fondo –literalmente a fondo–, los recursos y las finanzas de los gobiernos estatales para fomentar el clientelismo y buscará rehacerse de ese "sacrificio" tejiendo mejor sus lazos con los narcotraficantes y el capital ligado a estos. Por supuesto, recurrirá también a convertir a los soldados en policías antidroga. Por su parte, AMLO, que cuenta con millones de afiliados y miles de comités que lo apoyan, seguirá con una campaña pueblo por pueblo para diferenciar su imagen de la del PRD prostituido y, tanto si reconquista esa sigla como si recurre a otra, cree que esta vez, y como están las cosas, los gobernantes no podrán repetir el fraude de 2006 y, si lo hacen, no podrán resistir la protesta. Ese escenario, entonces, para el establishment, plantea avanzar tropezando y tambaleándose hacia unos comicios que ni siquiera es seguro que se realicen en la fecha fijada.
El otro, en cambio, se basa en lo opuesto. El país real se opone al país politiquero y se organiza en el territorio, desde la base, por resolver el problema de la falta de remesas, para conseguir apoyo a la producción o impedir el cierre de una fuente de trabajo, para defender contra los narcos y el Ejército los derechos democráticos continuamente pisoteados, para liberar a los presos políticos. En torno a un programa "con geometría variable" (obrero-campesinos, campesinos-obreros-populares, populares democrático-campesinos, etcétera) esas mesas de lucha en cada región, prescindiendo de gobierno, charros, partidos, actúan como núcleos políticos. Y poco a poco van apoyando un programa común, antiimperialista que defienda el carácter público de los recursos naturales, la economía campesina, los derechos democráticos, a los emigrados y sus derechos, los derechos de los indígenas y que aplique una política de lucha contra el robo y la corrupción y por el aumento generalizado de salarios, pensiones y jubilaciones. Tal Frente Único Nacional de Organizaciones Sociales en Lucha tendría eventualmente también una gran fuerza electoral. Pero su victoria la lograría en las calles y en las carreteras. Las urnas sólo la confirmarían.
La Jornada, 19 – 07 – 09
La Quinta Pata
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