sábado, 14 de noviembre de 2009

Echale la culpa a la sequía

Maxi Ibáñez
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Ponemos a su consideración este escrito sobre el tema falta de agua. Son reflexiones sobre ideas que pululan por estos días en la calle, la despensa, el colectivo. Debemos admitir que está escrito “en caliente” y es fiel a la temperatura que le dio origen. De las tantas, las ideas que elegimos son:

• Paranoia y culpa: Mientras en casa ensayábamos creativas fórmulas para ahorrar el agua al máximo y la huerta se convertía en candidata al agua del lavarropas, nuestros vecinos llegaron a sus casas de fin de semana y comenzó el festival de la manguera clandestina. Ocurre que la falta de agua nos trabaja la paranoia y la culpa. Nos importa un pito que otros se queden sin agua. Si yo la pago por qué no la voy a usar como quiero. Pero nos horroriza la idea de ser señalados como responsables de esta terrible situación y, puesto que la imagen está por arriba de la honestidad, salimos a regar de noche, cuando nadie nos ve. Aún cuando la realidad muestra que ni autoridades ni prestadores del servicio de agua controlan, o ponen multas prometidas, o lo que sea, la culpa es silenciosamente disimulable y la lengua del barrio nos horroriza. Eso sí, apenas llueva un cacho y el río traiga agua, contra todo, llenamos la pileta.

• La sequía maldita: “Nunca tuvimos una sequía así”; “Son ciclos de la naturaleza”; “Todo depende de que llueva”. La seca, como la inseguridad, es un demonio absolutamente culpable de nuestros males actuales, no podemos dudarlo: lo dicen todos los canales de TV. Pero si la sequía se corporizara, si tomara forma humana, se pondría unas buenas lolas, plumas y lentejuelas, y la rompería en la próxima temporada de los teatros de revista en Carlos Paz. El trato del tema en los medios es tan banal que se habla de la sequía como de la vedette de turno. La odiamos por su histeria y su modo de ser, pero no podemos dejar de apuntar con la cámara a ella, solo a ella. Y como el culo escultural de la sequía salió en primera plana, no se nos cae de la boca. El derroche de agua, la desaparición de bosques, la falta de un plan serio de manejo del recurso hídrico, el negocio sucio de los barrios privados, los incendios y la ausencia de planificación urbana sustentable son actores de teatro callejero a quienes tenemos en frente haciendo lo suyo, pero no los vemos.

• Por qué no hicimos el dique: “Esto es culpa de los que no permitieron hacer un dique en Cuesta Blanca”. Siempre es redituable señalar culpables si nuestro partido político recobró un poco de fuerza y podemos pasar por los que no tenemos nada que ver con el problema. Más aún si a quienes acusamos son los que realmente cuidan o defienden el ambiente y están atentando contra negocios inmobiliarios en los que estamos involucrados o podemos involucrarnos si llegamos a ganar el gobierno. Aún si este argumento es rechazado podemos traer agua del Paraná, derretir glaciares cuyanos o resucitar a Tu Sam para que nos salve, pero algún negocio oscuro vamos a cerrar. (Aquí no hacemos ninguna reflexión, simplemente expresamos nuestro asco. PUAJJJJJJJJJ.)

• Todos somos negligentes: Podemos asumir, si ganamos por insistencia, que la falta de agua se origina por el maltrato al ambiente. Sí, sí, lo admitimos. Todos tenemos la culpa y es por falta de educación, así es. Estem…. eemmm….. Realmente estamos medio podridos de este discurso simplista y que siempre echa la culpa a la escuela (generalmente pública) o a todos, sin rostros identificables. Paradójicamente las personas responsables de la destrucción ambiental que hoy trae como consecuencia la escasez de agua son individuos que han alcanzado los más altos niveles de educación, o sea, que tienen o tendrían la formación necesaria para evitar que esto suceda. Nos referimos a gobernantes, funcionarios, la agencia ambiente, empresarios del turismo e inmobiliarios, abogados y periodistas adictos al poder, etc. Todos somos pecadores, es cierto, pero no nos digan que nuestra vecina doña Rosa se merece el infierno como el secretario de ambiente, los dueños de los countries o los gobernantes que tienen mucho para esconder.

• Sea solidario, economice agua: Por estos días, con el río al borde de la muerte, hacemos enormes esfuerzos para que alcance el agua para todos y nos sentimos bien si somos solidarios con el prójimo… ¿Para quién ahorramos agua doña Rosa y nosotros? Esta es una pregunta que nos quita el sueño de la bronca cuando nos enteramos que el 70 % del agua de nuestra provincia se la chupan los campos sojeros, aquellos que justamente están acabando con nuestros bosques nativos, nos envenenan con glifosato y cuyas cámaras empresarias promueven la frustración de la ley de protección de bosques, norma que les impediría ver todo, absolutamente todo tapizado de soja. Más nos indigna al saber que algunos sectores sociales de Carlos Paz, Córdoba o las Sierras Chicas consumen tanta agua como en Las Vegas (Estados Unidos), una de las ciudades del mundo que más derrocha agua. Nos envenena la excusa de los 400 litros diarios de consumo por persona, cuando la realidad de la crisis hídrica actual se debe, además de cuestiones ambientales, a la neoliberal e inequitativa distribución del agua. Neoliberal porque el agua es tratada como una mercancía y no como un bien social. Inequitativa porque es un recurso que concentran los que más tienen y las políticas de acceso, distribución y abastecimiento a futuro en nuestro Sur de Punilla (y en otros valles serranos) están lejos de enmarcarse en la defensa de los de derechos humanos. Nuestros derechos humanos, ya que venimos hablando en nosotros.

Podríamos seguir, pero bue, tenemos un grave problema de gastritis y psoriasis nerviosa. Puede seguir usted, si le parece. ¿Y si la seguimos entre todos? ¿Y si hacemos algo? ¿Y si exigimos a los responsables que se pongan las pilas? ¿Y si nos organizamos? De la calentura pasemos al hacer: hagamos algo realmente movilizador y transformador. O sea, comprometámonos tanto en el discurso como en las acciones, así cuando vuelva la lluvia y el agua corra, nuestra dignidad, nuestro valor y nuestra esperanza no se vayan con la primera creciente.

*Escritor de San Antonio de Arredondo

Cortesía Miguel Longarini, 14 – 11 – 09

La Quinta Pata

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