Rodrigo Farías
Limpieza y orden. Dentro del folklore capitalino la noción de higiene es uno de los principios míticos más sistemáticamente invocado por los sectores de poder y su “gente bien”. De esta manera se ha forjado una capital obsesionada con su ano y con el lugar adecuado en donde debe ser depositado lo que ella considera su desperdicio: gente pobre, gente negra, limpiavidrios, lustrabotas, vendedores callejeros, bah… gente fea en general.
Esta ideología de la asepsia defendida y nutrida desde los discursos de “periodistas” como Marcelo Romanello y similares por más de 30 años, incitada ahora también por el monstruo turístico, persigue psicopáticamente el equilibrio ideal entre ornamentación y función. La metáfora es biológica, positivamente cruel, y caracteriza a los sectores vulnerables como patologías, la higiene como salud y la exclusión y represión (sino la amputación) como remedio.
Por todo esto es que observamos (algunos aterrados, otros orgullosos) cómo las últimas intendencias de la capital de Mendoza intentan hacer, cada vez con mayor descaro, de la ciudad pública un barrio privado, de muros invisibles, custodiado por policías y gendarmes. Con veredas que a cada día (y gestión) que pasa se parecen más a senderos de persecuciones de personas que no poseen la gloria de pertenecer, como mínimo, a la clase media.
El 28 de marzo próximo hay elecciones para concejales. Es frustrante observar que en esta elección, radicales, justicialistas y demócratas son fuerzas antagónicas pero no antitéticas. Todas se sostienen en base a la concepción profiláctica e intentan de una u otra forma seducir por medio de tales premisas. Y con esto no hablan por, sino para los medios.
Existen quienes puedan pensar que las plataformas electorales, más allá de su antihumanismo y fascismo, puedan responder no obstante objetivamente al sentir de los vecinos capitalinos. Y en consecuencia, una política de represión y exclusión pueda basarse en una continuidad entre electores y elegidos manteniendo aun así cierto carácter democrático. Allá ellos.
Aquí manejamos otros principios. Queremos políticos que respondan a los valores más humanos de la constitución argentina, tan bien escrita y olvidada; y no a las encuestas y los sondeos que miden opiniones y candidatos (como Cobos) creados y dibujados por las corporaciones agromediáticas.
Queremos políticos de gestión y teleología, y no empresarios agachados frente a editoriales dominicales redactados por insensatos misántropos tales como Carlos la Rosa del diario Los Andes o Jaime Correas del Multimedios Uno. Un poco de seriedad ¡Basta de fabricar políticos con conductores de rally! Eventualmente los noventa deben terminar. ¿O no, vecino?
Río de Palabras, 07 – 03 – 10
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