Rodrigo Farías
Una orbe gris de trabajadores de oficina y vendedores de especies pueblan las veredas como hormigas inquietas. Tristes, insulsos e indoloros los oficinistas y vendedores de salón se prestan a la terrible rutina laboral que el destino, la desgracia o la clase les ha asignado. Poseen la franca seguridad que un trágico sedentarismo, una disciplina odiosa basada en el ticket, la cola, la administración de las acciones y los seres los aguarda. Administrativos, vendedores, cajeros de supermercados, elementos de la economía terciaria, del servicio, esperan ser tragados diariamente por sus propios oficios, por su pesar e infelicidad laboral. Pero allí están del uno al diez de cada mes agazapados, ello mismos siendo administrados por propios colegas o incluso por ellos mismos, para retirar el bono de sueldo. Insuficiente pero en blanco, un sueldo comparativamente más jugoso que al de un trabajador en negro, al del peón de construcción a treinta mangos la jornada de diez horas de bolsas de cincuenta kilos a las espaldas subido sobre el inestable equilibrio de un andamio siempre mal armado, al de una empleada doméstica que limpia la mierda a seis pesos la hora de la señora bien y familia, quienes preocupadamente siempre le obsequian el pan del día anterior, o al de un pasante universitario con siete años como pasante universitario pagado a la mitad del sueldo que le correspondería de no ser pasante (las patronales sueñan con la gorda satisfacción de poseer mano de obra gratis infinita so pretexto de capacitación laboral), o al de un cosechador de chacra, de ajo, amargamente cagado a palos por protestar por un mínimo aumento de sueldo, o al de un desempleado, o al de un lavacopas quien junto a mozos y mozas, y por turnos, se alimentan de las sobras de los comensales en un rincón, mientras el “patrón” invita con muecas y cerveza importada a siniestras señoritas aburridas. En fin, todos aquellos empleados de cuello blanco o no pero que trabajan en blanco, posiblemente con vida gris y rutinaria, que pueden adolecer de sus días y del entusiasmo propio de una vida plena dado que el trabajo no suele ser el mejor camino para alcanzar la plenitud. De toda esta gente que no sin quejas, pero quejas susurradas por el terror del desempleo, se disuelve en la saliva de los intereses de sus tarjetas de crédito. Todos ellos están mucho pero mucho mejor, son más plenos y felices, que muchos pero muchos de los que duermen en las agudas aristas de las luchas sindicales abandonadas.
La Quinta Pata, 26 – 08 – 09
3 comentarios :
Una impregnaciòn de semzaciones subreales, sàdicas, inicuas, lacerantes enbevidas en ese sabor amargo, conciente de que este tipo de relidades enuncidas en el artìculo,no son parte de la imaginaciòn de un escritor de ciencia ficciòn; es el agovio pesado inmane de una angustia infinita sin descuentos (como el deseo de los patrones de mano de obra gratis infinita)es la condiciòn de tantas trabajadoras y trabajadores que sufren un empeoramiento permanenetemente sin tener la màs mìnima posibilidad de vislumbrar un proceso de reverciòn de esta condiciòn que ha adquirido dimensiones planetarias,ella continuarà su carrera infame porque es exigencia de quien posee el poder : el "capital" (esta palabra es la sintesis representativa de todos aquellos que exigen que nos debamos inmolar al bien sagrado del Dios Dinero y se ubica en el extremo opuesto, en el que se encuentran las trabajadoras y los trabajadores) que con su falsa y distorcionada forma de aplicar la teorìa Keynesiana de hacer economìa, nos ha arrastrado a un casi punto de no retorno durante el siglo XX.
Este modo de hacer economìa, tomemos como ej. el Neoliberismo, no solo se ha demostrado una gran mentira, màquina destuctiva de economias regionales, de un desplazamiento exponecial de la riqueza de los sectores màs pobres hacia los màs ricos,sino ademàs ha construido un sistema de destrucciòn de la identidad las personas, através de un complejo proceso socio-polìtico-econòmico que interacciona con el modelo Neoliberal.
La respuesta, a esta visiòn destructiva es la de retomar nuestra identidad, la individual, la de nuestras familias, las de nuestros grupos sociales,que colectivamente infinidad de veces han dado muestras de una fuerte capacidad de hacer, de construir, la desciciòn a la soluciòn de todos los problemas que se nos presentan, tiene que pasar por el mayor consenso posible en un marco de un nuevo sistema de reglas construido con profunda vocaciòn democratica con la mayor condiviciòn posible de todos.
Jorge Javier Gauna
Felcito a Jorge Javier pos su tan sensata interpretación de un texto que también interpreta tan sensatamente la hostil realidad de los excluidos de hoy y de siempre
la globalización no dejó atrás a quienes mezquinamente monopolizan, lo que debería ser DIGNO para el ser humano: EL TRABAJO.
nuestras hormigas, inquietas y tristes, se multiplican en tu orbe gris que también es la mía.
Rodri te felicito, es una nota, artículo o reflexión triste, pero hay que estar atentos y no excluír a nuestros ya excluídos.
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