Virginia Biella
*Desde hace unas semanas asistimos a un debate planteado sobre la presencia de símbolos religiosos -concretamente católicos- en el ámbito público. Una ONG se pregunta y pregunta a varios funcionarios, a qué obedece esa presencia: ¿existe una ley que obligue a su uso? ¿responde simplemente a una costumbre originada desde hace años? ¿expresa una genuina necesidad de exteriorizar sentimientos religiosos personales en los ámbitos públicos?
Se presentaron comentarios a favor y en contra de la presencia de esos símbolos.
Así pudimos leer a quienes entienden que el respeto a la diversidad de credos -y de pensamiento en general- debiera manifestarse en la ausencia de los mismos.
Y también surgieron voces de lectores que, entendiendo que su verdad es la única e indiscutible, sienten que los símbolos del catolicismo deben presidir, no sólo sus ámbitos privados sino los ámbitos públicos, sin reparar siquiera en el respeto debido a aquellos que no comulgan con su pensamiento o creencia.
Días después aparecieron dos notas en este medio:
El 15 de este mes, desde el ámbito religioso, tomando como base palabras del Evangelio y hechos de los primeros años de la iglesia, el padre Vicente Reale expuso argumentos a favor de la separación entre la Iglesia y el Estado. Propuso dejar para los espacios privados y confesionales la manifestación de posiciones religiosas, liberando de la presencia de esos símbolos al ámbito público. Y avanzó mucho más, según pude entender: se da testimonio de Cristo en el obrar cotidiano, no por simple y mecánico uso de imágenes.
Dos días después, el doctor Carlos Lombardi -Constitucionalista de la UNCuyo- se pronunció desde lo estrictamente legal. Y lo hizo en el mismo sentido.
Leer todo el artículo
No hay comentarios :
Publicar un comentario