Fernando Chanquía Aguirre
La región chaqueña es (o era) una extensa planicie de casi un millón de kilómetros cuadrados, tapizada por suelo boscoso y pastizales. Se extiende desde la selva Boliviana y las sierras sub-andinas del noroeste argentino hasta la llanura pampeana, llegando inclusive hasta el norte de Córdoba y Santa Fe. También ocupa parte del Paraguay y una lonja del Brasil. Sus habitantes originarios se organizaban en pueblos sin autoridad estatal ni propiedad privada, ligados por lazos político-familiares, practicando la recolección de frutos, caza, pesca e intercambio económico. Eran de costumbres nómades restringidos a un territorio limitado al alcance de los vínculos socio-políticos.
La conquista española en el siglo XVI vino a afectar profundamente sus vidas. Enfermedades desconocidas traídas por el europeo, como la gripe, viruela, el cólera y la sífilis, les provocaron gran mortalidad. Luego se sumarían a esto las diversas incursiones militares y de la iglesia para cambiarles sus costumbres. “Civilizarlos”, es decir, introducirlos en el capitalismo, el catolicismo, la autoridad del Estado, hacerlos sedentarios y reducir su familia extendida, a la familia celular. Este abrupto cambio de destrucción biológica y cultural para conducirlos al “modo de vida blanco” y a la lengua castellana; fueron desembocando en el destierro, la hambruna y el desastre ecológico.
Desde la instauración del Estado y la sanción de la Constitución Nacional de 1853, se llevaron adelante distintas campañas militares para la apropiación capitalista de los territorios aborígenes con explotación de la riqueza maderera y aprovechamiento forzado de mano de obra indígena. Desde entonces fue propósito de las nuevas autoridades el despojo a los habitantes originarios para reemplazarlos por inmigrantes europeos. A partir de la década de 1880, la población originaria del Chaco argentino fue siendo desplazada cada vez más a zonas marginales; esto comenzó con la campaña militar de Victorica en 1884, culminando en 1911 con la de Rostagno.
La última campaña militar de exterminio indígena no ha sido la de Roca en 1879 como cree mucha gente; sino la expansión hacia El Chaco. Después de la incursión de Victorica, se intentó el sometimiento de los naturales para utilizarlos como mano de obra gratuita; los que no se sometían entraban a ser perseguidos para su aniquilamiento “en beneficio del país”. El lento genocidio se alarga dolorosamente hasta nuestros días, perdurando hasta hoy siete de septiembre de 2009.
La República Argentina es un país que nació y se organizó sobre la base de la exclusión social de una parte importantísima de su población: los aborígenes y los mulatos. Los primeros fueron suprimidos como cultura e ignorados en el discurso hegemónico argentino para sostener la falacia de que “somos un país de inmigrantes”. Lo que resulta altamente contradictorio, ya que en Argentina, más del 56% de sus habitantes llevamos sangre indígena originaria y al menos el 10% de la población es indígena puro.
Se apaga otra vida. Una herida más se abre en el monte… un sapucai estremece el aire de savia y sangre resecas.
Partido Comunista de los Trabajadores, 07 – 09 – 09
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