En el vía crucis del pueblo la huelga no es un alivio, sino una carga; no es un umbral en que echarse, sino un peñasco en que erguirse. Doble trabajo, fatiga doble, sudar por fuera y por dentro: ¡eso es la huelga!
Brazos cruzados decís. Sí, sí. Pero esos brazos cruzados no se distienden en la desesperanza o en la impotencia. Se cruzan contra los pechos para levantar en ellos, como en una cuna tejida en músculos, el desolado corazón enorme de la justicia.
Doble trabajo, fatiga doble… Tensionados, taciturnos, conmovidos de los pies a la cabeza, los obreros parecen bloques oscuros, de los que caen, a los golpes de una piqueta invisible, los cascarones que ocultan el hombre nuevo. Revuelta y ennegrecida la faz, en el fondo de los ojos del huelguista sonríe la visión ardiente de un porvenir bello y libre. Lo mismo que, en la pupila que el dolor ahonda y dilata en la mujer que da a luz, sonríe la visión del niño.
¡Ah, sí! Mientras la vida del que produce sea esclava, la huelga, cualquiera huelga, será siempre más fecunda que el trabajo. Porque el trabajo condena, dobla la cerviz y enmudece el alma; y la huelga lo liberta, le tira la frente al aire, le abre la boca, de la que parten, como aves de alas negras con pechos rojos, palabras de justicia y de coraje.
Obreros, hermanos nuestros […] que estáis en huelga: vuestra causa es nuestra causa. […] Con vosotros y entre vosotros, para subir a la luz o caer en la oscuridad.
¡Viva la huelga!
Rodolfo González Pacheco
* * *
Un recorrido a través del cine por la historia de la clase obrera, desde sus orígenes, inextricablemente ligados al desarrollo industrial del capitalismo, hasta nuestros días, con sus nuevas realidades y nuevos desafíos: sus condiciones de trabajo y de vida, su entramado cultural, sus aspiraciones colectivas y, por sobre todas las cosas, sus luchas.
Miércoles de septiembre, octubre y noviembre – 19:30 hs. – Biblioteca San Martín - Remedios de Escalada 1843 de Ciudad – entrada gratuita y salida a la gorra
9/9: Las viñas de la ira (1940, EE.UU., 129 min., dir.: John Ford) Panelista: Patricia Collado (socióloga, CONICET/UNCuyo)
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16/9: ¡Qué verde era mi valle! (1941, EE.UU., 119 min., dir.: John Ford) Panelista: Gabriela Scodeller (historiadora, UNCuyo)
23/9: Odio en las entrañas (1970, EE.UU., 120 min., dir.: Martin Ritt) Panelista: Ramón Ábalo (periodista y escritor)
30/9: Germinal (1993, Francia, 152 min., dir.: Claude Berri) Panelista: Graciela Cousinet (socióloga, UNCuyo)
7/10: Daens (1992, Bélgica et al., 132 min., dir.: Stijn Coninx) Panelista: Vicente Reale (sacerdote)
14/10: Los compañeros (1963, Italia, 125 min., dir.: Mario Monicelli) Panelista: Alejandra Ciriza (filósofa, CONICET/UNCuyo)
21/10: La huelga (1925, URSS, 79 min., dir.: Sergéi Eisenstein) Panelista: Jorge Hidalgo (profesor de Teoría de la Comunicación, UNCuyo)
28/10: Quebracho (1974, Argentina, 93 min., dir.: Ricardo Wullicher) Panelista: Marcelo Giraud (geógrafo, UNCuyo)
4/11: La Patagonia rebelde (1974, Argentina, 107 min., dir.: Héctor Olivera) Panelista: Horacio Silva (historiador, Biblioteca Nacional)
11/11: Sacco y Vanzetti (1971, Italia, 119 min., dir.: Giuliano Montaldo) Panelista: Marcela Emili (historiadora, CONICET)
18/11: Tiempos modernos (1936, EE.UU., 87 min., dir.: Charles Chaplin) Panelista: Carmelo Cortese (sociólogo, UNCuyo)
25/11: La sal de la tierra (1954, EE.UU., 94 min., dir.: Herbert Biberman) Panelista: trabajador de Zanón
Las viñas de la ira
Basada en la homónima novela (1939) de John Steinbeck, The Grapes of Wrath cuenta la historia de los Joad, una modesta familia de granjeros oriunda del Medio Oeste estadounidense que —sumida en la ruina por los efectos combinados de la Gran Depresión y el Dust Bowl (una serie de tormentas de polvo que provocaron una catástrofe agrícola sin precedentes en los años ’30)—, decide emigrar a la promisoria California para hacer realidad ese American dream que en su Oklahoma natal les está vedado. Sin embargo, este puñado de Okies desarraigados pronto descubrirá que el destino de su largo y accidentado viaje no es el Jardín del Edén, sino una sociedad transida de desigualdades e injusticias, conflictos y coacciones. Un mundo habitado por jornaleros hambrientos, capitalistas rapaces, capataces despóticos, huelguistas combativos, policías violentos... El film fue un cachetazo para la industria de Hollywood, empeñada entonces —como hoy— en ocultar al público la cruda realidad social con una catarata de productos pasatistas. En el reparto sobresalen figuras de la talla de Henry Fonda, Jane Darwell, John Carradine y Charley Grapewin.
¡Qué verde era mi valle!
How Green was my Valley —magnífica adaptación cinematográfica del homónimo best seller (1939) del escritor británico Richard Llewellyn— retrata la vida de los Morgan, una humilde familia de mineros que habita en el sur de Gales, a mediados del siglo XIX, en los albores de la era victoriana. El Valle de Rhondda, aunque profundamente afectado por la primera Revolución Industrial y sus secuelas socio-ambientales, conserva todavía mucho de su fisonomía rural tradicional: la lengua, las costumbres, la música y la danza galesas; la sociabilidad campesina, con su peculiar impronta comunitaria; los valores patriarcales; la devoción cristiana —en su variante anglicana—, la lealtad al rey… Pero también evidencia las luces y sombras de los nuevos tiempos: la explotación capitalista, el desempleo y la emigración transoceánica; la sindicalización obrera y el recurso de la huelga; la crisis del viejo clero anglicano y de la moral opresiva que él encarnaba, etc. La película representa uno de los picos más altos en la dilatada carrera del cineasta John Ford, consiguiendo cinco galardones —entre ellos, los de mejor film y mejor director— y otras cinco nominaciones en la entrega de los Oscars de 1941, año en que participaron largometrajes memorables como Citizen Kane y El Halcón Maltés. Se destaca asimismo por su reparto actoral —Maureen O’Hara, Walter Pidgeon, Donald Crisp, Sara Allgood, Roddy McDowall y Patric Knowles, entre otros—, su fotografía y su banda sonora —compuesta por Alfred Newman—, que incluye pasajes corales a cappella de gran belleza.
Odio en las entrañas
Corre el año 1876. Los Estados Unidos se industrializan a ritmo acelerado. Al nordeste de Pensilvania, en el corazón de la Coal Region (Región del Carbón), las compañías mineras emplean —y explotan— intensivamente a miles y miles de irlandeses exiliados por el hambre. Salarios paupérrimos, trabajo infantil, insalubridad, constantes accidentes laborales, altísimos niveles de mortandad, represión parapolicial… El malestar obrero es profundo, y la sociedad secreta Molly Maguires —brazo armado y clandestino de la Ancient Order of Hibernians— tiene en él su suelo nutricio. El detective privado McParlan, de la Agencia Pinkerton, arriba de incógnito al condado de Schuylkill. Ha sido contratado por Franklin B. Gowen, el hombre más rico y poderoso del estado. Su misión es infiltrarse en Molly Maguires y hallar pruebas inculpatorias contra sus principales cabecillas. El capitán Davies, de la policía privada de Gowen, se reúne en secreto con el detective. Así le resume el método y la finalidad de los Mollies: “Son una banda de locos, McParland. Creen que ganarán con la pólvora lo que perdieron con las huelgas”. Minutos después, el espectador se entera de que dichas huelgas habían durado seis meses, que la represión había sido dura, y que los «beneficios» del acuerdo con la patronal no habían sido más que migajas. El reparto incluye figuras de la talla de Sean Connery, Richard Harris y Samantha Eggar.
Germinal
Fidedigna versión en celuloide de la célebre novela (1885) de Émile Zola realizada por Claude Berri, el director de El manantial de las colinas y La venganza de Manon (1986). La trama se desarrolla mayormente en Voreux, una mina de carbón situada al norte de Francia, cerca de la frontera con Bélgica, hacia mediados de la década de 1860, durante el II Imperio. Un obrero socialista desempleado, Étienne Lantier, arriba a la comarca en busca de trabajo. Allí conoce a los Maheu, una vieja familia de mineros por cuyo intermedio consigue empleo en el yacimiento. Las condiciones en que laboran y viven los obreros de Voreux son penosas: jornadas extenuantes, magros salarios, accidentes fatales, altos índices de morbilidad, miseria, hacinamiento doméstico, desnutrición, analfabetismo, endeudamiento… Cuando la Compañía Minera de Montsou pretenda —ajuste salarial mediante— hacerle pagar a su hambreado personal los costos de la crisis capitalista en curso, las ideas socialistas de la Primera Internacional fructificarán en una gran huelga, al frente de la cual estarán Étienne y su entrañable amigo Toussaint (Maheu). El film aborda también otros tópicos de sumo interés: la cultura popular y la cultura burguesa como mundos contrapuestos, las distintas tendencias políticas existentes en el seno del movimiento obrero, las potencialidades y los escollos de la práctica huelguística, el conflicto con los rompehuelgas, la problemática de género, el carácter clasista del Estado, etc. En el reparto actoral se destacan Gérard Depardieu, Renaud Séchan, Miou-Miou, Jean Carmet, Judith Henry, Jean-Roger Milo y Laurent Terzieff. Excelente adaptación cinematográfica de una de las obras cumbre de la literatura francesa y la literatura universal.
Daens
Es ampliamente sabido que la Revolución Industrial se produjo en Inglaterra en el último cuarto del siglo XVIII, y que desde allí y desde entonces, de forma progresiva, en sucesivas oleadas, se propagó por el resto del mundo. Bastante menos se sabe que fue Bélgica la primera nación en importarla a comienzos del siglo XIX, aggiornando de ese modo, y con notable éxito, su tradicional industria textil con epicentro en Flandes (la histórica región europea, célebre desde tiempos medievales por la excelencia artesanal de su pañería). Aún menos se conoce la figura del sacerdote católico Adolf Daens (1839-1907) y su lucha denodada por los derechos económicos, sociales, políticos y culturales del proletariado flamenco —especialmente el de Aalst, su ciudad natal— durante el reinado de Leopoldo II, en plena Belle Époque de la burguesía belga, cuando la explotación fabril, la miseria urbana, el sufragio restringido, la hegemonía conservadora del Confessionele Katholieke Partij (Partido Católico Confesional) y el exclusivismo lingüístico valón gravitaban con fuerza en el escenario nacional. A comienzos del decenio de 1890 se producen dos hechos cuya consideración es clave para comprender el giro militante en la vida de Daens: la crisis económica, que los capitalistas flamencos hacen pagar a sus trabajadores sin ningún escrúpulo, y la promulgación de la Rerum Novarum. El sacerdote belga, sensibilizado por el agravamiento de la cuestión social, acoge con entusiasmo la encíclica del papa León XIII, y basándose en ella defiende activamente las reivindicaciones económicas de los obreros, su sindicalización, el recurso a la huelga y la democratización del sistema político, haciendo reiteradas denuncias contra los empresarios y su «pecaminosa codicia». Esta actuación pública, aunque alejada de los métodos y fines maximalistas —Daens era un reformista, no un revolucionario—, irrita profundamente a la burguesía belga y sus portavoces —la jerarquía episcopal y el Partido Católico Confesional—, y luego también al Vaticano, todos ellos acendradamente conservadores y hostiles a cualquier concesión. Haciendo caso omiso de las acusaciones de demagogia y subversión, y de las reiteradas admoniciones de sus superiores, Daens persevera en su activismo y funda en 1893 el Christene Volkspartij (Partido Popular Cristiano), con una plataforma electoral muy similar al programa mínimo de los socialistas. Gracias al masivo voto obrero, y al apoyo táctico de socialistas y liberales, consigue un escaño en el parlamento belga y se convierte pronto en el «tribuno del pueblo». El largometraje, que obtuvo múltiples galardones internacionales —entre ellos el Oscar a la mejor película extranjera—, está basado en la novela biográfica Pieter Daens (1971) del escritor y periodista flamenco Louis Paul Boon.
Los compañeros
A fines del siglo XIX, los obreros de una fábrica textil de Turín deciden unirse para reclamar a la patronal una reducción de la agotadora jornada laboral (14 horas) luego de producirse un sangriento accidente que deja manco a uno de los operarios. Pero el personal, al carecer de experiencia sindical, se halla desorientado y no sabe cómo avanzar en la lucha. La intervención «providencial» del profesor Sinigaglia (Marcello Mastroianni) —un aguerrido militante socialista que viene desde Génova huyendo de la policía—, modifica drásticamente el cuadro, al resolverse bajo su influjo la elaboración de un ambicioso pliego de reivindicaciones y la declaración de huelga por tiempo indeterminado. I compagni —para muchos, la obra maestra del cineasta Mario Monicelli— constituye una de las más acabadas muestras de la commedia all’italiana, con su inigualable mixtura de comicidad costumbrista, hondura dramática y crítica social. La moraleja del film es clara, y está magistralmente resumida en uno de los diálogos que Sinigaglia mantiene con Raul, el obrero que lo hospeda en su casa: “Vencer así es difícil, casi imposible”, concluye el profesor luego de hacer un frío diagnóstico de la correlación de fuerzas existente. Raul, que no comprende por qué su huésped ha estado agitando tan porfiadamente una lucha «condenada al fracaso», le recrimina: “¡Eres un loco entonces, un sinvergüenza! ¡Nos perderás!”. Pero Sinigaglia le responde: “¿Qué pretenden? ¿Ganar el primer encuentro? Sería fácil… No iniciaron ustedes esta lucha. Existe desde Espartaco”. Deponiendo parte de su enojo, y cediendo al impulso de su curiosidad, Raul le pregunta: “¿Y ése quién es?”. El profesor le replica: “Después te lo explico. Lo importante es que resistan. Deben convencerse de que la lucha será cada vez más dura. ¡Eso ya sería una victoria!”. La película aborda asimismo el eterno problema de la inmigración y la xenofobia: el moreno Mustafà, siciliano recién venido, se rehúsa a acatar la medida de fuerza; pero no lo mueve la cobardía, ni la mezquindad, sino, como él aclara —y como sus compañeros pronto comprenderán—, la desesperación. Memorable film sobre los orígenes del movimiento obrero italiano en el Ottocento.
La huelga
Se ha dicho innumerables veces, y con toda razón, que este film —segunda realización del extraordinario director letón Sergéi Eisenstein (1898-1948)— es revolucionario. Lo es, sin duda, en sus aspectos formales. No en balde Стачка (Stachka) es considerada, a la vez que una película pionera del cine soviético y del cine mundial, un hito fundamental en la gestación del lenguaje cinematográfico. Todavía hoy los estudiantes del séptimo arte tienen que analizar —como ejemplo paradigmático de montaje— la célebre secuencia donde Eisenstein alterna las tomas correspondientes a la represión policial de los huelguistas con imágenes de un matadero en plena faena de degüello. Pero el film también es revolucionario en su contenido, en su trama misma. Y lo es no sólo porque asuma resueltamente un posicionamiento obrerista y anticapitalista en su intento de plasmar el curso típico de toda huelga parcial y reivindicativa en la Rusia zarista, sino también —y sobre todo— porque quiere, con su desenlace, demostrar la necesidad perentoria de la revolución. Para Eisenstein, la huelga no es más que un comienzo, el primer peldaño de una larga y empinada escalera que el proletariado debe ascender íntegramente para alcanzar su emancipación. A la luz de esta tesis, nada tiene de sorprendente que, en la filmografía del gran cineasta soviético, La huelga (1924) sea sucedida de inmediato por El Acorazado Potemkin (1925) y Octubre (1927), largometrajes centrados en las revoluciones rusas de 1905 y 1917 (respectivamente). Subyace a esta trilogía un riguroso leitmotiv fáctico-real de inspiración marxista-leninista. En este esquema general, en este doble drama (drama de la historia primero, drama histórico del cine después), La huelga y su tema —el gran ciclo huelguístico ruso de 1901/4— sólo constituyen un primer acto.
Quebracho
Todavía hoy el Chaco Austral exhibe los resultados desastrosos que trajo aparejada la sobreexplotación ilimitada de sus montes y sus gentes. La deforestación, el latifundismo, la pauperización y el despoblamiento han dejado una marca indeleble en el paisaje natural y humano de la región. La calamidad tiene nombre: The Forestal Land, Timber and Railways Co. Ltd., más conocida en nuestro país por el apodo de «La Forestal». Esta empresa de capitales foráneos —británicos principalmente—se instaló en 1906, y desde entonces hasta su éxodo en 1963 —momento en que el negocio dejó de ser atractivo en términos de rentabilidad—, se dedicó a la tala indiscriminada del quebracho colorado en vistas a la obtención de madera —con la que fabricaba postes, durmientes y rollizos de excepcional dureza y durabilidad— y extracto de tanino —insumo vital para la curtiembre—, productos primarios de excelente cotización en el mercado mundial. La Forestal llegó a poseer un enclave territorial de 2,1 millones de hectáreas al norte de Santa Fe, sur de Chaco y nordeste de Santiago del Estero; enclave que incluía, además de una enorme masa de trabajadores asalariados en condición de semi-esclavitud, toda una red de ferrocarriles y puertos bajo régimen de monopolio, a través de la cual se consumaba el fenomenal vaciamiento. Este imperio informal en el corazón profundo del NEA estuvo, desde sus orígenes mismos, inextricablemente ligado al poder político de turno, del cual supo conseguir innumerables beneficios mediante el cohecho: terrenos fiscales a precios irrisorios; exenciones fiscales; «vista gorda» ante el desmonte sistemático, la evasión tributaria, la precarización laboral y la represión parapolicial de los feroces «cardenales»... Pero esta historia de infamia tiene, como reverso oculto —ocultado—, una historia de resistencia y rebelión, de justicia y dignidad. Los jornaleros del Chaco son sus protagonistas: hacheros, carreros, cargadores, tanineros, ferroviarios... Esta historia es tema candente de un gran libro de la literatura argentina: La Forestal. La tragedia del quebracho colorado de Gastón Gori, publicado en 1965, a sólo dos años del catastrófico cierre de la compañía. Quebracho (1974), de Ricardo Wullicher —película emparentada por época, por tópico y por espíritu a La Patagonia rebelde—, está inspirada en él. El film cuenta con un excelente reparto: Héctor Alterio, Osvaldo Bonet, Juan Carlos Gené, Cipe Lincovsky, Luis Medina Castro y Lautaro Murúa, entre otros.
La Patagonia rebelde
Basada en el libro Los vengadores de la Patagonia trágica de Osvaldo Bayer —quien también escribió el guión— la película narra la gran huelga de los peones santacruceños de 1920-1922 impulsada por la FORA anarquista, así como la masacre descomunal que acabó con ella; masacre perpetrada impunemente por las tropas del Tte. Cnel. Héctor Varela —«el Carnicero»— a instancias del gobierno de Hipólito Yrigoyen, más sensible al lobbying de las grandes estancias ovinas —muchas de ellas en manos de capitales británicos— que a los reclamos de los humildes trabajadores patagónicos. El film es, en su aspecto formal, un racconto de la muerte de Varela a manos del ácrata alemán Kurt Wilkens el 16 de junio de 1923; una retrospectiva que tiene por objeto esclarecer la razón profunda de dicho acto vindicatorio, su genealogía, su trasfondo histórico, su carga simbólica… Fue rodado y fugazmente exhibido en circunstancias históricas extremadamente hostiles, en medio de la persecución y la censura lopezreguistas, cuando los escuadrones de la muerte de la Triple A, y el censor Miguel Paulino Tato, operaban a sus anchas. No pocos de sus hacedores, temiendo por sus vidas a causa de las constantes amenazas que recibían, acabaron por exiliarse. Destino análogo tendrían en 1976 los once rollos del largometraje, febrilmente buscados por la recientemente instaurada dictadura militar. El reparto es antológico: Federico Luppi, Luis Brandoni, Héctor Alterio, Pepe Soriano, Osvaldo Terranova, Maurice Jouvet… Por valía estética, relevancia histórica y significación política, La Patagonia rebelde es mucho más que una película sobresaliente del cine argentino. Es también un fragmento de nuestra memoria colectiva, una pieza de nuestro puzzle identitario como pueblo.
Sacco y Vanzetti
Lograda reconstrucción cinematográfica del célebre caso judicial desarrollado en Massachusetts entre 1920 y 1927, y que desataría una avalancha de críticas, protestas y actos de solidaridad en el mundo entero. Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti, dos humildes trabajadores de procedencia italiana —anarquistas ambos— son acusados de un crimen que no cometieron poco después de caer bajo arresto en una redada policial. Eran los años de plomo del primer Red Scare (Pánico Rojo), un sombrío capítulo de la historia estadounidense que se inicia en 1917 con el estallido de la Revolución Rusa, y que prefigura al macartismo de la segunda Posguerra. Las noticias referidas al ascenso de los bolcheviques, y a sus victorias sobre los «blancos» en la guerra civil, desatan en los Estados Unidos —igual que en tantas otras partes del mundo— una ola de pánico y odio. Las clases dominantes se sienten jaqueadas, temen perder sus privilegios, y reaccionan con inusitada virulencia contra el movimiento obrero. En 1919 el presidente Woodrow Wilson designa al ultra-conservador Alexander Mitchell Palmer como Procurador General. Durante sus dos años de desempeño en el cargo, el «Cuáquero Combativo» —así le llama la prensa burguesa— persigue sin tregua a los «rojos», no dudando en utilizar métodos clandestinos cuando lo juzga necesario. El arresto de Sacco y Vanzetti se produce, precisamente, en uno de los tristemente célebres Palmer Raids (allanamientos de Palmer) —el que tiene lugar en la ciudad de Brockton, Massachusetts, la noche del 15 de abril de 1920. El juicio a Sacco y Vanzetti, repleto de irregularidades bochornosas, dejará al desnudo la naturaleza xenófoba, clasista y reaccionaria del sistema judicial estadounidense, que —cediendo a las presiones del establishment— habría de sacrificar la verdad en aras de darle al movimiento obrero «un buen escarmiento» por sus tendencias revolucionarias. Sacco e Vanzetti —película emblemática de aquel Cinema Politico italiano que tanta gloria cosechó a fines de los ’60 y comienzos de los ’70 de la mano de directores como Pontecorvo, Petri y el propio Montaldo— cuenta con el genial Gian Maria Volontè en el papel de Bartolomeo, Riccardo Cucciolla en el de Nicola y el experimentado Cyril Cusack en el villano rol del fiscal Katzmann. La banda de sonido —entre las más recordadas de la historia del cine—, fue compuesta por el talentoso Ennio Morricone (La misión, Cinema Paradiso, etc.). La cantante folk neoyorquina Joan Baez interpreta, con su magnífica voz, las emotivas canciones “Here’s To You” y “The Ballad of Sacco & Vanzetti”. Notable homenaje a los Mártires de Boston.
Tiempos modernos
Sátira genial del capitalismo tayloriano y fordista vigente en los Estados Unidos durante los años ’30, y de la sociedad erigida sobre dicho régimen económico. Producido, dirigido, co-guionado, musicalizado y protagonizado por Charlie Chaplin, el film cuenta las peripecias del mítico personaje del Little Tramp —«Carlitos» para el público hispanoparlante— devenido obrero industrial: el trabajo extenuante y alienante en la fábrica, la monotonía y el frenesí de la cadena de montaje, el acoso feroz del capataz, la codicia ilimitada del patrón y sus demenciales planes de maximización del tiempo, la alienación —en estricto sentido marxiano— y el manicomio, el desempleo y la miseria —esos dos grandes monstruos de la Gran Depresión—, la protesta obrera, la represión policial, la cárcel… Pero también —infaltable— el amor por una gamine: la joven Ellen Peterson (Paulette Goddard), huérfana e indigente. Con su magistral combinación de humor popular y crítica social, Modern Times se ha convertido no sólo en uno de los grandes clásicos del cine mudo, sino también en uno de los mayores íconos del arte contemporáneo.
La sal de la tierra
EE.UU., octubre de 1950. La voracidad de la Empire Zinc Company no conoce límites en el remoto pueblo de Bayard (Nuevo México): el trabajo en la mina es agotador, insalubre y peligroso; los salarios, muy bajos; las familias obreras sufren privaciones de toda índole; y los trabajadores de origen mexicano son injustamente discriminados. Un nuevo accidente laboral será la gota que rebalse el vaso, y los mineros se declararán en huelga por tiempo indeterminado. Pero la intransigencia patronal y la represión policial no son los únicos escollos en el camino hacia la victoria: las tensiones internas (anglos vs. latinos, varones vs. mujeres), pronto habrán de agudizarse. Salt of the Earth —todo un hito en la historia del cine social— es un canto a la lucha mancomunada de los oprimidos por la dignidad y la justicia. Su trama está basada en un hecho verídico —de hecho, fue rodado in situ poco después del conflicto, e incluyó en el reparto a muchos de los partícipes reales. En plena caza de brujas macartista, su comprometido director —uno de los Hollywood Ten (grupo de cineastas y guionistas que desafió públicamente al Comité de Actividades Antiamericanas)— resistió con entereza y valor todo tipo de presiones y persecuciones por parte del FBI. Con un mérito adicional: hasta hacía poco, Biberman había sido preso político. De más está decir que el film fue incluido en la lista negra del senador McCarthy, razón por la cual su distribución y exhibición en los Estados Unidos fue prácticamente nula.
Coordinación: Federico Mare
La Quinta Pata, 03 – 09 – 09
23/9: Odio en las entrañas (1970, EE.UU., 120 min., dir.: Martin Ritt) Panelista: Ramón Ábalo (periodista y escritor)
30/9: Germinal (1993, Francia, 152 min., dir.: Claude Berri) Panelista: Graciela Cousinet (socióloga, UNCuyo)
7/10: Daens (1992, Bélgica et al., 132 min., dir.: Stijn Coninx) Panelista: Vicente Reale (sacerdote)
14/10: Los compañeros (1963, Italia, 125 min., dir.: Mario Monicelli) Panelista: Alejandra Ciriza (filósofa, CONICET/UNCuyo)
21/10: La huelga (1925, URSS, 79 min., dir.: Sergéi Eisenstein) Panelista: Jorge Hidalgo (profesor de Teoría de la Comunicación, UNCuyo)
28/10: Quebracho (1974, Argentina, 93 min., dir.: Ricardo Wullicher) Panelista: Marcelo Giraud (geógrafo, UNCuyo)
4/11: La Patagonia rebelde (1974, Argentina, 107 min., dir.: Héctor Olivera) Panelista: Horacio Silva (historiador, Biblioteca Nacional)
11/11: Sacco y Vanzetti (1971, Italia, 119 min., dir.: Giuliano Montaldo) Panelista: Marcela Emili (historiadora, CONICET)
18/11: Tiempos modernos (1936, EE.UU., 87 min., dir.: Charles Chaplin) Panelista: Carmelo Cortese (sociólogo, UNCuyo)
25/11: La sal de la tierra (1954, EE.UU., 94 min., dir.: Herbert Biberman) Panelista: trabajador de Zanón
Las viñas de la ira
Basada en la homónima novela (1939) de John Steinbeck, The Grapes of Wrath cuenta la historia de los Joad, una modesta familia de granjeros oriunda del Medio Oeste estadounidense que —sumida en la ruina por los efectos combinados de la Gran Depresión y el Dust Bowl (una serie de tormentas de polvo que provocaron una catástrofe agrícola sin precedentes en los años ’30)—, decide emigrar a la promisoria California para hacer realidad ese American dream que en su Oklahoma natal les está vedado. Sin embargo, este puñado de Okies desarraigados pronto descubrirá que el destino de su largo y accidentado viaje no es el Jardín del Edén, sino una sociedad transida de desigualdades e injusticias, conflictos y coacciones. Un mundo habitado por jornaleros hambrientos, capitalistas rapaces, capataces despóticos, huelguistas combativos, policías violentos... El film fue un cachetazo para la industria de Hollywood, empeñada entonces —como hoy— en ocultar al público la cruda realidad social con una catarata de productos pasatistas. En el reparto sobresalen figuras de la talla de Henry Fonda, Jane Darwell, John Carradine y Charley Grapewin.
¡Qué verde era mi valle!
How Green was my Valley —magnífica adaptación cinematográfica del homónimo best seller (1939) del escritor británico Richard Llewellyn— retrata la vida de los Morgan, una humilde familia de mineros que habita en el sur de Gales, a mediados del siglo XIX, en los albores de la era victoriana. El Valle de Rhondda, aunque profundamente afectado por la primera Revolución Industrial y sus secuelas socio-ambientales, conserva todavía mucho de su fisonomía rural tradicional: la lengua, las costumbres, la música y la danza galesas; la sociabilidad campesina, con su peculiar impronta comunitaria; los valores patriarcales; la devoción cristiana —en su variante anglicana—, la lealtad al rey… Pero también evidencia las luces y sombras de los nuevos tiempos: la explotación capitalista, el desempleo y la emigración transoceánica; la sindicalización obrera y el recurso de la huelga; la crisis del viejo clero anglicano y de la moral opresiva que él encarnaba, etc. La película representa uno de los picos más altos en la dilatada carrera del cineasta John Ford, consiguiendo cinco galardones —entre ellos, los de mejor film y mejor director— y otras cinco nominaciones en la entrega de los Oscars de 1941, año en que participaron largometrajes memorables como Citizen Kane y El Halcón Maltés. Se destaca asimismo por su reparto actoral —Maureen O’Hara, Walter Pidgeon, Donald Crisp, Sara Allgood, Roddy McDowall y Patric Knowles, entre otros—, su fotografía y su banda sonora —compuesta por Alfred Newman—, que incluye pasajes corales a cappella de gran belleza.
Odio en las entrañas
Corre el año 1876. Los Estados Unidos se industrializan a ritmo acelerado. Al nordeste de Pensilvania, en el corazón de la Coal Region (Región del Carbón), las compañías mineras emplean —y explotan— intensivamente a miles y miles de irlandeses exiliados por el hambre. Salarios paupérrimos, trabajo infantil, insalubridad, constantes accidentes laborales, altísimos niveles de mortandad, represión parapolicial… El malestar obrero es profundo, y la sociedad secreta Molly Maguires —brazo armado y clandestino de la Ancient Order of Hibernians— tiene en él su suelo nutricio. El detective privado McParlan, de la Agencia Pinkerton, arriba de incógnito al condado de Schuylkill. Ha sido contratado por Franklin B. Gowen, el hombre más rico y poderoso del estado. Su misión es infiltrarse en Molly Maguires y hallar pruebas inculpatorias contra sus principales cabecillas. El capitán Davies, de la policía privada de Gowen, se reúne en secreto con el detective. Así le resume el método y la finalidad de los Mollies: “Son una banda de locos, McParland. Creen que ganarán con la pólvora lo que perdieron con las huelgas”. Minutos después, el espectador se entera de que dichas huelgas habían durado seis meses, que la represión había sido dura, y que los «beneficios» del acuerdo con la patronal no habían sido más que migajas. El reparto incluye figuras de la talla de Sean Connery, Richard Harris y Samantha Eggar.
Germinal
Fidedigna versión en celuloide de la célebre novela (1885) de Émile Zola realizada por Claude Berri, el director de El manantial de las colinas y La venganza de Manon (1986). La trama se desarrolla mayormente en Voreux, una mina de carbón situada al norte de Francia, cerca de la frontera con Bélgica, hacia mediados de la década de 1860, durante el II Imperio. Un obrero socialista desempleado, Étienne Lantier, arriba a la comarca en busca de trabajo. Allí conoce a los Maheu, una vieja familia de mineros por cuyo intermedio consigue empleo en el yacimiento. Las condiciones en que laboran y viven los obreros de Voreux son penosas: jornadas extenuantes, magros salarios, accidentes fatales, altos índices de morbilidad, miseria, hacinamiento doméstico, desnutrición, analfabetismo, endeudamiento… Cuando la Compañía Minera de Montsou pretenda —ajuste salarial mediante— hacerle pagar a su hambreado personal los costos de la crisis capitalista en curso, las ideas socialistas de la Primera Internacional fructificarán en una gran huelga, al frente de la cual estarán Étienne y su entrañable amigo Toussaint (Maheu). El film aborda también otros tópicos de sumo interés: la cultura popular y la cultura burguesa como mundos contrapuestos, las distintas tendencias políticas existentes en el seno del movimiento obrero, las potencialidades y los escollos de la práctica huelguística, el conflicto con los rompehuelgas, la problemática de género, el carácter clasista del Estado, etc. En el reparto actoral se destacan Gérard Depardieu, Renaud Séchan, Miou-Miou, Jean Carmet, Judith Henry, Jean-Roger Milo y Laurent Terzieff. Excelente adaptación cinematográfica de una de las obras cumbre de la literatura francesa y la literatura universal.
Daens
Es ampliamente sabido que la Revolución Industrial se produjo en Inglaterra en el último cuarto del siglo XVIII, y que desde allí y desde entonces, de forma progresiva, en sucesivas oleadas, se propagó por el resto del mundo. Bastante menos se sabe que fue Bélgica la primera nación en importarla a comienzos del siglo XIX, aggiornando de ese modo, y con notable éxito, su tradicional industria textil con epicentro en Flandes (la histórica región europea, célebre desde tiempos medievales por la excelencia artesanal de su pañería). Aún menos se conoce la figura del sacerdote católico Adolf Daens (1839-1907) y su lucha denodada por los derechos económicos, sociales, políticos y culturales del proletariado flamenco —especialmente el de Aalst, su ciudad natal— durante el reinado de Leopoldo II, en plena Belle Époque de la burguesía belga, cuando la explotación fabril, la miseria urbana, el sufragio restringido, la hegemonía conservadora del Confessionele Katholieke Partij (Partido Católico Confesional) y el exclusivismo lingüístico valón gravitaban con fuerza en el escenario nacional. A comienzos del decenio de 1890 se producen dos hechos cuya consideración es clave para comprender el giro militante en la vida de Daens: la crisis económica, que los capitalistas flamencos hacen pagar a sus trabajadores sin ningún escrúpulo, y la promulgación de la Rerum Novarum. El sacerdote belga, sensibilizado por el agravamiento de la cuestión social, acoge con entusiasmo la encíclica del papa León XIII, y basándose en ella defiende activamente las reivindicaciones económicas de los obreros, su sindicalización, el recurso a la huelga y la democratización del sistema político, haciendo reiteradas denuncias contra los empresarios y su «pecaminosa codicia». Esta actuación pública, aunque alejada de los métodos y fines maximalistas —Daens era un reformista, no un revolucionario—, irrita profundamente a la burguesía belga y sus portavoces —la jerarquía episcopal y el Partido Católico Confesional—, y luego también al Vaticano, todos ellos acendradamente conservadores y hostiles a cualquier concesión. Haciendo caso omiso de las acusaciones de demagogia y subversión, y de las reiteradas admoniciones de sus superiores, Daens persevera en su activismo y funda en 1893 el Christene Volkspartij (Partido Popular Cristiano), con una plataforma electoral muy similar al programa mínimo de los socialistas. Gracias al masivo voto obrero, y al apoyo táctico de socialistas y liberales, consigue un escaño en el parlamento belga y se convierte pronto en el «tribuno del pueblo». El largometraje, que obtuvo múltiples galardones internacionales —entre ellos el Oscar a la mejor película extranjera—, está basado en la novela biográfica Pieter Daens (1971) del escritor y periodista flamenco Louis Paul Boon.
Los compañeros
A fines del siglo XIX, los obreros de una fábrica textil de Turín deciden unirse para reclamar a la patronal una reducción de la agotadora jornada laboral (14 horas) luego de producirse un sangriento accidente que deja manco a uno de los operarios. Pero el personal, al carecer de experiencia sindical, se halla desorientado y no sabe cómo avanzar en la lucha. La intervención «providencial» del profesor Sinigaglia (Marcello Mastroianni) —un aguerrido militante socialista que viene desde Génova huyendo de la policía—, modifica drásticamente el cuadro, al resolverse bajo su influjo la elaboración de un ambicioso pliego de reivindicaciones y la declaración de huelga por tiempo indeterminado. I compagni —para muchos, la obra maestra del cineasta Mario Monicelli— constituye una de las más acabadas muestras de la commedia all’italiana, con su inigualable mixtura de comicidad costumbrista, hondura dramática y crítica social. La moraleja del film es clara, y está magistralmente resumida en uno de los diálogos que Sinigaglia mantiene con Raul, el obrero que lo hospeda en su casa: “Vencer así es difícil, casi imposible”, concluye el profesor luego de hacer un frío diagnóstico de la correlación de fuerzas existente. Raul, que no comprende por qué su huésped ha estado agitando tan porfiadamente una lucha «condenada al fracaso», le recrimina: “¡Eres un loco entonces, un sinvergüenza! ¡Nos perderás!”. Pero Sinigaglia le responde: “¿Qué pretenden? ¿Ganar el primer encuentro? Sería fácil… No iniciaron ustedes esta lucha. Existe desde Espartaco”. Deponiendo parte de su enojo, y cediendo al impulso de su curiosidad, Raul le pregunta: “¿Y ése quién es?”. El profesor le replica: “Después te lo explico. Lo importante es que resistan. Deben convencerse de que la lucha será cada vez más dura. ¡Eso ya sería una victoria!”. La película aborda asimismo el eterno problema de la inmigración y la xenofobia: el moreno Mustafà, siciliano recién venido, se rehúsa a acatar la medida de fuerza; pero no lo mueve la cobardía, ni la mezquindad, sino, como él aclara —y como sus compañeros pronto comprenderán—, la desesperación. Memorable film sobre los orígenes del movimiento obrero italiano en el Ottocento.
La huelga
Se ha dicho innumerables veces, y con toda razón, que este film —segunda realización del extraordinario director letón Sergéi Eisenstein (1898-1948)— es revolucionario. Lo es, sin duda, en sus aspectos formales. No en balde Стачка (Stachka) es considerada, a la vez que una película pionera del cine soviético y del cine mundial, un hito fundamental en la gestación del lenguaje cinematográfico. Todavía hoy los estudiantes del séptimo arte tienen que analizar —como ejemplo paradigmático de montaje— la célebre secuencia donde Eisenstein alterna las tomas correspondientes a la represión policial de los huelguistas con imágenes de un matadero en plena faena de degüello. Pero el film también es revolucionario en su contenido, en su trama misma. Y lo es no sólo porque asuma resueltamente un posicionamiento obrerista y anticapitalista en su intento de plasmar el curso típico de toda huelga parcial y reivindicativa en la Rusia zarista, sino también —y sobre todo— porque quiere, con su desenlace, demostrar la necesidad perentoria de la revolución. Para Eisenstein, la huelga no es más que un comienzo, el primer peldaño de una larga y empinada escalera que el proletariado debe ascender íntegramente para alcanzar su emancipación. A la luz de esta tesis, nada tiene de sorprendente que, en la filmografía del gran cineasta soviético, La huelga (1924) sea sucedida de inmediato por El Acorazado Potemkin (1925) y Octubre (1927), largometrajes centrados en las revoluciones rusas de 1905 y 1917 (respectivamente). Subyace a esta trilogía un riguroso leitmotiv fáctico-real de inspiración marxista-leninista. En este esquema general, en este doble drama (drama de la historia primero, drama histórico del cine después), La huelga y su tema —el gran ciclo huelguístico ruso de 1901/4— sólo constituyen un primer acto.
Quebracho
Todavía hoy el Chaco Austral exhibe los resultados desastrosos que trajo aparejada la sobreexplotación ilimitada de sus montes y sus gentes. La deforestación, el latifundismo, la pauperización y el despoblamiento han dejado una marca indeleble en el paisaje natural y humano de la región. La calamidad tiene nombre: The Forestal Land, Timber and Railways Co. Ltd., más conocida en nuestro país por el apodo de «La Forestal». Esta empresa de capitales foráneos —británicos principalmente—se instaló en 1906, y desde entonces hasta su éxodo en 1963 —momento en que el negocio dejó de ser atractivo en términos de rentabilidad—, se dedicó a la tala indiscriminada del quebracho colorado en vistas a la obtención de madera —con la que fabricaba postes, durmientes y rollizos de excepcional dureza y durabilidad— y extracto de tanino —insumo vital para la curtiembre—, productos primarios de excelente cotización en el mercado mundial. La Forestal llegó a poseer un enclave territorial de 2,1 millones de hectáreas al norte de Santa Fe, sur de Chaco y nordeste de Santiago del Estero; enclave que incluía, además de una enorme masa de trabajadores asalariados en condición de semi-esclavitud, toda una red de ferrocarriles y puertos bajo régimen de monopolio, a través de la cual se consumaba el fenomenal vaciamiento. Este imperio informal en el corazón profundo del NEA estuvo, desde sus orígenes mismos, inextricablemente ligado al poder político de turno, del cual supo conseguir innumerables beneficios mediante el cohecho: terrenos fiscales a precios irrisorios; exenciones fiscales; «vista gorda» ante el desmonte sistemático, la evasión tributaria, la precarización laboral y la represión parapolicial de los feroces «cardenales»... Pero esta historia de infamia tiene, como reverso oculto —ocultado—, una historia de resistencia y rebelión, de justicia y dignidad. Los jornaleros del Chaco son sus protagonistas: hacheros, carreros, cargadores, tanineros, ferroviarios... Esta historia es tema candente de un gran libro de la literatura argentina: La Forestal. La tragedia del quebracho colorado de Gastón Gori, publicado en 1965, a sólo dos años del catastrófico cierre de la compañía. Quebracho (1974), de Ricardo Wullicher —película emparentada por época, por tópico y por espíritu a La Patagonia rebelde—, está inspirada en él. El film cuenta con un excelente reparto: Héctor Alterio, Osvaldo Bonet, Juan Carlos Gené, Cipe Lincovsky, Luis Medina Castro y Lautaro Murúa, entre otros.
La Patagonia rebelde
Basada en el libro Los vengadores de la Patagonia trágica de Osvaldo Bayer —quien también escribió el guión— la película narra la gran huelga de los peones santacruceños de 1920-1922 impulsada por la FORA anarquista, así como la masacre descomunal que acabó con ella; masacre perpetrada impunemente por las tropas del Tte. Cnel. Héctor Varela —«el Carnicero»— a instancias del gobierno de Hipólito Yrigoyen, más sensible al lobbying de las grandes estancias ovinas —muchas de ellas en manos de capitales británicos— que a los reclamos de los humildes trabajadores patagónicos. El film es, en su aspecto formal, un racconto de la muerte de Varela a manos del ácrata alemán Kurt Wilkens el 16 de junio de 1923; una retrospectiva que tiene por objeto esclarecer la razón profunda de dicho acto vindicatorio, su genealogía, su trasfondo histórico, su carga simbólica… Fue rodado y fugazmente exhibido en circunstancias históricas extremadamente hostiles, en medio de la persecución y la censura lopezreguistas, cuando los escuadrones de la muerte de la Triple A, y el censor Miguel Paulino Tato, operaban a sus anchas. No pocos de sus hacedores, temiendo por sus vidas a causa de las constantes amenazas que recibían, acabaron por exiliarse. Destino análogo tendrían en 1976 los once rollos del largometraje, febrilmente buscados por la recientemente instaurada dictadura militar. El reparto es antológico: Federico Luppi, Luis Brandoni, Héctor Alterio, Pepe Soriano, Osvaldo Terranova, Maurice Jouvet… Por valía estética, relevancia histórica y significación política, La Patagonia rebelde es mucho más que una película sobresaliente del cine argentino. Es también un fragmento de nuestra memoria colectiva, una pieza de nuestro puzzle identitario como pueblo.
Sacco y Vanzetti
Lograda reconstrucción cinematográfica del célebre caso judicial desarrollado en Massachusetts entre 1920 y 1927, y que desataría una avalancha de críticas, protestas y actos de solidaridad en el mundo entero. Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti, dos humildes trabajadores de procedencia italiana —anarquistas ambos— son acusados de un crimen que no cometieron poco después de caer bajo arresto en una redada policial. Eran los años de plomo del primer Red Scare (Pánico Rojo), un sombrío capítulo de la historia estadounidense que se inicia en 1917 con el estallido de la Revolución Rusa, y que prefigura al macartismo de la segunda Posguerra. Las noticias referidas al ascenso de los bolcheviques, y a sus victorias sobre los «blancos» en la guerra civil, desatan en los Estados Unidos —igual que en tantas otras partes del mundo— una ola de pánico y odio. Las clases dominantes se sienten jaqueadas, temen perder sus privilegios, y reaccionan con inusitada virulencia contra el movimiento obrero. En 1919 el presidente Woodrow Wilson designa al ultra-conservador Alexander Mitchell Palmer como Procurador General. Durante sus dos años de desempeño en el cargo, el «Cuáquero Combativo» —así le llama la prensa burguesa— persigue sin tregua a los «rojos», no dudando en utilizar métodos clandestinos cuando lo juzga necesario. El arresto de Sacco y Vanzetti se produce, precisamente, en uno de los tristemente célebres Palmer Raids (allanamientos de Palmer) —el que tiene lugar en la ciudad de Brockton, Massachusetts, la noche del 15 de abril de 1920. El juicio a Sacco y Vanzetti, repleto de irregularidades bochornosas, dejará al desnudo la naturaleza xenófoba, clasista y reaccionaria del sistema judicial estadounidense, que —cediendo a las presiones del establishment— habría de sacrificar la verdad en aras de darle al movimiento obrero «un buen escarmiento» por sus tendencias revolucionarias. Sacco e Vanzetti —película emblemática de aquel Cinema Politico italiano que tanta gloria cosechó a fines de los ’60 y comienzos de los ’70 de la mano de directores como Pontecorvo, Petri y el propio Montaldo— cuenta con el genial Gian Maria Volontè en el papel de Bartolomeo, Riccardo Cucciolla en el de Nicola y el experimentado Cyril Cusack en el villano rol del fiscal Katzmann. La banda de sonido —entre las más recordadas de la historia del cine—, fue compuesta por el talentoso Ennio Morricone (La misión, Cinema Paradiso, etc.). La cantante folk neoyorquina Joan Baez interpreta, con su magnífica voz, las emotivas canciones “Here’s To You” y “The Ballad of Sacco & Vanzetti”. Notable homenaje a los Mártires de Boston.
Tiempos modernos
Sátira genial del capitalismo tayloriano y fordista vigente en los Estados Unidos durante los años ’30, y de la sociedad erigida sobre dicho régimen económico. Producido, dirigido, co-guionado, musicalizado y protagonizado por Charlie Chaplin, el film cuenta las peripecias del mítico personaje del Little Tramp —«Carlitos» para el público hispanoparlante— devenido obrero industrial: el trabajo extenuante y alienante en la fábrica, la monotonía y el frenesí de la cadena de montaje, el acoso feroz del capataz, la codicia ilimitada del patrón y sus demenciales planes de maximización del tiempo, la alienación —en estricto sentido marxiano— y el manicomio, el desempleo y la miseria —esos dos grandes monstruos de la Gran Depresión—, la protesta obrera, la represión policial, la cárcel… Pero también —infaltable— el amor por una gamine: la joven Ellen Peterson (Paulette Goddard), huérfana e indigente. Con su magistral combinación de humor popular y crítica social, Modern Times se ha convertido no sólo en uno de los grandes clásicos del cine mudo, sino también en uno de los mayores íconos del arte contemporáneo.
La sal de la tierra
EE.UU., octubre de 1950. La voracidad de la Empire Zinc Company no conoce límites en el remoto pueblo de Bayard (Nuevo México): el trabajo en la mina es agotador, insalubre y peligroso; los salarios, muy bajos; las familias obreras sufren privaciones de toda índole; y los trabajadores de origen mexicano son injustamente discriminados. Un nuevo accidente laboral será la gota que rebalse el vaso, y los mineros se declararán en huelga por tiempo indeterminado. Pero la intransigencia patronal y la represión policial no son los únicos escollos en el camino hacia la victoria: las tensiones internas (anglos vs. latinos, varones vs. mujeres), pronto habrán de agudizarse. Salt of the Earth —todo un hito en la historia del cine social— es un canto a la lucha mancomunada de los oprimidos por la dignidad y la justicia. Su trama está basada en un hecho verídico —de hecho, fue rodado in situ poco después del conflicto, e incluyó en el reparto a muchos de los partícipes reales. En plena caza de brujas macartista, su comprometido director —uno de los Hollywood Ten (grupo de cineastas y guionistas que desafió públicamente al Comité de Actividades Antiamericanas)— resistió con entereza y valor todo tipo de presiones y persecuciones por parte del FBI. Con un mérito adicional: hasta hacía poco, Biberman había sido preso político. De más está decir que el film fue incluido en la lista negra del senador McCarthy, razón por la cual su distribución y exhibición en los Estados Unidos fue prácticamente nula.
Coordinación: Federico Mare
La Quinta Pata, 03 – 09 – 09
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