Marcelo Padilla
¿Por qué Chile? Es la pregunta que pienso en voz alta luego de los resultados del ballotage del domingo pasado que consagró al candidato de la derecha Sebastián Piñera como presidente del hermano país. Es una pregunta y un reclamo, una pregunta con dolor. ¿Por qué Chile? 20 años de “Concertación” en el gobierno luego de la dictadura de Pinochet no sirvieron para instalar “un concepto” en la ciudadanía. Nada casi. Formas casi. Alguno que otro planteo social y atención en salud y vivienda a los más pobres; a la mayoría de los chilenos no les bastó. La tibieza. Sí. Alta tibieza.
No dejaron entrar en la renovación política a Ominami en la interna de la concertación y así están. Piñera mostró su patrimonio, ostentó sus laureles individuales, bravuconeó con tres banderitas para profundizar “la libertad” y le alcanzó, para decirles a los chilenos que el éxito depende de los exitosos. No ya de los que imponen “por la razón o por la fuerza” como reza la moneda de 100 pesos. No. La derecha chilena debió mostrar más que formas: la caja, empresas, clubes de fútbol. Piñera es el Macri “en serio” de los chilenos. “Yo tengo la vaca atada y, les aseguro, que la seguiré teniendo” pareciera decir el presidente electo. No es poco como señal política y cultural para la región. Y el modelo de Cobos, la concertación entre socialistas y demócratas cristianos, se hundió una noche no positiva y sin éxito. ¿De dónde te agarrarás Julio? Del “Pepe” Mujica no, de Lula no te da, De Evo, ni hablemos. Tal vez, de tu par de Paraguay, quién sabe. ¿De dónde entonces para extrapolar un modelo de referencia?
Atrás queda la heroica resistencia a pura metralla de Salvador Allende en La Moneda, los gritos de dolor de Víctor Jara torturado en el Estadio Nacional, el llanto-bronca musical de los Parra y la rebeldía del rock de los prisioneros; los cadáveres que barrenaron en el Mapocho, se mueven. ¿Es que tendremos que decirte “Chau Chile”? ¿Acaso has entrado en el pasado vestido de futuro pavoneando la obturación de la memoria? Tu cobre está en la mira por estos días. Y en las poblaciones de laburantes, si la remembranza se tapa con piscos y cervezas, si la pena es una canción de Intillimani o de Violeta, les digo: no están solos. Las penas no son de ustedes solamente, hermanos chilenos, también es mía y nuestra. Valpa canta tangos en el puerto y no se equivoca. ¿Una tanguedia que intente la terapia?
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