Delfina Acosta
A veces los días transcurren apáticos, fríos, y faltos de motivación para las personas. Y las gentes se hunden en una suerte de decaimiento, si no abismo.
Pero debemos tratar de estar alegres.
Pienso que la sociedad, la esencia del ambiente en el que nos desenvolvemos, con sus terribles condiciones y sus abstractos, nos llama a estar contentos a pesar de todo.
Sí. Felices. Aún a costa de nuestro mal carácter que debemos ir puliendo, con sabiduría, con perseverancia. Es una imposición de la razón buscar el lado positivo de las cosas que se desplazan, que fluyen, en nuestro entorno.
Contentos debemos estar a pesar de que a veces la salud nos falla en algún sitio del cuerpo. Es bien sabido que la maquinaria que es nuestro organismo ha de ir desgastándose con el transcurrir del tiempo. Debemos apostar –entonces– a nuestra salud espiritual, a aquellas flores expectantes y hermosas como las rosas, que se abren en nuestra alma para darnos luz y reposo. Cantando alguna estrofa pegadiza a la vuelta de la cuadra, trabajando en lo que debemos trabajar, levantándonos temprano para ganarle la partida al sol, es como muchos hombres y mujeres encontramos alegría y ganas de celebrar la existencia.
Es cierto; a veces no podemos estar alegres.
Pero estamos conformes con la situación del día, porque sabemos, porque estamos enterados de nuestra capacidad para revertir un momento de crisis económica o anímica en una oportuna ocasión para saldar cuentas y apuntar a mejores faenas.
Debemos ser los grandes transformadores de nosotros mismos.
Leer todo el artículo
No hay comentarios :
Publicar un comentario